Histórico

Pablo Jaramillo vive del barro

Toda una vida dedicada a la creación artística y más de tres "camionados" de obras parecen no alcanzar para hacer realidad su casa museo.

06 de abril de 2012

El barro siempre estuvo en su casa y desde niño, viendo el ejemplo de cómo su padre y sus hermanos mayores lo transformaban en tejas y ladrillos, Pablo Jaramillo lo volvió suyo.

Vivían entonces en su natal Sonsón, ese municipio del Oriente antioqueño que por tantos años fue cuna de la cultura y que por efecto de terremotos primero, y la violencia después, fue perdiendo su esplendor y liderazgo.

Jamás ha perdido contacto con su tierra. De hecho allí construyó uno de sus grandes murales, en un costado del Palacio Municipal. Y no deja de soñar en hacer realidad el proyecto de la Casa Museo a la que quiere entregarle buena parte de su prolífica obra.

"Es una forma de retribuirle a mi tierra lo que he logrado a lo largo de tantos años de vida artística; de mostrarles a los jóvenes que los sueños sí se pueden volver realidad cuando uno trabaja con disciplina y pasión, y de dejar constancia de que mi paso por este mundo no fe en vano y dejé huella", afirma emocionado mientras gira el torno en su estudio de la Universidad de San Buenaventura y, como por arte de magia, la bola de barro se ha convertido en una simétrica vasija.

El azul de sus ojos se vuelve más intenso cuando habla de arte, cuando trata de recordar cuántos alumnos han pasado por sus clases a lo largo de más de 40 años y al tratar de precisar cuántos murales de gran formato ha hecho en Medellín.

Entre pinceles, lienzos y esculturas, precisa que más que un escultor y ceramista, es un pintor de profesión. Y explica: "después de la preparación académica tuve que luchar para encontrar mi propio material de expresión y por fortuna lo conseguí. Ese material no fue otro que la luz, y la cerámica con su plasticidad me brindaba la mejor oportunidad de trabajarla".

Agrega que en términos generales es un pintor "aunque su obra haya desbordado la clasificación habitual que se venía haciendo tanto de la pintura, como de la escultura, el dibujo, el grabado y la fotografía para insertarse en un plano superior en el que están incluidas todas estas disciplinas artísticas, integradas en un campo arquitectónico".

Y así es. Pablo se mueve como pez en el agua entre el barro, uno de los primeros materiales usados por el hombre para construir y que él transforma como por arte de magia en flores, vasijas, cristos, mariposas, palomas, cóndores, sinuosas y voluptuosas parejas.

A sus 74 años de edad, 45 de matrimonio con su inseparable Cecilia Carvajal y casi 70 de andar untado de barro, Pablo sigue dedicado a la docencia sin dejar de crear a diario obras que nos confirman su grandeza artística a través de formas que invitan al tacto.

Sigue con sus citas semanales al cine, gozando de la música clásica, rodeado del amor de sus dos hijos y seis nietos y sin perder la esperanza de acabar sus días en Sonsón.n