Crystal River y la danza acuática de los gigantes gentiles
Por: Nelson Matta Colorado*
La experiencia de avistar y nadar con los manatíes es uno de los principales atractivos turísticos de esta ciudad de Florida, Estados Unidos.
Cualquier miedo que pudiera existir antes de entrar al agua, se disipa cuando aparecen los manatíes. Con su nadar pausado y tierna mirada, parecen esmerarse por ser buenos anfitriones, por que el humano recién llegado se sienta como en el seno de una familia. Y así logran, sin duda alguna, que estar junto a ellos sea una de las mejores experiencias que se pueda tener en la vida.
Contemplar a estos asombrosos mamíferos es la aventura que hace de Crystal River uno de los destinos turísticos más apetecibles de Florida, en Estados Unidos.
La ciudad es pequeña en cantidad de habitantes, apenas unos 4.000, pero esconde maravillas naturales que hacen que valga la pena comprar los tiquetes.
Crystal River tiene costa en el Golfo de México y su territorio está irrigado por múltiples arterias fluviales y manantiales, por lo que la vida acuática es el eje cultural de sus habitantes. Las buenas comidas, los restaurantes, los hoteles y los paseos usualmente tienen como telón de fondo el atardecer sobre las aguas.
Y si el mundo acuático es el escenario de la vida cotidiana, los manatíes son las estrellas del show, pues alrededor de su avistamiento y conservación se desarrolla gran parte de la economía turística de Crystal River.
Visité sus calles y afluentes en la primera semana de diciembre de 2023, queridos lectores, y en este artículo voy a compartirles cómo fue la emocionante vivencia de nadar con estos enormes herbívoros, también llamados “vaquitas marinas”.
Crystal River tiene costa en el Golfo de México y su territorio está irrigado por múltiples arterias fluviales y manantiales, por lo que la vida acuática es el eje cultural de sus habitantes. Foto: Nelson Matta Colorado.
Grafitti callejero de los manatíes en Crystal River, Florida. Foto: Nelson Matta.
¿Cómo se llega a la ciudad?
Para llegar a Crystal River desde Colombia, se puede tomar un vuelo directo a Miami, partiendo de los aeropuertos de Medellín, Bogotá o Barranquilla; al llegar allí, abordar un trasporte terrestre por un trayecto aproximado de cinco horas. Otra opción es volar a Orlando desde Bogotá, y luego viajar por autopista durante una hora y media.
Aunque algunos lugareños se refieren a este sitio como “un pueblo”, debido a los pocos habitantes y el territorio de unos 18 kilómetros cuadrados (Medellín tiene 382 km2 y Bogotá 1.640 km2), el visitante se encuentra con una ciudad desarrollada, con vías y servicios públicos óptimos, infraestructura moderna y cómoda hotelería.
Estuve hospedado en el hotel Plantation Resort on Crystal River, que cuenta con piscina, spa, campo de golf, paisaje ribereño y habitaciones confortables. Se los recomiendo.
Hay múltiples empresas turísticas que ofrecen paquetes de experiencias con los manatíes, aunque para esta ocasión el plan estuvo a cargo del Centro de Aventuras del propio Plantation Resort, que organiza “encuentros cercanos con el gigante gentil”.
El hotel Plantation Resort on Crystal River cuenta con piscina, spa, campo de golf, paisaje ribereño y habitaciones confortables. Foto: Nelson Matta Colorado.
Anfitriones bajo el agua
El tour comienza a las 5:00 de la madrugada en el muelle del hotel, donde el personal del Centro de Aventuras te entrega un traje de neopreno, una careta y un tubo snorkel para respirar bajo la superficie. Al ponerme el traje, tan ceñido al cuerpo, me di cuenta que tenía un poco de barriga (¡solo un poco!).
