El cementerio Universal llegó a los 90 años honrado a todos sus muertos, como lo soñó Pedro Nel Gómez
Con una inversión de $2.000 millones y un trabajo inédito de verdad y memoria histórica, el Universal atraviesa sus mejores días.
Soy periodista porque es la forma que encontré para enseñarle a mi hija que todos los días hay historias que valen la pena escuchar y contar.
En una bóveda del ala izquierda del Mausoleo de las Ausencias que se Nombran está desde hace catorce meses el rostro y el nombre de Germán Darío Jiménez Flórez, la víctima de falsos positivos más antigua hasta ahora encontrada en Colombia.
Después de buscarlo durante 40 años, María Mercedes encontró a su hijo en una fosa del cementerio de Dabeiba y ahora puede visitarlo cada fin de semana; orarle, hablarle, llevarle un detalle.
Desde hace dos años el cementerio Universal se empezó a llenar de nombres, de color, de verdad y dignidad acercándose, por fin, tras 90 años de historia, al objetivo con el que fue erigido.
En 1933 el Universal nació en medio del espíritu liberal del presidente Enrique Olaya Herrera quien determinó que la iglesia Católica no podía ser la que decidiera quién tenía derecho a ser enterrado con dignidad en un camposanto.
Esa necrópolis fue diseñada por el maestro Pedro Nel Gómez pensada para que la muerte trajera igualdad entre todos los ciudadanos, sin importar su origen ni sus creencias.
Su propósito fue que cualquier ciudadano tuviera derecho a un destino final digno y acabar con la tradición de enviar a los muertos que la sociedad de entonces consideraba indignos: prostitutas, ateos, adeptos de otras religiones, gente caída en desgracia a los muladares que la iglesia destinaba en los cementerios católicos para tirar allí sus despojos.
Sin embargo, esa idea se truncó. La indolencia de los alcaldes facilitó el rápido deterioro, los prejuicios y la larga saga de violencia y sangre en Medellín hicieron el resto.
Así que al cumplir sus 88 años el Universal arrastraba la decadencia a la que fue condenado: abandonado, con 906 restos sin identificar y con huesos y partes de 17.000 personas exhumadas del cementerio San Lorenzo y casi arrojadas allí entre 2003 y 2007.
Pero a partir de 2021 todo cambió gracias al trabajo de la Alcaldía de Medellín con la JEP –que decretó medidas cautelares en el cementerio en julio de 2020– y diferentes organizaciones de derechos humanos que comenzaron un trabajo para devolverle la identidad a cientos de personas en bóvedas y fosas; víctimas del conflicto armado y decenas de personas pobres a quienes ni siquiera la muerte les permitió algo de dignidad.
Lo primero que hicieron para torcer la historia del Universal fue invertir en él, lo que se negaron a hacer históricamente las autoridades de Medellín. Según la Subsecretaría de Derechos Humanos, fueron más de $2.000 millones los que se destinaron para recuperar el camposanto, el triple de lo que destinó la alcaldía de Federico Gutiérrez.
Lo siguiente fue desempolvar miles de archivos y escudriñar por cielo y tierra los vacíos de décadas en las bases de datos del Cementerio para poder darle un orden a la búsqueda y empezar a encontrar a decenas de personas cuyos restos reposaban sin nombre alguno en algún rincón del camposanto.
Organizando esos archivos y cruzándolos con la información de la JEP empezaron a encontrar a las víctimas de desaparición forzada cuyos cuerpos fueron a dar al Universal desde la sangrienta década del 80, pasando por el conflicto urbano en los 90 y principios de este siglo.
El equipo de la Subsecretaría de Derechos Humanos y la JEP han lograron que hoy 139 restos de personas desaparecidas durante el conflicto armado reposen en el Mausoleo de las Ausencias que se nombran, el único en el país dedicado a las víctimas de desaparición forzada.
Es un espacio al que las familias han dotado de una enorme carga simbólica, la recuperación de algo que ya nadie les puede quitar, según señala Alexandra Castro, subsecretaria de Derechos Humanos.
Al igual que este mausoleo, el resto del Universal ha sido revitalizado: sus galerías y espacios. Hoy, seguramente está más cerca de lo que nunca estuvo de acercarse a la necrópolis que soñó Pedro Nel.
En los últimos tres años y medio se han realizado 493 exhumaciones. Faltan 50 más en lo que resta de este año. A estos sitios, restaurados y dignos, están llegando los cuerpos de habitantes de calle, adultos mayores, migrantes y población en pobreza extrema.
El Cementerio acoge actualmente una nutrida agenda cultural; hay recorridos de estudiantes, ciclopaseos, charlas, encuentros con familias cuyos seres queridos reposan allí.
Es un lugar que ya no despierta ganas de cruzarse de acera, de persignarse casi en un gesto de superstición, sino de conocer tanto su historia como la verdad que los nombres recuperados están contando.