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El silencio respecto a la coca en Perú, un eventual riesgo para Colombia

A un mes de llegar al poder, Pedro Castillo no da señales de su política contra el narcotráfico.

Periodista de la Universidad de Antioquia con estudios en escritura de guión de ficción y no ficción.

24 de agosto de 2021

Pedro Castillo es apenas hace un mes presidente de Perú, poco para cualquier balance de resultados pero suficiente para acumular tres crisis de gobierno. Los primeros días del nuevo presidente peruano han sido ruidosos, no solo por la dificultad que ha tenido para formar un gabinete, también por los silencios que mantiene y que atañen no solo a los peruanos.

El último foco de atención para Castillo se concentró en la renuncia de su ministro de Exteriores, Héctor Béjar, tras 19 días en el cargo. Al exguerrillero de 85 años lo sacaron del gabinete unas declaraciones de noviembre de 2020 en las que culpaba a la Marina peruana de haber iniciado el ciclo de terrorismo en el país.

No es la primera vez que referencias a ese pasado le acarrean problemas a Castillo. Ya el presidente de su Consejo de Ministros, Guido Bellido, había estado en el centro de cuestionamientos por unas declaraciones de abril pasado que se leyeron entonces como justificaciones o incluso apoyo a Sendero Luminoso. Por ellas enfrenta actualmente una investigación preliminar de la Fiscalía por el presunto delito de terrorismo. Junto a él también se investiga a Vladimir Cerrón, fundador de Perú Libre, el partido que avaló a Castillo, y a Guillermo Bermejo, congresista (2021-2026) por el mismo grupo político.

Con todos, como es natural, ha tenido contacto Castillo. Con Bermejo se le vio haciendo campaña en Pichari, al sur del país. Allí se reunió con cocaleros del Valle de los Ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem), una zona del centro de Perú que concentró en 2019 el 48 % de toda la superficie cultivada con coca de Perú, unas 26.028 ha de un total de 54.655 ha, según la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida).

Ambos políticos, Bermejo y Castillo, criticaron la estrategia antidrogas del Estado y prometieron una ley de hoja de coca similar a la boliviana. Además de aquel comentario soltado en campaña, Castillo no ha tenido otra mención sobre el tema pese a que después de Colombia, Perú es el segundo país con más cultivos sembrados de coca del mundo. El silencio es absoluto.

“No ha dicho qué va a hacer en ese campo y eso refleja mucho cómo la estrategia del Estado peruano es coyuntural”, explica Diego Tejada, investigador peruano actualmente en el Centro de Criminología de la Universidad de Toronto, “si en algún momento los cultivos crecen de forma exponencial, probablemente se volverá un objeto de atención”. Tejada ha investigado el tema en la frontera con Colombia, una selva de más de 1.600 kilómetros de longitud.

Allí, del lado peruano se estimaban para 2019 cerca de 2.000 ha de coca. A su flanco, en el Putumayo colombiano, se concentra la tercera mayor área sembrada del país, con más del 14 % del total nacional según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodoc), unas 22.041 ha de un global de 143.000 ha

“Los actores del lado peruano son básicamente agricultores campesinos nativos. Hay una simbiosis muy grande entre esas comunidades. la coca y los actores armados que las proveen de viveres. Ellos hablan de ‘los colombianos’ que controlan la zona”, explica Tejada. Entender la naturaleza campesina de esas zonas peruanas podría das vistas de la actitud futura de Castillo.

“Él también es un campesino, maestro de escuela, que ha sido miembro de las rondas campesinas, organizaciones que ejercen seguridad ciudadana de una forma paralela a la policía. En la mayoría de zonas de cultivo hay presencia de estas rondas. No creo que el presidente y su partido vayan a tener mucha motivación para ir en contra de estas organizaciones”, dice Tejada. Al lado colombiano el mapa cocalero evidencia una presión de cultivos en consolidación.

Si bien el informe de la Unodoc reporta una reducción de 2019 a 2020 en Putumayo, también señala que se consolidó un nuevo enclave cocalero, Orito-Vides, contiguo al enclave Frontera Putumayo, que tuvo un incremento en hectáreas. A este tipo de riesgos se suele responder de manera conjunta cuando se trata de fronteras. Un mes después del ascenso de Castillo en Perú, el silencio rodea ese compromiso.