El salafismo, la secta que agrupa a los yihadistas
¿De qué ideología se origina el odio religioso y la barbarie que golpea al mundo y especialmente a Medio Oriente? Un experto respondió al interrogante.
El mundo occidental empezó a conocer que existía una secta e ideología llamada salafí, wahabí, takfiri, a raíz de los trágicos acontecimientos terroristas del 11 de septiembre contra las torres gemelas (2001), los atentados de Madrid (2004), Londres (2005), y Paris (2015). Y especialmente con el surgimiento de los movimientos yihadistas muy bien publicitados: Al- Qaeda de Osama Bin Laden, los talibanes de Afganistán, Boko Haram (Nigeria), Al Nusra (Siria), Ansar Islam (Mali), y el reciente Estado Islámico.
Así mismo la opinión pública especializada está sorprendida al descubrir que los países patrocinadores de esta ideología (Arabia Saudita, Kuwait, Catar, Emiratos Árabes) son los principales aliados políticos, económicos y militares de las grandes potencias del mundo occidental: E.U, Reino Unido, Francia, España, Alemania e Italia. Pero detrás de eso hay toda una historia.
Mientras Europa vivía el siglo de Voltaire, el siglo de las luces, la enciclopedia y la Revolución Francesa, en ese mismo siglo XVIII el mundo musulmán árabe se sumergía en la profunda oscuridad con el surgimiento de una secta fundada por un teólogo del Najd (hoy Arabia saudita) llamado Mohammad Ibn Abul Wahab (1703-1792), quien a su vez se inspiró en la doctrina del jurista sirio del siglo XIII, Ibn Taymiyya (1263-1328).
Estos religiosos reclamaban ser los intérpretes más fieles de la doctrina sunita, que es la rama mayoritaria del Islam. Y aquí surge el primer gran engaño para los nuevos musulmanes de Occidente. El salafismo tiene su origen en la doctrina más pequeña, mas ultraortodoxa, literalista, sectaria y fanática que es el hambalismo. Recibe este nombre del jurista del siglo IX Ahmad ibn Hanbal (780-855), quien se oponía radicalmente a cualquier forma de intromisión de la razón humana, la filosofía, la diversidad doctrinal teológica (el kalam), la mística (sufismo e irfan) en la interpretación de las fuentes primarias del Islam: el Corán y la Sunna (Las enseñanzas y prácticas del profeta Mahoma).
Minoritaria en las ramas
En el curso de los siglos IX y X se estructuraron las cuatro escuelas jurídicas clásicas del Islam sunita: Malikismo, hanafismo, shafiísmo y hambalismo. Estas escuelas jurídicas llevan el nombre de sus fundadores. El malikismo es mayoritariamente seguido por los pueblos del norte de África, del Sahara, como Marruecos, Túnez, Argelia, Libia, parte de Egipto, Mauritania. Fundado por el Imam Malik Ibn Anas (711-795 d.c.) fue la doctrina oficial de la España islámica (Al-Andalus) que permitió la mayor era de coexistencia pacífica y fraternal de la historia del Islam y Occidente. Durante ocho siglos, musulmanes, judíos y cristianos construyeron un crisol de culturas sin parangón en la evolución de las religiones abrahámicas.
La doctrina hanafi es la mayoritaria, y es seguida por el 45 por ciento del mundo sunita, en Turquía, Bosnia-Herzegovina, Albania, Kosovo, Pakistán, India, Siria, Líbano, y Palestina. Fue fundada por el Imam Abu Hanifa (699-767 d.c), y ha sido considerada una doctrina liberal. Por ejemplo no contempla castigos para la apostasía.
La escuela jurídica Shaffi´i es seguida en Malasia, Indonesia, parte de Egipto. Fue fundada por el Imam Muhammad ibn Idris al-Shafi´i (767-820 d.c) Es famosa por sistematizar el derecho islámico. Se le considera una corriente racional, a la vanguardia en el tema científico Halal (fármacos, servicios). Las tres escuelas del sunismo mencionadas anteriormente se reconocen entre sí mismas como legítimas, y le dieron el aval a la cuarta escuela que es el hambalismo, pero esta no devolvió el favor reconociendo las otras.
El hambalismo es la corriente minoritaria de Islam sunita, difícilmente alcanza el 3 por ciento de la población del mundo musulmán. El salafismo tiene su origen en esta visión monocolor. Las preguntas que surgen son: ¿Dónde radica su poder? ¿Por qué el mayoritario mundo sunita ha sido acorralado y secuestrado por esta contracorriente?