Luego hay que observar un video instructivo, con las medidas de seguridad para nadar con los manatíes y hacer un avistamiento pasivo: no se debe perturbar su siesta, no hay que separar a las madres de sus crías, no hay que pararse encima de ellos ni tocarlos adrede. Sin embargo, si ellos quieren acercarse y tocarlo a uno, hay que aceptar con feliz sosiego su curiosidad, pues al fin de cuentas entraremos a su territorio.
Partimos en un bote por la bahía de Los Reyes (Kings Bay) y durante el trayecto de cinco minutos, el capitán explicó que la mejor época para el avistamiento de las vaquitas marinas es entre mediados de noviembre y marzo. En esa época, las manadas salen del Golfo de México buscando aguas dulces para descansar, reproducirse y alimentarse.
Uno de sus destinos predilectos es Crystal River, donde abundan los manantiales y el clima cálido. El bote se detuvo en King Spring (Manantial del Rey), cerca de la isla Banana, donde había otras embarcaciones con más turistas.
En el lugar, de poca profundidad, había un grupo de, por lo menos, 40 animales. Allí fue la inmersión. Debo confesar que al principio estaba nervioso. Flotando en la superficie, mientras miraba el fondo de la bahía, sentía cierto estrés por violar las normas del video: “no tocar, no pisar, no perturbar”.
De súbito, giré la cabeza y casi me estrello con uno de ellos. El desplazamiento del manatí es tan lento y fluido, que no produce sonidos perceptibles bajo el agua.
El mamífero tendría unos tres metros de largo y tal vez 400 kilos de peso, según me contó luego el capitán. Me miraba el rostro a pocos centímetros de distancia, como si intentara reconocerme. Después nadó alrededor y pude notar que tenía una cicatriz cerca de la aleta derecha, en forma de tres líneas blancas, al parecer producidas por la hélice de un barco.
Los manatíes rodearon a los turistas, por debajo, encima, a los lados, dándoles la bienvenida. Aunque son animales salvajes, el comportamiento es similar al de los perros domésticos, es decir, dócil y amable. Tal vez por eso son una especie en riesgo, pues parecen incapaces de distinguir a un humano peligroso de uno que no lo es y, de acuerdo con los portales especializados, el hombre es su único depredador.
En breve fui abordado por cuatro manatíes, que llegaron en diferentes direcciones, y me impulsaron a nadar con ellos. No empujan, son gentiles, pero su enorme masa te invita a moverte para no quedar apresado cual sánduche entre sus carnes.
En un momento, me sentí como en un vagón del metro en la hora pico. Todos apiñados, turistas y manatíes, aunque con la sensación de volar en las cristalinas aguas del manantial.
Me gusta pensar que tuve una conexión especial con el manatí de la cicatriz. Si bien se alejaba por momentos, regresaba siempre a mi lado, como si me hubiera escogido. Por él descubrí que cuando los de su especie se sienten en confianza, nadan girando sobre su eje, exponiendo el lomo y luego la panza, en una forma de juego.
Los manatíes propusieron el tacto, similar a los gatos que se frotan contra la pierna del amo. Se enroscaron entre los turistas, rosando sus partes contra los trajes de neopreno. La piel de estos vertebrados es áspera, con muchos pliegues y vellos, y de cerca sus ojos son dos bolitas negras, que miran desde la profundidad de un orificio rugoso.
La visita al manantial duró casi tres horas, y terminó con un chocolate caliente y una fotografía en el bote. A esa hora ya el sol iluminaba la superficie, dejando ver a los manatíes que asomaban la cabeza para despedirse.
Viendo sus hocicos asomados, pensé para mis adentros que algún día regresaré a Crystal River, a danzar de nuevo bajo el agua con los gigantes gentiles.
La visita al manantial duró casi tres horas, y terminó con un chocolate caliente y una fotografía en el bote. Foto: Ryan Dahn, Centro de Aventuras de Plantation Resort on Crystal River.
*Contenido en colaboración con Visit Florida.