Histórico

Wbeimar y Campuzano unen su gloria de nuevo

Tras 16 años de separación, Wbeimar Muñoz Ceballos y Jorge Eliécer Campuzano vuelven a juntarse para vivir el fútbol

20 de septiembre de 2014

Se fue a Bogotá por cinco años y se quedó dieciséis.

El Espectacular del Fútbol, Jorge Eliécer Campuzano sintió como si hubiera recuperado el paraíso perdido, cuando, en julio pasado, tan pronto dieron el pitazo final del Mundial de Fútbol de Brasil, junto a su esposa, Consuelo, empacó corotos, salió del aire frío de la capital y emprendió viaje de regreso a Medellín.

Está sentado frente a Wbeimar Muñoz Ceballos en un café de centro comercial, saboreando un capuccino. Explica que llegó tarde a este encuentro porque se demoró de más en el telenoticiero donde presenta información deportiva.

—¿Eh, y a vos quién te invitó a venir? —bromeó Wbeimar, graduado de técnico de fútbol en Argentina, Chile y España, y con maestría de una universidad ibérica.

Wbeimar emite palabras elogiosas sobre el narrador. Dice que es una persona extraordinaria, que a nadie irrespeta ni hiere. "Y muy rezandero", agrega. Devoto del Señor de los Milagros de su Buga natal, se acostumbró desde hace décadas a narrar con la estampa de su patrono empuñada en su diestra.

El relator sonríe y cuenta que en 1998, en el Mundial de Francia, escuchó entre sus compañeros el rumor que "el doctor Alarcón, Ricardo Alarcón, presidente de Caracol, planeaba trasladarme a Bogotá para remplazar a Edgar Perea en la transmisión deportiva".

Pasaron los años, uno tras otro, hasta ajustar 16. Desde el año pasado quería venirse. Ya había sacado adelante a sus hijos. Su nieta, estudiante de medicina en Medellín, le preguntaba insistente que hasta cuándo debería esperar para tener a sus abuelos al alcance de las manos para estarlos abrazando. Estaba decidido. Como él come fútbol se dijo que alquilaría un espacio en una emisora pequeña, buscaría a algún comentarista que lo acompañara en las transmisiones de los partidos de los equipos antioqueños. Y listo.

—Pero en diciembre, Mario Múnera, el de Marllantas, me dijo durante un almuerzo que cuál era la bobada. Que yo debía volver a trabajar con Wbeimar. Que él mismo se encargaría de reunirnos.

—A mí me encantaba la idea —intervino el comentarista más técnico—. Desde hace tiempos lo invitaba, esporádicamente, a narrar partidos, en compañía de Adriano, el Relator de Antioquia, cuando me enteraba de que disponía de tiempo. Lo que yo creía era que a este no había con qué pagarle. ¿Más café?

—No, más bien agua —le responde. Y volviéndose hacia mí, sigue narrando la historia de su regreso, como si se tratara del relato de un partido en el cual ellos se fueran dando el cambio—. Pero yo le dije que por eso no se preocupara. Que yo estaba dispuesto a acomodarme a las circunstancias, pues lo que me interesaba era estar aquí y a con él.

Campuzano comenta que no hay nada que se compare con la hospitalidad de los antioqueños. Y que nadie entiende el significado del cariño de la gente, hasta que deja de recibirlo.

—¡Ay, el cariño de la gente… —Interpela el hombre que comenta "con los ojos en la cancha y el corazón en los oyentes"—. En ese tiempo, más o menos cuando Campuzano se fue, a mí también me hicieron ofertas para trasladarme a Bogotá. Si yo me hubiera ido, quizás habría alcanzado más reconocimiento nacional… Pero no me arrepiento de haberme quedado en la región. No cambiaría el cariño de la gente por esa supuesta fama de más que habría ganado.

—Lo detienen a uno en la calle —narra el otro— y no tanto para decirle: "son los mejores" o "esto y aquello", sino para decirle: "qué bueno que están juntos de nuevo".

—Y la sintonía va en aumento.

50 años
Hace menos de un mes, el Espectacular del Fútbol recibió un homenaje de la Alcaldía de Buga, por sus Bodas de Oro como narrador deportivo.

Ese día, Wbeimar pronunció un panegírico sobre su amigo, que le arrancó lágrimas al homenajeado.

Claro, le tocó el alma a él, de quien Javier Hernández Bonnet, el comentarista de fútbol, dice que llora despidiendo un avión de carga.

Pero en este caso, no era para menos: en el discurso hubo alusión a su madre, quien perdió la vida en un accidente de tránsito, 15 días después de que Jorge cantara uno de los goles más bellos de su carrera, conocido como la Malasqueña. Gol del peruano Eduardo Malásquez, quien jugaba para el Independiente Medellín. Las palabras alusivas a ella fueron estas:

(...) en este momento desde el azul del cielo, alguien está dirigiéndole una mirada con rasgos de poema, mientras baten sus alas ángeles y querubes. Es Lucila, quien también supo de llantos en la cuna y en la vida… y repite: ""es que te quiero tanto"".

—A veces, en la cabina del Estadio, en plena transmisión, miro a Wbeimar mientras comenta. Lo hace con calma y emoción. Le escucho y pienso: es tan analítico, tan racional, tan lleno de contenido. ¡Cómo sabe de fútbol… Sí, eso que está diciendo lo acabé de ver en la cancha".

Claro como el agua, el uno; técnico y riguroso, el otro, con su unión están sacudiendo el tema de las transmisiones deportivas desde la cabina 21 del Atanasio Girardot. Los aficionados los buscan para hacerse fotos con ellos.

—Y no solo los de la vieja tropa, pues eso es normal —Wbeimar lo dice—, sino también los muchachos de ahora. Los de Norte y los de Sur. Los de aretica en la oreja.