Medio Ambiente

Jane Goodall en Medellín: no compra ropa hace 20 años, trabaja a sus 90 y aún tiene esperanza en el futuro

Una de las figuras más emblemáticas en la conservación ambiental, y en la investigación del comportamiento animal, visitó Medellín gracias a una alianza entre Comfama y Elemental para crear conciencia sobre la necesidad urgente de proteger la Tierra. En EL COLOMBIANO hablamos con ella.

Periodista, presentadora y locutora. Fui DJ de radio, reportera de televisión y ahora disfruto el ejercicio de escribir a diario. Melómana, cinéfila y seriéfila.

Periodista de medio ambiente de EL COLOMBIANO. En sus ratos libres se dedica a la lectura, al quehacer dibujístico y a la maternidad de gatos.

22 de agosto de 2024

¿Qué puede tener en el corazón una persona que ama a la Tierra, se extralimita y viaja, a los 90 años de edad, por todo el mundo para generar conciencia ambiental? Sin duda todos los calificativos positivos que se puedan escribir, pero también recuerdos, muchos recuerdos, como le sucede a Jane Goodall, la primatóloga empírica que se sumergió en las selvas de África, en Gombe, con el fin de describir y caracterizar la vida silvestre de los chimpancés, que hasta ese momento nunca antes había sido estudiada; la científica que no estudió un pregrado pero sí un doctorado en Cambridge para que tomaran en serio sus estudios sobre la etología animal; la etóloga que se volvió activista porque entendió muy pronto que no se puede proteger y conservar a una especie sin proteger y conservar su hábitat; y la mujer que todos los días, a las siete de la noche bebe una copa de whisky para brindar con su mamá, en donde sea que ella se encuentre, ya que así se lo prometió un día.

Así que, ¿cuáles son los recuerdos que la leyenda viva que es Jane Goodall guarda en su profundo corazón? Número uno, y en orden de importancia, el recuerdo de que tuvo una madre increíble. “Nací amando a los animales y ella me apoyó en mi amor por los animales, no se enojaba conmigo cuando me llevaba las lombrices de tierra a la cama. Simplemente decía: ¿Cómo es que las estás viendo y observando con tanta curiosidad? ¿Te preguntas, cómo caminan sin piernas? Y enseguida se las llevaba de regreso al jardín”, explicó.

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Número dos, y aunque suene extraño, el hecho de haber crecido durante la Segunda Guerra Mundial. “En ese momento tuve que entender el valor de la vida, pues escuchaba la noticia de la muerte de personas conocidas todo el tiempo; y el valor de las cosas, pues como todo estaba racionado aprendimos que mucho de lo que la gente ahora quiere, nosotros no las necesitábamos, porque cuando tú creces con la comida racionada, la ropa racionada y el alcohol difícil de adquirir, a menos que fueras al mercado negro, aprendes a vivir sin todo ello. Conozco mujeres jóvenes que no pueden ir a un evento si no están estrenando un vestido. Yo no he comprado ni una sola prenda nueva desde hace 20 años”.

Y número tres, el recuerdo de haber leído a los 10 años el libro Tarzán de los monos, de Edgar Rice Burroughs. “En ese momento no había televisión, así que los libros eran todo lo que importaba, y a mí lo único que me importaba era que Tarzán se había casado con la Jane incorrecta. Por supuesto, yo sabía que no era mi Tarzán, pero en ese momento surgió el sueño de que iba a crecer y a vivir con los animales salvajes y que iba a escribir libros sobre ellos. En ese momento no era científica, solo era mi sueño y todos se burlaban de mí. ‘¿Cómo vas a hacer eso? África queda muy lejos. Hay una guerra mundial en curso. No tienes dinero. Eres pobre’, me decían... pero mi mamá no se burlaba de mí, me alentaba: ‘Si quieres hacer algo como eso, vas a tener que trabajar muy duro y sacar ventaja de cada oportunidad’”, y así lo hizo.

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Hoy Jane Goodall es una de las figuras más emblemáticas en la conservación ambiental y en la investigación del comportamiento animal: con más de seis décadas dedicadas al estudio de los chimpancés en África, su trabajo ha revolucionado nuestra comprensión de los primates y ha inspirado a generaciones de científicos y activistas a nivel mundial, pero lo que realmente la distingue es su inquebrantable compromiso con el planeta, un compromiso que la ha llevado a recorrer el mundo durante 300 días al año, cada año, para crear conciencia sobre la necesidad urgente de proteger el entorno natural, y que no piensa detener, según sus propias palabras “en un momento crítico como este, es más importante que nunca continuar la lucha por un futuro sostenible”.

En EL COLOMBIANO hablamos con ella.

La gente que trabaja tan duro como usted, usualmente espera jubilarse, pero usted no, usted sigue viajando 300 días al año para crear conciencia ambiental. ¿Por qué es importante no detenerse ahora?

