La selva de la ley
La herramienta más usada en la teoría política moderna es el "estado de naturaleza".
Aunque tiene tantas versiones como pensadores célebres, al cabo de los siglos la más exitosa ha sido la de Thomas Hobbes, para quien tal estado se trata de la guerra de todos contra todos o, según la frase afortunada de Plauto, que "el hombre es un lobo para el hombre".
El hombre común le dio a esto el nombre de la "ley de la selva".
Cuando se supera esta etapa estamos en el "estado civil" que hoy podemos traducir como "Estado de derecho" en el que todos somos iguales, podemos confiar en que no seremos devorados a la vuelta de la esquina, o avasallados por los más fuertes, los más avivatos o, simplemente, los más malos (porque la maldad existe).
Vista la situación colombiana, está claro que tenemos Estado, que desde hace 20 años tenemos un Estado menos débil y menos ineficaz. Y tenemos ley; sobre todo, demasiadas leyes.
No es posible hablar de Colombia como un "estado de naturaleza" y, desde que arrinconamos a los grupos armados ilegales, es menos plausible decir que entre nosotros impere una "ley de la selva".
Mi hipótesis es que tenemos exactamente lo contrario. A la sociedad colombiana se le ajusta mejor el enunciado de que vivimos en "la selva de la ley".
Tenemos demasiadas leyes y tenemos leyes para asuntos en los cuales los únicos reguladores deberían ser el mercado, la costumbre, la moral o la cortesía, entre otras fuentes de normas. Nuestras leyes son contradictorias, pues todas las partes enfrentadas en el mismo caso pueden resguardarse bajo un artículo, un parágrafo o una jurisprudencia.
Cada quien, el peor criminal o el mayor ladrón, puede encontrar una ley que lo proteja. Ley sobra. La disputa está en quién tiene mayor capacidad de comprar o intimidar al juez, de cabildear a las altas cortes, buscar la benevolencia de los grandes medios de comunicación, sobornar a los organismos de control, tener el abogado más inescrupuloso, influyente y astuto.
O antes: lograr que el Congreso haga la ley a su amaño, que el Ejecutivo diseñe una contratación a la medida o un decreto con destinatario específico.
Estos cinco párrafos pueden ser la jeremiada de un ciudadano desolado o un hombre pesimista. Si así fuera, coincidiría con la opinión de la Contralora General de la República.
En entrevista con Yamid Amat ( El Tiempo , 03.04.11), Sandra Morelli soltó estas perlas: nuestro ordenamiento jurídico es relativo, "las normas se acatan pero no se cumplen", "pareciera haber fuerzas paralelas al Estado, con capacidad de arrodillarlo y hacer que la ley se torne relativa, que tenga muchas interpretaciones y que se pueda afectar el interés público y beneficiar, sin justa causa, al particular".
"En general, la creencia popular de que aquí solamente se mete a la cárcel al ladrón de gallinas, es cierta", dice la Contralora.
Bajo la ley de la selva el ciudadano común está amenazado por todos; cuando estamos en la selva de la ley, el ciudadano se convierte en víctima del fuerte ungido por los símbolos de la ley.