Medio Ambiente

La ropa que usa deja su marca en el medio ambiente

La huella contaminante que deja la industria de la moda exige cambios en toda la cadena, hasta el consumidor.

Soy periodista porque es la forma que encontré para enseñarle a mi hija que todos los días hay historias que valen la pena escuchar y contar.

26 de diciembre de 2020

Antes de que una camiseta de algodón llegue al clóset del feliz comprador requirió aproximadamente 2.700 litros de agua durante todo su proceso, desde el cultivo hasta la fabricación.

Para hacerse una idea más precisa, con esa cantidad de agua un ser humano podría saciar sus necesidades durante cerca de dos años. Aunque no se compara con el agua requerida para elaborar un jean, más de 7.500 litros.

Los cálculos son de la World Resources Institute, basado en el concepto de huella hídrica desarrollado hace 18 años por el fallecido profesor holandés Arjen Hoeksdra, para ilustrar de la manera más precisa posible el impacto que deja cada producto existente en el recurso hídrico.

Pero no solo es el desperdicio de agua, también la demanda energética para la maquinaria; las 200 mil toneladas de plaguicidas y 8 millones de toneladas de fertilizantes para la producción anual de algodón y los 342 millones de barriles de petróleo para producir fibras textiles sintéticas cada año, todo esto le asigna a la industria el 10 % de emisiones globales de carbono y el 8 % de los gases de efecto invernadero, según cifras del Programa de la ONU para el ambiente –Pnuma–.

Colombia, con una industria textil robusta, tiene entre sus manos un reto tremendo.

Carlos Mario Mejía, asesor en formulación de proyectos del Sena, señala que una de las barreras que tiene el sector camino a una producción sostenible es que no toda la cadena está en sintonía.

“Pasa mucho que tú innovas y mejoras un proceso, pero tu proveedor sigue ofreciendo insumos que van en contravía de la búsqueda de sostenibilidad, ahí hay un cuello de botella en el que hay que seguir trabajando”.

Pese a esto, el sector ofrece avances notables. En espacios como la Ruta de la Sostenibilidad que posiciona Inexmoda en el marco de Colombiatex con más de 50 empresas –más de la mitad nacionales– se evidencia el creciente compromiso del país.

Actualmente hay compañías con procesos de reúso de agua entre el 25 % y el 75 %. El Gobierno busca que más empresas se sumen a estas prácticas otorgando beneficios tributarios para instalación de sistemas de tratamiento y reúso del agua.

También hay innovaciones orientadas a sustituir los nocivos químicos utilizados para las tinturas. Entre las novedades de emprendimiento de este año, el Sena presentó un colorante biodegradable para textiles a base de la semilla achiote, que se suma a otras tinturas naturales que se venían trabajando, como la cáscara de plátano.

Este es un tema clave, según explica el ingeniero textil de UPB, Juan Carlos Domínguez, pues “los procesos de tintorería presionan mucho el ambiente con los riesgos de vertimientos de químicos. También lo hace la elaboración de fibras sintéticas como el nailon 6,6 en cuyo proceso se genera óxido nitroso que es un enorme aportante a los gases de efecto invernadero. Por eso es muy importante para el futuro de la industria lo hecho por marcas como Enka que desarrolla fibras para textiles a partir de botellas recicladas o las investigaciones locales que producen a partir de la transformación de elementos reciclados y aprovechamiento de insumos, como los retales”.

La industria aún tiene un amplio terreno de conquista por delante. Según cifras de la Política de Crecimiento Verde, el porcentaje de reciclaje y aprovechamiento textil en 2018 era el 5 %, con una distancia del 53 % respecto a su potencial máximo.

Responsabilidad compartida

La realidad es que, a esta problemática, el consumidor aporta, y mucho.

Según un estudio de la fundación Ellen MacArthur en 2019, el tiempo en que las personas hacen uso de las prendas adquiridas disminuyó en un 36 % respecto a hace 15 años. El 60 % de la ropa producida, con toda la carga contaminante que dejó su elaboración, termina en la basura al cabo de un año.

Para Angie Ballesteros, cofundadora de la marca Pazca, es necesario ser “más incisivos y creativos para fortalecer la cultura de segundas oportunidades entre los consumidores.

Para lograrlo –explica– el mercado debe ofrecer más y mejores opciones de restauración, intercambio y venta de prendas de segunda mano. Y, sobre todo, lograr cambiar el chip del consumidor.

“Aunque cada vez más se amplía el mercado de consumo consciente, todavía nos cuesta dejar de lado esa visión lineal de comprar, usar por corto tiempo y botar para dar paso a la novedad. Pero, sin duda, sí hay muchos avances hacia una mirada más circular”, expone.

El mercado para prolongar la vida útil de la ropa se abre paso entre viejas costumbres y estereotipos, desde propuestas como trueques y donaciones por cada prenda adquirida, como proponen, por ejemplo, Pazca, o los negocios de venta de prendas de segunda mano como Closeando, Desprendarte o Garage Sale, todos emprendimientos locales.

Esta y otras transformaciones siguen dependiendo de que existan compradores que basen sus elecciones en información.

En una completa radiografía del presente y futuro del sector que hizo Rubén Valencia, director del clúster textil de la Cámara de Comercio de Medellín y Antioquia, el año pasado ante el Concejo de Medellín, manifestó que “hay que seguir trabajando para que la relación entre marcas y consumidores se construya mucho antes del momento de la compra. Hay que lograr mostrarle que el material, el proceso con que elaboramos la prenda que quiere no solo satisfará su gusto, sino que le permitirá hacer su aporte a una problemática ambiental que es de todos”