“Yo no solamente viajo para generar conciencia ambiental, también viajo para tratar de ayudarle a las diferentes sedes del Instituto Jane Goodall a recaudar dinero. Lo siento, pero tiene que ser así. ¿Y por qué sigo? Tengo 90 años de edad y cada año se acorta, cada vez tenemos menos tiempo, pero yo sé que todo lo que hago tiene un impacto. Las personas se me acercan tras una charla o al leer mi libro y me dicen, ‘me había dado por vencido, pero te prometo ahora que haré lo mejor que pueda’”.

Su libro es sobre la esperanza y su presentación es sobre las razones para la esperanza. ¿Hay motivos para la esperanza en un mundo lleno de guerras que también tiene retos que se derivan del cambio climático? ¿Qué le puedes decir a las nuevas generaciones sobre no perder la esperanza?

“Pienso que una de las cosas que la gente tiene que entender es que hay estilos de vida que no son apropiados. Nosotros no necesitamos dos jets privados, podemos volar en aerolíneas comerciales; no necesitamos tres casas, porque muchas de ellas van a estar vacías; no necesitas un vestido nuevo para cada ocasión, aunque fueras una reina. Incluso una buena reina utiliza el mismo vestido todo el año. Nosotros vivimos de una manera, que es inapropiada y hay un énfasis en reducir la pobreza. Si vives en la pobreza, estás en el bosque vas a tener que cortar árboles porque tienes que sobrevivir para poder tener dinero de la madera o del carbón o tienes que abrir la tierra para sembrar, si vives en la ciudad vas a comprar la comida más barata porque tienes que hacerlo y es barata porque estás dañando el medio ambiente debido a la agricultura intensiva”.

Hablando de la manera como vivimos hoy en día, usted es vegetariana y defiende la idea alrededor del mundo de que la gente no coma carne, ¿por qué ser vegetariana o convertirnos en vegetarianos tendría un gran impacto en nuestro planeta?

“Tendría un impacto gigante, porque el número de animales que van a estas granjas intensivas están consumiendo la comida que los humanos deberían estar consumiendo. Hay humanos muriendo de hambre en algunos lugares, porque los cereales y los granos que ellos deberían comer, se le da a los animales; aparte de eso, los animales de los cuales estamos hablando tienen sentimientos, son sujetos inteligentes, los cerdos, por ejemplo la gente come carne de cerdo y tocineta y yo conocí a un cerdo que se llamaba Pigcasso que le encanta pintar, dibujar, cuando veía un lienzo y le entregaban un pincel, lo ponía en su boca y empezaba a pintar en el lienzo. Sus obras se vendían por 25.000 y fue un cerdo rescatado de un matadero y no es el único que es inteligente, todos los cerdos son inteligentes, también las vacas y sus terneros tienen grandes relaciones.

Yo me convertí en vegetariana y luego cuando vi la crueldad que había hacia el ganado me convertí en vegana”.

Con el creciente interés en la biología sintética y la ingeniería genética, ¿cómo se siente acerca de las posibles aplicaciones de estas tecnologías en la conservación y la investigación sobre primates?

“Gran parte de la investigación con simios ha sido innecesaria. Muchos han sido utilizados para investigación médica, pero ya nos hemos dado cuenta que casi nada se puede extrapolar a la salud humana, funcionaba en los simios pero no funcionaba en los humanos. No conozco suficiente al respecto para darte una respuesta científica, pero sé que la tecnología moderna nos ha dado maneras para aprender de la enfermedad humana sin necesidad de utilizar animales”.

¿Cómo ve la evolución del activismo ambiental en los últimos 10 años y en los próximos 10 años? ¿Cree que la crisis climática podría disminuir?

“Creo que la crisis climática, la pérdida de la biodiversidad ya está aquí, la gente está comenzando a entender que el cambio climático, y quiénes dicen que no existe incluso notan como el clima está cambiando, así afirmen que no tiene nada que ver con ellos y que es cíclico. Las personas normales y racionales -que no están tratando de prolongar su manera de generar dinero a través de la destrucción del ambiente- están comenzando a entender diferentes maneras de cómo ayudar al ambiente y tengo esperanza en el futuro”.

Actualmente en Colombia tenemos un gobierno que tiene una agenda verde, pero también se han dado discusiones desde la opinión pública diciendo que la agenda verde va en contra de las necesidades primarias que tiene nuestra población, ¿qué acciones concretas podemos hacer cuando tenemos al cambio climático justo afuera de nuestra puerta?