Expansión
El salafismo es conocido en Oriente y Occidente con los calificativos de wahabismo por el nombre de su fundador Abdul Wahab y también como takfirismo por su doctrina del anatema que consiste en considerar a los “malos musulmanes” que no comparten su ideal como sus enemigos.
Ellos fundaron el Reino saudí en 1932 junto con su histórico aliado desde el siglo XVIII, la familia del clan Saud, que le da su nombre. La razón principal de la existencia de esta monarquía que controla los lugares más sagrados del Islam, que son las ciudades de la Meca y Medina; fue la alianza que establecieron con el Imperio Británico desde finales del siglo XIX y principios del siglo XX para debilitar y destruir el Imperio Otomano.
La idea de utilizar el salafismo-wahabismo por parte de potencias occidentales para debilitar y evitar el resurgimiento del mundo musulmán clásico es de vieja data. La famosa “primavera árabe” consistió en desempolvar y desarchivar la misma vieja estrategia, solo que esta vez fue utilizada para crear el caos, la disolución y destrucción de la identidad nacional en Libia, Egipto, Siria, Irak y Yemen. Es bastante extraño que a Turquía, una de las grandes potencias del mundo musulmán, se le sindique de cooperar con estos movimientos reaccionarios para derrocar al gobierno laicista de Siria. Al gobierno de Turquía se le olvidó que fue esta secta salafí–wahabí la que más ayudó a la destrucción del otrora y glorioso Imperio Otomano.
El salafismo es la doctrina religiosa e ideológica oficial del Islam imperante en Arabia Saudita, Kuwait, Baréin, Catar y el Emirato árabe de Sharjah. El descomunal poder de sus petrodólares les ha permitido ir controlando los principales centros educativos del mundo sunita.
En las últimas décadas, la histórica Universidad de al- Azhar, la más prestigiosa de Egipto y el mundo árabe, ha venido sucumbiendo a su influjo. Esta universidad, que fue fundada en el siglo X por los chiítas ismaelíes de la dinastía de los fatimíes, ha tenido por política la enseñanza de las tres principales corrientes del sunismo (malikismo, hanafismo y shafiísmo). En el curso del siglo XX se fue quedando sin recursos económicos por la crisis de Egipto en las guerras contra Israel y su lucha interna contra los movimientos fundamentalistas.
Esta debilidad económica, académica, teológica, científica e ideológica fue aprovechada por Arabia Saudita para ganar su control paulatinamente. Es importante aclarar que a Al-Azhar llegan miles de estudiantes de Oriente y Occidente a formarse en estudios teológicos. Es la mayor fábrica de religiosos del mundo musulmán, que luego son enviados a miles de mezquitas y madrasas que dependen económica e ideológicamente de Arabia Saudita, Kuwait o Catar.
Como se entenderá, estos reinos ricos no solo compran los más famosos clubes de fútbol de Europa, los bonos del tesoro público de estos países, sino lo que es peor, compran la conciencia de los religiosos para que difundan e impongan la secta salafí a través de folletos, libros, revistas, páginas web, emisoras, canales de televisión, etc.
Extremismo
El resultado de esta pseudo-educación “islámica”, es que los jóvenes que aprenden del salafismo terminan rechazando el contacto con su propia familia al considerar que son infieles (kuffar). Se legitima con facilidad el maltrato a la mujer, se promueven interminables confrontaciones dogmáticas en las mezquitas, se reduce la espiritualidad y el recuerdo de Dios (dhikr), a manifestaciones simples y burdas, que no trascienden a largo plazo, en comparación con la sabiduría y belleza de la mística tradicional clásica sunita, chiíta o sufí.
Esta secta que dice ser el Islam verdadero del profeta Mahoma, pero que en realidad terminó secuestrando al sunismo mayoritario, sostiene falacias como la siguientes:
“No hay sino un solo Islam (no hay sino una sola verdad); el mundo está dividido entre el mundo de la guerra y el mundo del Islam; el mundo está dividido entre fieles e infieles; a la mujer hay que guardarla en su casa como se guarda una joya en un cofre; la filosofía y la mística (el sufismo e irfan) son una innovación (bida) y por tanto infidelidad (kufr); quien construya y visite los mausoleos y santuarios de profetas, santos, sabios y héroes es un idólatra, estos lugares deben ser destruidos, y los peregrinos a estos lugares deben ser declarados infieles y eliminados”.
