Histórico

Sonrojarse tiene solución

02 de marzo de 2009

Decía Darwin que sonrojarse es la más humana de las expresiones. Sin embargo, teñirse la cara de rojo es, también, una de las más incómodas jugarretas del organismo.

En eso están de acuerdo quienes se sonrojan de vez en mes, al hablar en público, pero lo sufren más quienes presentan una condición nombrada como rubor facial patológico.

"Yo me sonrojaba hablando por teléfono", dice el psiquiatra chileno Enrique Jadresic. "Toda mi vida sufrí una propensión intensa a ponerme colorado", cuenta.

Eso mismo lo llevó a trabajar sobre este tema y a escribir el libro When Blushing Hurts (Cuando sonrojarse duele).

El libro, que aún no se ha traducido al español, tiene una finalidad clara: ayudar a quienes se ponen rojos por nada.

¿Cómo? Indicándoles que pueden consultar al respecto con un psiquiatra y que hay alternativas terapéuticas para su situación.

Hay opciones, dice el psiquiatra, catedrático de la Universidad de Chile. Se puede tratar con psicoterapias o recibir una ayuda farmacológica como betabloqueadores y ansiolíticos.

Pero lo principal es que quienes presentan esta condición consulten con los especialistas.

"Es un problema importante que la gente trivializa, incluso los profesionales, cuando se trata de una situación que afecta el día a día de los pacientes".

Patológico o normal
Es muy normal que, ante una situación embarazosa la cara se torne de color rojo. Una felicitación masiva, una caída... sucesos así.

"Pero pasa a ser patológica cuando el rubor es desencadenado por estímulos psicológicos menores, produce sufrimiento psíquico, interfiere con el rendimiento laboral o académico o afecta las relaciones sociales", asegura Jadresic.

Y, aunque no hay estudios que indiquen la frecuencia del rubor facial patológico, Jadresic señala que puede afectar a entre un cinco y un siete por ciento de las personas.

"Esta condición está relacionada con la fobia social, que la presenta el 13 por ciento de la población. De ellos, el 50 por ciento presenta ruborización patológica. Así que uno podría concluir que alrededor de un 6,5 por ciento pueden sufrir de esta ruborización por nada".

Opción quirúrgica
La última opción es pasar por el quirófano.

"Yo me la hice. El procedimiento se llama simpatectomía torácica endoscópica", dice el chileno.

Eso sí, advierte, es la última opción y solo para los casos más severos.

Es un tratamiento recomendado para la sudoración excesiva o hiperhidrosis que también tiene efectos sobre el sonrojo.

"En el tórax descienden dos cadenas nerviosas del sistema nervioso simpático. Se secciona bilateralmente y eso es todo", explica el psiquiatra. Con este procedimiento, agrega, se desactiva la acción del nervio que le da las señales al cuerpo para que aparezca el rubor.

Sin embargo, la operación es irreversible y puede conllevar efectos secundarios, como la sudoración compensatoria.