Medio Ambiente

La montaña viaja río abajo por el Magdalena

El transporte de sedimentos por el río aumentó en las últimas décadas ante la deforestación en toda la cuenca.

26 de febrero de 2018

Por Calamar, esa población sobre el río Magdalena donde comienza la bifurcación para el canal del Dique, pasa cada hora el equivalente a 1.650 volquetas de 6 toneladas cargadas de sedimentos, 40.000 en el día y 15 millones de volquetadas al año.

Sedimentos que llegan desde los Andes y toda la cuenca del río, el más importante del país, que han caído desde siempre, desde que el río es río y la cordillera comenzó a formarse hace 20 a 15 millones de años. Pero se ha acelerado de tal manera el proceso, que el Magdalena no da abasto y la descarga a las zonas costeras, donde los sedimentos son importantes para formar playas y deltas, es monumental y genera problemas hasta en los arrecifes coralinos y ecosistemas en islas como las del Rosario, sin contar las afectaciones en Cartagena.

Juan Darío Restrepo, investigador de Eafit, es tal vez quien más ha estudiado los sedimentos en esta cuenca y sus causas. La Agenda del Mar publicó un libro con un resumen de parte de su trabajo de tres décadas, junto a estudios de otros investigadores con indicadores de la contaminación de este y otros ríos.

Es que en la cuenca del Magdalena entre finales de los 70 y 90, se taló el 43% del área de bosques. Más del 80% de los bosques primarios en ella habían sido transformados al 2000, por los asentamientos humanos y actividades como la expansión de la ganadería.

Así, afirma que en las últimas tres décadas, cerca del 35% de los sedimentos del río transportados hacia el mar son debidos a la deforestación. “Cada año el Magdalena transporta 16 millones de toneladas de sedimentos hacia las zonas costeras por deforestación”.

Entre 2005 y 2011 el transporte anual hacia las zonas litorales y ecosistemas marinos se incrementó un 33% con respecto al promedio 1970-2000, un aumento de 44 millones de toneladas año, y coincide con la tendencia ascendente en la deforestación en esos años.

Esta cuenca concentra 80 % del PIB nacional, 77% de la población, 70% de la producción de energía hidráulica, 70% de cosechas agrícolas, 90% del café, 50% de pesca de agua dulce, 95% de producción termoeléctrica. El costo de este desarrollo se tradujo en degradación ambiental.

Las tasas de erosión con valores máximos de 1.200 y 2.200 toneladas por kilómetro/año son altas en un contexto mundial de 1.000 toneladas. Recibe en promedio 710 toneladas por kilómetro/año.

“Documentamos en el 2014, el primer balance sedimentario de la cordillera de los Andes y encontramos que la cantidad de sedimentos erosionada desde ella es de la misma magnitud que el de los Himalayas y Sureste Insular de Asia”.

Para él, lo que sucedió en la emergencia invernal de 2010-2011, no se debió al cambio climático sino al impacto del hombre en la región andina, como producto de la transformación del paisaje, por deforestación debido a minería, ganadería y agricultura

Al remover la vegetación, los excesos hídricos en las cuencas fluviales no son filtrados y la escorrentía o caudal se presenta de forma errática o en pulsos, ocasionando inundaciones de carácter extremo aguas abajo e incremento de sedimentos transportados desde zonas activas de erosión a las áreas costeras y ecosistemas marinos.

Un relación entre océanos y las montañas que solo se ha estudiado en el mundo de los 90 para acá y en Colombia desde el 2000, afirma Restrepo. Antes no se consideraba que existiera conexión,

De esta forma las montañas están viajando por los ríos hacia los océanos, un proceso natural que siempre ha existido pero se aceleró en los últimos 50 años. Para los ríos colombianos, afirma, el antropoceno comenzó en los 70, cuando se inició la gran transformación del paisaje.