Histórico

“La magia de un pupitre”

15 de noviembre de 2011

Desde finales de la década de los 70 no se vivía en el país una movilización estudiantil de magnitud e importancia similar a la de los últimos días, ni que convocara a todos los estamentos sociales y culturales a unir esfuerzos en pro de una causa común como es la defensa de la educación pública.

Movimiento que tuvo su comienzo cuando el pasado mes de marzo el presidente Juan Manuel Santos anunció la reforma a la Ley 30 de 1992 que regula la educación superior; pero el proyecto fue radicado el pasado 3 de octubre en el Congreso de la República, después de haber sido decantado, según el gobierno, en una treintena de foros y de haber considerado innumerables aportes electrónicos de diferentes estamentos académicos, del sector privado y de organizaciones sociales.

El texto que finalmente se sometió a estudio incluyó sustanciales modificaciones al propuesto inicialmente, por lo que fue catalogado como bueno por la mayoría de los rectores de las instituciones de educación superior, a sabiendas de que aún se podría  seguir mejorando durante su discusión en el Congreso; pero ya el estudiantado había avanzado en un movimiento de protesta y logrado el acompañamiento de otros estamentos sociales, ante lo cual, como todos conocemos, el Presidente intervino para solicitar el retiro del proyecto.

De este episodio lamentamos que para llegar al punto en que nos encontramos se haya perdido tanto tiempo y recurrido a la parálisis de todas las actividades académicas, con incalculables pérdidas y perjuicios no solo para instituciones, estudiantes, padres de familia, docentes y todos los que hacen parte de este sistema, sino también para el sector comercio y el transportador que se han visto enormemente afectados por las movilizaciones.

Lo que sí quedó demostrado es que para la obtención de reivindicaciones no se requiere recurrir a la lucha armada, sino que existen otros mecanismos que resultan exitosos cuando las diferentes organizaciones y movimientos sociales actúan bajo estrictos principios de unidad, coherencia, madurez, fuerza e independencia para reclamar los derechos. 

Afortunadamente también contamos con el talante democrático del presidente Santos, que sabe retroceder cuando las circunstancias lo ameritan, lo que no puede considerarse una falta de carácter, sino que demuestra un ánimo conciliador y dispuesto a que primen los intereses generales por encima de sus propias ideas, siendo coherente con lo expresado en campaña, cuando dijo que sólo los imbéciles no cambian de opinión cuando las circunstancias cambian.

Esperamos entonces que en los próximos días se inicien las conversaciones de una manera amplia y de cara al país, que permitan la participación de todos los estamentos educativos, de los gremios, sindicatos y sociedad en general en la elaboración de un proyecto que plantee la educación pública que queremos y que necesita el país para su desarrollo con equidad social.

Muy seguramente saltarán a la palestra nuevas ideas y enfoques sobre los temas ya incluidos acerca de cómo debe concebirse la educación pública, las fuentes de financiación, posibilidad de gratuidad, autonomía universitaria, políticas de calidad, apoyo a la investigación y la innovación, créditos y bienestar universitario, conexión universidad-sociedad, clasificación de las instituciones de educación superior, inspección y vigilancia de las mismas, etc.

En fin, queda pendiente un largo y tortuoso camino en el que debe primar la confianza, la concertación y el buen ambiente en el estudio de las propuestas, para lograr la redacción de un proyecto de normatividad que estructure el modelo de educación incluyente y de excelente calidad con el que todas las partes queden identificadas.

La justicia social y la paz las obtendremos cuando todos los colombianos, sin distingo alguno, tengamos la oportunidad de acceder a la “magia de un pupitre”, es decir a tener la inmensa fortuna de acudir a la escuela, el colegio y la universidad, para recibir el conocimiento y desarrollar las competencias, habilidades y destrezas que demandan el país y la globalización.