Murió el papa que llamaba todos los días a Gaza: la voz que no abandonó a los cristianos bajo las bombas
Durante 18 meses, incluso desde el hospital, el papa Francisco llamó a diario a la única parroquia católica en Gaza para dar consuelo y esperanza.
Periodista de EL COLOMBIANO.
Mientras el mundo miraba con horror la destrucción en Gaza, una voz cruzaba cada noche el desierto digital para llegar a una pequeña parroquia sitiada. Era la voz del papa Francisco, quien desde el 9 de octubre de 2023 y durante 18 meses llamó casi todos los días al padre Gabriel Romanelli, párroco de la Iglesia de la Sagrada Familia, para preguntar cómo estaban, ofrecer su bendición y recordarles que no estaban solos.
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Ni siquiera la bronquitis que lo llevó al hospital Gemelli en Roma detuvo esa cadena de llamadas. Desde una habitación en la décima planta del hospital, el Papa —ya debilitado— seguía insistiendo en marcar el número de Gaza, incluso durante apagones.
“Tengo que cuidarme”, decía con voz cansada. Pero su espíritu seguía fuerte.
Lo que empezó como una muestra de solidaridad, se convirtió en una tradición espiritual, casi un sacramento para quienes viven bajo el asedio en Gaza. “Una llamada que duraba un minuto, pero nos sostenía el alma”, decía el padre Romanelli, misionero argentino.
“El abuelo” que llamaba por WhatsApp
En Gaza lo conocen como el abuelo. Así lo llaman los niños que viven refugiados en el complejo parroquial que sirve de hogar a unas 500 personas, entre ellas cristianos católicos, ortodoxos, protestantes y también algunas familias musulmanas.
Allí, a las 7:00 de la noche —hora local— ya sabían que sonaría el celular del padre Romanelli o del padre Yusuf Assad.
Las llamadas duraban un minuto. A veces videollamadas. A veces solo un mensaje. Pero siempre estaban ahí. “¿Qué comieron hoy? ¿Cómo están los niños? ¿Los soldados han entrado?”, preguntaba el Papa. Luego rezaba, bendecía, bromeaba en árabe y prometía seguir cerca.
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“No es guerra, es crueldad”, dijo Francisco en diciembre de 2024, cuando denunció el asesinato de una madre y su hija por francotiradores israelíes mientras iban al baño.
Siempre fue claro: condenó el terrorismo de Hamás, pero también denunció la desproporción y el castigo colectivo contra los civiles palestinos.
En un mensaje, el papa escribió al padre Gabriel: “Gracias por tu cercanía y tus oraciones. Les devuelvo mi bendición”. Era domingo por la noche. El párroco no esperaba comunicación, sabiendo que el estado de salud del pontífice era delicado. Pero llegó el mensaje, como cada noche de estos largos meses.
El video que conmovió a Roma
Antes de su última llamada, la comunidad en Gaza le envió un video al Papa. En menos de 40 segundos, con bufandas al cuello y chaquetas contra el frío, niños, monjas y feligreses se alinearon bajo el fresco de la Sagrada Familia.
Un anciano dijo: “Muchas gracias, le deseamos buena salud, rezamos por usted todo el tiempo”. Y todos juntos, en coro, concluyeron: “¡Shukran, shukran! Que Dios lo bendiga siempre”.
Desde su cama, el papa vio ese video. Esa noche, volvió a llamar. Fue una de sus últimas videollamadas a Gaza.
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A pesar de su salud, el papa insistía en llamar incluso durante los días más oscuros de su hospitalización. El padre Romanelli confirmó que en las primeras jornadas internado, logró comunicarse dos veces por videollamada, a pesar de un apagón total en Gaza City.
“Escuchamos su voz. Estaba cansado, sí, pero lúcido, claro, presente”, contó.
La fe como resistencia
A lo largo del año y medio de guerra, el Papa no fue un mero observador. Denunció con firmeza lo que llamó “crueldades” en Gaza. En diciembre de 2024, dijo sin ambigüedades: “Esto no es guerra, es crueldad. Una madre y su hija fueron asesinadas por francotiradores mientras iban al baño. Eso es terrorismo”.
Cuando las autoridades israelíes impidieron la entrada al Patriarca Latino en Gaza, también alzó la voz. Fue uno de los pocos líderes mundiales que condenó tanto el ataque terrorista de Hamás como el castigo colectivo contra los civiles palestinos.
Francisco sabía que su voz tenía poder, y la usó hasta el último momento. “No se puede ser neutral frente al sufrimiento”, repetía.
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Francisco no conoció en persona a muchos de los que escuchaban su voz en Gaza, pero les acompañó como pocos lo han hecho en tiempos de guerra. Su muerte deja un vacío en la comunidad católica global, pero especialmente en esa iglesia sitiada que lo esperaba cada noche.
La parroquia de la Sagrada Familia en Gaza, en medio de los escombros y la esperanza, perdió a su abuelo. El mundo perdió a un pastor que nunca colgó el teléfono cuando más se le necesitaba.