“No estoy segura de que alguien tenga la respuesta para esa pregunta, no solamente en Colombia, es en todas partes que se tiene este problema, creo que debemos utilizar el sorprendente intelecto que tenemos, unir gente, no solo de Colombia sino de todo el mundo, pensar que la gente necesita comida, necesita empleos y una manera de hacerlo es a través de la destrucción del ambiente, pero si lo hacemos: ¿qué va a pasar con los niños del futuro?, si continuamos haciendo eso de la manera como lo venimos haciendo estaríamos creando un escenario muy oscuro para el futuro. Necesitamos reunir a las personas que busquen proteger el medio ambiente sin duda alguna, pero además debemos buscar la manera en la que la gente se gane la vida. Reunamos estos intelectuales y resolvamos el problema, hay que recordar que en algunos lugares los niveles poblacionales están cayendo y en otros lugares en África, por ejemplo, sigue incrementando.

Hoy tenemos aproximadamente 8.000 millones de habitantes. Ya nos estamos quedando sin recursos naturales, estamos destruyendo el medio ambiente para mantener a la gente viva, se estima que para el 2050 habrá 50.000 millones de personas. Tenemos que pensar en ello. Tenemos que pensar al respecto, ayudarle a las personas que planean como vivirán sus familiares a futuro”.

Acaba de hablar del futuro, pero devolvámonos al pasado, cuando usted era una niña en Inglaterra y en todo el mundo las niñas no tenían la oportunidad de viajar, de soñar en convertirse en científicas. Hoy las niñas tienen más oportunidades, pero seguimos teniendo una brecha de género, ¿cómo logró sobreponerse a esas brechas?

“En mi caso no tuve una brecha. Mira, no había ninguna mujer en la ciencia, ninguna mujer estudiaba los animales, yo simplemente era una pequeña niña, que quería ir a África porque amaba Tarzán y quería aprender de los animales, porque siempre había amado a los animales y tuve una madre sorprendente que nos incitó a trabajar duro y sacar ventaja de las oportunidades y nunca rendirme y lo hice y es lo mismo que le decimos a las niñas al día de hoy. Los problemas son diferentes, hay problemas de género pero los podemos superponer. En algunos países el péndulo se ha ido demasiado lejos. Lo he visto ocurrir y ahora a los hombres se les hace sentir que no son útiles. El mejor ejemplo que tengo fue en una tribu indígena en Costa Rica, pero no estoy segura, realmente no importa, era un líder indígena y me dijo: ‘Jane creemos que nuestra tribu es como un águila, una de sus alas es masculina y la otra es femenina y solo cuando están niveladas ambas alas puede volar esta águila’ y es una de las mejores cosas que he escuchado, necesitamos igualdad. En algunos casos lo tenemos, en otros casos las mujeres se repiten a sí mismas que somos mejores y no es que seamos mejores, tenemos diferentes habilidades, contribuimos de manera diferente y debemos trabajar en conjunto”.

Cuando comenzó a estudiar a los chimpancés usted les dio un nombre propio y estudiaba sus emociones y eso no era considerado como algo científico. ¿Cree que por haber sido mujer tuvo esa manera y liderazgo al abordar las cosas?

“Todo lo que sé es que en aquel entonces, el hombre era el que sustentaba a la familia. Así que cuando el hombre se dedicaba a la ciencia, tenía que seguir el camino que la ciencia quería para conseguir un trabajo que le permitiera mantener a su esposa y a su familia. Yo no tenía que pensar en una familia en ese momento, simplemente hacía lo que quería. Yo esperaba que iba a llegar un caballero en armadura brillante y que iba a hacer mis sueños realidad, eso ya no existe, ¿entiendes lo que te digo?”.

¿Cómo ha actuado la tecnología a favor de los científicos en los últimos años y también en sus investigaciones?

“En muchos lugares estamos usando nueva tecnología. En el parque nacional Gombe (Tanzania), 41 aldeanos en el área en la que trabajamos son voluntarios y son monitores de la reserva natural alrededor de su aldea y han aprendido sobre geolocalización e imágenes por satélite. Están monitoreando si hay chimpancés allí o no, y cualquier otra especie animal. Estamos usando cámaras trampa en áreas en las que los chimpancés son muy tímidos, buscamos también tomar muestras de sangre, orina y materia fecal para entender su salud. Y así con otros animales, podría hacer una gran lista del uso de la tecnología. Hay una gran ventaja en el uso de las cámaras trampa y no digo que haya que usar la inteligencia artificial de manera ilimitada porque me aterroriza, pero hay un tipo de IA que es buena: a partir de las fotografías que sacan las cámaras trampa de los chimpancés, la IA los puede identificar como individuos y esto nos ha dado un entendimiento de los chimpancés en lugares muy remotos como en Malí, que viven en un ambiente tan diferente a Gombe, más árido y muy seco. Hemos descubierto que pasan mucho tiempo en cuevas, lo mismo que en Senegal, tenemos mucho por descubrir sobre las diferencias en las culturas y los hábitats en las que viven”.

Si pudiera resumir su misión en una frase, ¿cuál sería?

“Hacer del mundo un lugar mejor”.