“La música y la poesía están prohibidas. El diálogo, la cooperación y la amistad entre chiítas, sunitas y sufís es una herejía. El amor a la patria y las manifestaciones patrióticas son actos de idolatría”. Celebrar el cumpleaños del profeta Jesús y Mahoma también está prohibido.
Lo más increíble es que el prosélito de esta secta termina convencido que es experto del “Islam”; vive buscando dónde está el enemigo de su fe. Su odio permanente a las diversas formas doctrinales, culturales, filosóficas y políticas del mundo musulmán lo llevan a concebir el mundo en constante guerra. Como todo fanático, tiene el sueño ligero.
Es fácil identificarlos porque repiten como zombis palabras como las siguientes: shirk (politeísmo) bida (innovación) haram (prohibido) kufr (incredulidad). El salafismo pretende encerrar en una pequeña y oscura prisión de cuatro paredes océanos de sabiduría que han llevado al Islam a construir una de las civilizaciones más brillantes e influyentes de la historia de la humanidad. A esta aterradora concepción de la religión no se le debe permitir que prolifere en los países.
Vengo sosteniendo hace muchos años que no es muy difícil para un Estado y sus servicios de inteligencia investigar con objetividad los grupos públicos y secretos que difunden estas ideas de confrontación. Nos sorprende sobre manera las estadísticas que hacen nuestros gobiernos occidentales de los efectos que produce el terror, pero no se estudia seriamente sus causas.
Lo que sobresale del inmediatismo mediático es la elaboración de listas de responsables de los atentados de turno, pero casi nunca aparece la pregunta fundamental: ¿a quién le conviene estos actos de barbarie? Hasta las más grandes instituciones religiosas de Occidente, como la Iglesia Católica, han terminado confundidas.
Con el prurito del “diálogo interreligioso” han terminado legitimando, sin saberlo, a oscuras sectas provenientes del mundo musulmán que se presentan con un inusitado pietismo, mientras los líderes de sus organizaciones en Asia y África persiguen, desplazan, secuestran y asesinan a sus hermanos cristianos, por lo que se entenderá por qué el carismático Papa Francisco ha visitado en su corto reinado países como Jordania y ha hecho permanentes llamados desesperados por la paz.
Puntos de acción
Para enfrentar la oscura noche del extremismo sectario religioso, y dejarlo sin argumentos, son necesarias acciones y compromisos:
1. El mundo occidental puede negociar con los petrodólares de las monarquías ricas del mundo árabe, pero no debe negociar sus valores supremos legitimando el salafismo-wahabismo, y todos los movimientos a los que esta pseudo-visión ha dado origen.
2. La defensa de un Islam del pluralismo; del diálogo y alianza entre civilizaciones; de la mística; la filosofía trascendental; un Islam ilustrado y un humanismo islámico.
3. Se debe enfrentar el salafismo-wahabismo estableciendo con urgencia una alianza sincera y de corazón entre las corrientes filosóficas, jurídicas y místicas de las tres grandes tradiciones históricas del Islam: sunismo, chiísmo y sufismo; junto con los gobiernos, la academia y los medios de comunicación del mundo occidental.
4. Si el mundo musulmán y sus potencias no tienen como política de difusión religiosa y cultural la producción, traducción y exportación masiva de los textos clásicos de la literatura religiosa, jurídica, filosófica y mística del Islam tradicional y sus escuelas de pensamiento; entonces el mundo occidental sí debe hacerlo, de lo contrario perderá la guerra contra el extremismo de origen islámico.
5. Consagrar ante la Unesco como patrimonio histórico, cultural y espiritual de la humanidad el legado de los grandes maestros civilizadores como Mahoma, Jesús, Buda, Lao Tse, Confucio, Kukulkan, María, Fátima, etc.
Esto permitiría no solo una reforma de la academia para consolidar el diálogo y alianza entre civilizaciones, sino que les daría herramientas más efectivas a nuestros gobiernos y legisladores para implementar en los códigos penales sanciones ejemplares a quienes pasan olímpicamente de la sagrada libertad de expresión a la injuria y la calumnia.
En suma, los grupos yihadistas se originan en una lectura sectaria, fanática, literalista, y supuestamente pietista del sagrado Corán y la verdadera tradición. Tienen una falsa visión de la política, ignoran los avances de la civilización islámica de 1.400 años. Es decir, quieren borrar más de 1.000 años de diversidad doctrinal y cultural, negando los aportes del Islam a la historia, la filosofía, el arte, la ciencia política, la literatura, la mística. Pretenden hacer una nueva lectura del Corán, ajustando los principios a su propia versión.