La evolución de la lectura
Al principio se creyó que la tradición oral sería capaz de asegurar su permanencia sin más soporte que la memoria.
El conocimiento se heredaría por los siglos de los siglos a través de las palabras susurradas de boca en boca. Cada quien se encargaría de un "trozo" de la historia para completar los relatos y los saberes; cada uno era un "libro" vivo y ambulante.
Cuando apareció la escritura no fueron pocos quienes la miraron con recelo. Sócrates, por ejemplo, recuerda Platón en el Fedro, lamentó su aparición porque para él la palabra escrita haría que el hombre dejara de ejercitar su memoria, terminaría por olvidar lo que hay en su cabeza.
La escritura llegó y para que la tradición oral no se perdiera, los griegos comenzaron a practicar la lectura en voz alta; desde entonces se empezó a justificar que es sólo a través del lector, de las personas que escuchan en silencio o en voz alta, cuando el libro adquiere un significado. Antes no, antes es un objeto inofensivo. Desde entonces, como lo planteó Borges, el libro también se volvió una "extensión de la memoria".
Llegaron los papiros, los llamados rollos o volúmenes, los cuales eran leídos de forma vertical, igual como se lee hoy en una pantalla de computador. Y es aquí donde quiero detenerme un poco, porque a raíz de la aparición del Kindle, el dispositivo de Amazon que parece un libro de bolsillo, pero que puede almacenar más de 200, se vuelve a discutir sobre la permanencia del libro impreso, el mismo que antes de llegar al papel se hizo con pergamino (los famosos códex) y muy seguramente los lectores de la época jamás sospecharon que podría existir otra forma más cómoda de acceder al conocimiento.
Porque claro, ese salto, como lo recuerdan Roger Chartier y Guglielmo Cavallo en su libro " La historia de la lectura ", que les permitió a los lectores disponer de ambas manos para hacer anotaciones al margen o enumerar las páginas y crear índices, era realmente una maravilla. Con seguridad no se tenía sospecha de que el papel les permitiría conservar esas cosas y brindar otras ventajas.
Hoy, cuando los más jóvenes prefieran tomar nota en su portátil, cuando prefieren compartir archivos en memorias USB porque detestan cargar cosas grandes y pesadas o cuando pasan más tiempo frente a una pantalla que ante la vida, pienso que se está formando en el fondo un nuevo lector.
Es muy probable que los libros electrónicos no sean preferiblemente para aquellos que poseen numerosas bibliotecas sino para aquellos que empiezan a formar sus bibliotecas; al fin y al cabo, los lectores del futuro no seremos nosotros, aquellos a quienes nos encantan los libros y su peso, las ediciones raras o intonsas, sino aquellos que hoy disfrutan la pantalla como horizonte. No sé si esto sea bueno o malo, no me interesa definirlo, lo único que creo es que es una "evolución" y ante eso, y muy a pesar de los lamentos y las nostalgias, nada se detendrá. Estoy seguro de que en el futuro otros cuantos anhelarán las pantallas y estarán opinando sobre la aparición de quién sabe qué otra forma de legar el conocimiento.