Histórico

Pipe, diamante en un cuerpo de cristal

SE LLAMA ANDRÉS Felipe Rodríguez y padece osteogénesis imperfecta, una enfermedad que hace que sus huesos se rompan como si fueran vidrio con un mero saludo. Él se ganó el afecto de los atletas en la Villa Suramericana.

25 de marzo de 2010

Yenire Yahari, tiradora con arco paraguaya, regresó ayer a su país, pero en la despedida de la Villa Suramericana no pudo evitar un gesto que el corazón le pedía a gritos: estamparle un beso en la mejilla a Andrés Felipe Rodríguez, agradecerle lo bello que fue con ella y felicitarlo.

"Me encantó Medellín y lo más grande que me llevo en el corazón es a Pipe, me gustan las personas así, trabajadoras y que hacen bien su labor", manifestó la chica luego de dejarle el número del teléfono y la dirección del correo electrónico.

Pero no fue la única efusiva en el adiós. Les pasó a muchos atletas y ejecutivos de las delegaciones hospedadas en la Villa con Andrés Felipe, un hombre diminuto en estatura y en silla de ruedas, pero con un corazón y espíritu tan inmensos, que si esos valores fueran a premiarse, para él sería la medalla de oro.

Este hombre de 29 años padece una enfermedad llamada osteogénesis imperfecta, un trastorno genético conocido como huesos de cristal, que le impidió crecer y le deformó manos y pies.

Su mal es tan delicado, que Andrés Felipe afirma que en la vida se ha fracturado cien veces. Sus huesos se parten con extrema facilidad, hasta en un apretón de manos, confiesa. Aún así, no se amilanó sino que quiso superarse. Actualmente termina el bachillerato y estudia una técnica en gestión comercial.

Para premiar sus ganas, la organización de los Juegos le dio empleo -el primer empleo de su vida- en la revisión de las escarapelas de ingreso y salida de la Villa, labor que ha cumplido a cabalidad con un ingrediente adicional: no se ha limitado a la revisión electrónica de los documentos, sino que también saluda a los atletas, les pregunta cómo les ha ido y les desea suerte.

"El primer día dio susto, no niego, pero luego lo pude hacer sin problemas", expresó Andrés Felipe, a quien con cariño todos llaman Pipe.

Un abrazo... otro abrazo
Si la organización también fuera a premiar al que más recibe abrazos, Pipe sería el campeón en esta modalidad.

En media hora que estuvimos a su lado viéndolo trabajar, presenciamos que recibió más de veinte. También besos en la mejilla, saludos y despedidas de mano y siempre una palabra amable, de él hacia los deportistas y de éstos hacia él.

"¿Cómo está señora?... ¿cansadita?, vaya pues descanse un ratico", oímos que le dijo a una dama.

Juan Esteban Palacio, sicólogo y quien trabaja en la logística del evento en una labor similar a la de Pipe, se siente seducido por el carisma y las ganas de crecer de este habitante de San Javier.

"Tiene una fuerza laboral y una energía tan grandes, que nunca lo vamos a olvidar y creo que después de los Juegos seguiremos siendo amigos, sólo tengo admiración por él", confiesa.

Es triste que pese a lo grave de su enfermedad, nunca le hayan hecho una atención acorde con la magnitud de su mal. Dice que los médicos simplemente le han atendido cada fractura, pero nunca ha recibido exámenes de fondo.

Él tenía una pensión de incapacidad, pero hace cuatro meses se la suspendieron. Quedó con cierta frustración, pero sigue animado, luchando, con la esperanza de que cuando acaben los Juegos, alguien le dé empleo.

"Quiero ayudar a mis padres, no ser una carga, y tengo capacidades para trabajar, pido una oportunidad".

Su anhelo inmediato, confesó, es poderle regalar una lavadora a su madre.

Mientras lo dice, con sus manos toca unos escuditos llamados pins que le han ido dando los deportistas. Una muestra de que ellos se encariñaron con él. Y los conservará para siempre.

Y en la memoria de muchos quedará la constancia de un campeón que aunque no subió al podio a recibir medalla, se llevó el mejor trofeo: el afecto y el reconocimiento de todos los que pasaron por su lado. Suficiente para alguien que nunca había vivido semejante experiencia.