Histórico

Tres caballeros y un solo Luis

Hoy se inaugura en el Mamm la exposición Deseo y tormento del artista bogotano.

14 de noviembre de 2012

Caballero no está desnudo en ninguna parte, pero está desnudo. "De todas maneras él siempre dijo que esto era una especie de biografía. Él puesto ahí", dice María Margarita Malagón , la curadora. José Hernández lo expresó en el libro Me tocó ser así, refiriéndose a la unidad entre obra y vida: "Los cuadros no son de Caballero. Son Caballero".

Esta exposición es una retrospectiva cronológica y temática que muestra a ese hombre, que lo desnuda casi, desde el inicio hasta el final. Desde ese principio que tiene ya eso que nunca se fue: el cuerpo. Él había hecho, en obras tempranas, algunos paisajes, pero fue la figura humana la que lo sedujo. "Siempre dijo -cuenta María Margarita- que por medio del cuerpo podía expresar todo. Él hablaba del atractivo físico y estético que le producía el cuerpo masculino".

Tres Caballeros en un solo Caballero. "Es un artista de una absurda coherencia", indica Óscar Roldán , curador del Mamm.

Está ese Caballero, el de la Cámara del amor, con la que ganó la Bienal de Coltejer. Ese de colores fuertes, con herencia del cubismo, sin volumen, más gráfico. De cuerpos rollizos.

Está ese Caballero que empieza a manejar el espacio, el volumen, el cuerpo más sólido, con esa influencia de la tradición cristiana y del arte occidental. Todavía hay mujeres.

Está el Caballero que vuelve a lo abstracto, al cuerpo plano, sugerente, evocativo. Vuelve a perderse el espacio. Solo hay hombres. "Como si volviera a cerrar el círculo, pero pasando por ese proceso", precisa ella.

Son tres momentos de explicación. A Roldán , por ejemplo, le parece que son "dos polos y una transición, que no es del todo ni lo uno ni lo otro". Los momentos se hilan en dos conceptos, que son el nombre de la muestra: Deseo y tormento.

Luis Caballero buscó siempre la misma imagen: "La belleza del cuerpo del hombre, la tensión entre los cuerpos, su relación de deseo o de rechazo, su necesidad de unión" (Citado por su hermano Antonio en el libro Luis Caballero-homenaje).

Está entonces ese artista que envuelve: se siente ese placer, ese dolor ("esa ambigüedad le da riqueza a la obra", añade la curadora) en el rostro de ese hombre en trazos, que tiene la boca abierta. Es el límite de éxtasis. De deseo. De tormento.

Está ese artista al que le interesan las relaciones humanas, las fuerzas de tensión: esos hombres perdidos, abrazados u odiados, en el mismo lugar. "Entre el deseo y el tormento no hay nada -, concluye Roldán-. Está el cuerpo".