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Sri Lanka, así es la isla vacacional que fue devuelta al terror el domingo

Los atentados en Sri Lanka aumentan la tensión política en este país, cuya influencia se disputan India y China.

Periodista de la Universidad de Antioquia. Creo que es bello dedicarse a leer el mundo, a buscar los trazos que dan forma a esa figura punteada. Creo en los párrafos borrados, en las conversaciones obsesivas, en las palabras que buscamos y, a veces, encontramos.

23 de abril de 2019

Sri Lanka, la isla tropical que ha sido llamada “La lágrima de India” por su ubicación geográfica, de alguna forma vivió esta última década de paz tras la guerra civil con el miedo de una nueva tragedia.

El país del Océano Índico en el que el pasado domingo de pascua murieron 290 personas por el estallido de varias bombas coordinadas en iglesias cristianas y hoteles de lujo, fue durante estos años un destino turístico en ascenso y, a la vez, una sociedad traumatizada por 26 años de conflicto entre la mayoría budista, los cingaleses, la minoría hindú y los tamiles.

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Esta doble realidad, entre recuperación económica y el temor, está en las cifras. En 2009, cuando concluyó la guerra con la victoria del gobierno cingalés de Mahinda Rajapaksa, 448.000 personas llegaban como turistas a la isla. Para 2010, según el Banco Mundial, esta cantidad llegó a 2,11 millones.

En contraste, un 45 % de la población sigue viviendo con menos de 5 dólares al día, según el Banco Mundial. Además, se calcula que el 10 % de sus 21,4 millones de habitantes tienen problemas de salud mental y, según el Ministerio de Salud, 800.000 sufren depresión como consecuencia de la guerra que, el domingo, revivió en la memoria de los ciudadanos.

Un punto en el Índico

Pero esa tragedia esperada no llegó por las tensiones religiosas del pasado. Según dijo en una conferencia de prensa el portavoz del gobierno, Rajitha Senaratne los responsables de los atentados serían miembros el grupo islamista National Thowheer Jama’ath (NTJ), una pequeña célula extremista que hasta ahora solo era reconocida por romper narices de estatuas de Buda en templos de la ciudad de Mawanella en 2017.

Es justo por su falta de capacidad logística que, de acuerdo con el gobierno, el atentado habría sido ejecutado con apoyo de una red terrorista extranjera.

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“El ataque sigue la lógica de otros del Estado Islámico o Al Qaeda, en los que se busca causar el mayor daño internacional posible aprovechando las fechas de vacaciones y la cantidad de extranjeros que hay en el país”, señala Alejandro Godoy, especialista en Asia de la U. Javeriana.

Es decir, la propia reinvención de Sri Lanka como un paraíso turístico para atraer extranjeros sería la que habría convertido a este país en un territorio útil para el extremismo islámico en su disputa con occidente.

El resultado, además de la ruptura de la frágil paz en este país asiático, puede ser la detonación de las tensiones entre sus facciones políticas y religiosas, acentuadas por una caída en las cifras del turismo que afectaría la economía.

Como explica Ernoko Adiwasito, experto en Asia de la Universidad del Rosario, las dos líneas enfrentadas por el poder en Sri Lanka –representadas por el presidente Maithripala Sirisena y el primer ministro Ranil Wickremesinghe– no han perdido tiempo para acusarse mutuamente, de forma indirecta, por no prevenir los ataques pese a que fueron anunciados previamente (ver recuadro).

De acuerdo con el experto, para cuando los reflectores de la comunidad internacional y gran parte de los turistas se vayan, el escenario de Sri Lanka será el de una isla devuelta al miedo