¿Existen las rosas azules?
Se ha empezado a entender qué es lo que les da a las flores cierto color o forma. Ahora incluso se les quiere pedir a la carta.
Periodista, científica frustrada, errante y enamorada de los perros. Eterna aprendiz.
No todas las plantas producen flores. Solo las angiospermas, una de sus clases. Tres mil de las que se han descubierto tienen 300.000 tipos diferentes de flores, 10.000 de ellas de Antioquia.
“Las plantas con flores constituyen el linaje de plantas dominantes sobre la superficie terrestre, visitantes recientes en la evolución orgánica que exhiben una multiplicidad de formas que no posee ningún otro linaje de plantas o ningún otro linaje que haya existido nunca”, contó en 2013 el profesor Ricardo Callejas Posada, doctor en botánica de la Universidad de Nueva York en una charla de ciencia en bicicleta de Parque Explora a la que puede acceder en línea: Flores y más flores.
Estas no solo atraen a los insectos porque ellos son parte clave de la polinización, sino también a los humanos por su belleza y exuberancia. Por esa obsesión con ellas se comercializan y también algunos curiosos buscan mejorarlas. La búsqueda de la rosa azul es uno de los ejemplos de esa necesidad de manipularlas. El hombre ya ha logrado cambiar el color de una descendencia de flores, pero no siempre como quisiera (ver la microhistoria): por eso las rosas azules que se comercializan y aún las pintan.
Edición genética
Llegó la era en la que los humanos manipulan las formas, colores y más características de las plantas. Desde los cruces de variedades que producían semillas amarillas a verdes de George Mendel en el XVIII, hasta el desarrollo de CRISPR en 2012, unas tijeras para cortar el ADN descubiertas por Emmanuelle Charpentier, Jennifer Doudna y Francisco Martínez Mojica
A menudo, los horticultores requieren años de cruces cuidadosos para convertir los colores de las flores en otros, cuenta Diego Villanueva Mejía, doctor en biotecnología de la Universidad Nacional de Colombia y jefe del departamento de Ciencias Biológicas de la Universidad Eafit, pero la tecnología CRISPR –que usa un mecanismo del sistema inmune de las bacterias para defenderse de los virus–, permite a los científicos cavar y cambiarlos a un nivel genético mucho más rápido porque el corte actúa de manera casi inmediata.
Eso sí, solo algunas características: hasta tres años le tomaba a una orquídea florecer, con edición genética se puede reducir a un año. Mejorar la planta en su aspecto –al cambiar el color de sus flores por ejemplo–, también en su calidad nutritiva, o como pasa con la higuerilla (una planta que crece silvestre en las regiones tropicales y produce naturalmente el aceite de ricino) con la que trabajan el laboratorio que lidera Villanueva: allí buscan potenciar sus cualidades como productora de ácidos grasos.
Manipulación incipiente
No se conocen todos y cada uno de los mecanismos que dan forma o color a ciertas flores de las plantas, pero cada vez se suman más. Villanueva, uno de los investigadores que trabaja de manera local en edición genética de estas, confirma que “las rosas han sido modificadas genéticamente mediante la inclusión de dos genes que permiten la síntesis de indigoidina (pigmento azul) mediante la conversión del aminoácido L-glutamina”. Dijo además que incluso se ha hecho en el clavel y que esta especie modificada se produce comercialmente en Colombia desde 2002.
Andrea Lorena Herrera, bióloga de la U. de A. y doctora de la Universidad Phillip Marburg en Alemania, dice por su parte que “esta no es una transformación estable, el pétalo no es enteramente azul. Y en el caso del clavel es cierto que en color ha sido modificado y lo llaman así, pero no es en verdad azul como se lo imagina la gente, sino más violeta. Técnicamente es posible, obtener una coloración tipo Pantone PMS 285, pero actualmente lo que existen con los claveles, modificados con genes de petunia, son coloraciones de tipo Violet 0631”.
Al llamar a cuatro floristerías a preguntar por las rosas o claveles azules, tres dijeron que no las vendían y una que las tenía, pero tinturadas.
Más que un capricho estético
Villanueva habla de aproximadamente 12 hectáreas de terreno cubiertas de invernaderos para plantas genéticamente modificadas en el país. Un poco más de cinco instituciones trabajan en este asunto en Colombia: tres universidades (Unal, U de los Andes y Eafit) y dos instituciones (Centro Internacional de Agricultura Tropical y Centro de Investigación de la Caña de Azúcar en Palmira).
Varios investigadores que trabajan en fitomejoramiento de plantas con ingeniería genética aseguran que esto va más allá de un beneficio ornamental o de complacer caprichos de hacerlas más largas, con menos pétalos o con un proceso de floración más corto: “Dependeremos de estas herramientas para sobrevivir a las condiciones futuras, una de sus ventajas será el mejoramiento nutricional”.
Aunque algunos tienen dudas sobre la edición genética, investigadores que trabajan en este campo como Villanueva defienden la labor mirando al futuro. Un informe de 2009 de la Food and Agriculture Organization (FAO) abrió un debate anunciando que habrá que aumentar la producción de alimentos en un 70 % de aquí a 2050 para soportar la cantidad de población que se proyecta para ese entonces. Se espera que estas nuevas dinámicas se usen para encontrar soluciones a problemas reales como alimentar de manera más eficiente a los seres humanos, mejorar plantas para una producción de energía limpia y cultivos más resistentes a las sequías, no solo para embellecer los jardines .