SOBRE EL PARALELO 38
Estación Geopolítica, que tiene que ver con fronteras visibles e invisibles, gente encerrada y otra vigilando, visas y pasos al escondido, acuerdos políticos y por debajo, movimientos comerciales y financieros, explotación de materias primas propias y ajenas, gente armada y alucinada (o alienada, como se quiera), gordos mirando por binoculares cuando ya saber dónde se esconde algo es fácil, para eso son los radares, los satélites y si es del caso (como bien sucede a pesar de la razón) brujas, hechiceros, nigromantes, prospectivistas, lectores del I-Ching y místicos con dioses en conserva.
En la tierra todo está revuelto y por eso se habla de caos, crisis, reacciones en cadena y más. Y entre las cosas que se revuelven están algunos líderes, pero no con otros, sino consigo mismos, autoexplotándose, como dice K. ChulHan (escritor alemán de origen coreano) en La sociedad del cansancio. Y en este querer ser un imaginario (esquizofrenia), el otro no existe más que como bolo para tumbar.
En 1949, los rusos y los norteamericanos se dividieron Corea. Para los comunistas el norte y el sur para los americanos.
Fue uno de esos extraños pactos de la guerra fría, que al fin criaron una buena cantidad de huevos de la serpiente (como el de la película de Bergman). Los gringos (que a todas partes cargan con la democracia) creyeron que con unas elecciones recobrarían la totalidad del país. Pero no fue así, porque en 1950, los comunistas locales (prácticamente cercados), fueron ayudados por China (y seguramente por Rusia) y terminaron por poner en aprietos a los marines de Douglas MacArthur, que se ofuscó y pidió que lanzaran tres bombas atómicas en Manchuria.
Ante semejante arrebato, Harry Truman, le pidió al general dejar el cargo y el asunto de Corea se zanjó con una línea recta.
La división, que pasó a la historia como el paralelo 38, creó una república democrática popular en el norte, que derivó en una de las tantas dinastías comunistas (y un desaforado culto a la personalidad), y al sur, un país capitalista anclado en USA, Japón y China nacionalista. Y en ese paralelo 38, a partir de un armisticio que no es frontera sino un pacto débil que depende del buen o mal humor, la dos coreas se miran como un par de gallos de pelea. El del norte creando mitos para las mentes de sus campesinos; el del sur viviendo en un falso Hong-Kong.
Y el gallo del norte, que es el que más hambre aguanta, rabia todo el tiempo, mientras el del sur, que engorda, pide que peleen por él. Lo que no se sabe bien es qué pitos tocan el gallo chino y el ruso, que también hacen parte del maíz y las apuestas.
Acotación: en los aledaños a las sociedades industrializadas y de servicios se producen focos de contaminación que crecen, mutan y se riegan. Y que cuando se quieren controlar, no hay sistema efectivo, pues si se tocan de todas maneras el golpe repercute en quien lo propina. Corea N es un callo que, cortándolo, haría chillar al dueño del dedo.