La competitividad debe tener buena salud
LA SALUD, JUNTO con la educación y otros factores, es uno de los 12 pilares que definen el alto o bajo nivel de competitividad de un país. Colombia está en el puesto 79 a nivel mundial y en el 10 en Latinoamérica en este indicador.
Según el más reciente Informe Global de Competitividad 2010-2011, la salud y la educación primaria constituyen uno de los doce pilares que determinan el nivel de productividad y competitividad de los países.
En este informe, Colombia se ubica en el puesto 68 a nivel mundial y en el octavo lugar en Latinoamérica, después de países como Chile, Brasil y México. En el ítem de salud y educación primaria, ocupa los lugares 79 y 10, a nivel mundial y latinoamericano, respetivamente.
Los países con mejores y peores niveles de competitividad a nivel mundial son Suiza y Chad, respectivamente, y a nivel latinoamericano, Chile y Venezuela, respectivamente. El capital salud explica en buena medida estos resultados.
Trabajadores más sanos son también obreros más productivos, mayor productividad se traduce en más bienes y servicios producidos a más bajo costo; se hace más eficiente el proceso de producción, situación que a su vez, hace que la empresa, región o país sea más competitivo.
Michael Grossman (profesorm de la Universidad de Nueva York) entiende la salud como un bien de capital durable que combinado con otros, se destina a la producción de bienes y servicios. A medida que las personas envejecen, su estado de salud tiende deteriorarse, lo que significa que se va depreciando con la edad (de ahí que pueda ser considerado como capital). La buena salud o un buen estado de salud son demandados por razones de consumo y de inversión: los individuos demandan buena salud porque esta es bienestar per se; y además, lo hacen porque gozar de una buena salud determina la cantidad disponible de tiempo para propósitos productivos, así como el número de días saludables para trabajar y generar ingresos. En este sentido, la demanda por servicios de salud es una demanda derivada de otra demanda más fundamental para los individuos, que es la de gozar de un buen estado de salud.
La inversión total en capital salud por parte de un individuo depende de insumos directos como el tiempo de los consumidores, bienes de mercado, servicios médicos, medicamentos, alimentos, dietas, planes de actividad física, entre otros, que se pueden traducir en inversiones positivas o negativas en capital salud.
Y factores como la educación, pueden cambiar la eficiencia del proceso de producción de salud, tal y como la tecnología, por ejemplo, cambia la eficiencia del proceso de producción de un bien cualquiera.
Si bien este análisis parece referirse a agentes económicos individuales, varias de sus predicciones y recomendaciones son válidas en contextos regionales y nacionales. Por ejemplo, una población con un estado de salud deficiente puede ver reducidos sus ingresos, bien sea porque disminuye su productividad, o porque reduce su participación en el mercado laboral; es de esperarse además, que un país con un nivel de capital salud más alto (con una esperanza de vida más alta), o uno que realice más inversiones en salud (como vacunación), será más productivo y por ende más competitivo que uno que no lo haga.
Para ilustrar este punto pueden considerarse la tabla y el gráfico presentados: los países con los mayores niveles de competitividad tienen esperanzas de vida al nacer más altas y coberturas de vacunación de difteria-tétanos-tosferina (DTP3) más elevadas también.
La conclusión es clara, los países más competitivos cuentan con mayores niveles de capital salud y realizan más acciones para aumentarlo. El Estado, entonces, tiene un papel fundamental en la meta de construir un país saludable y competitivo.
* Docente de Economía e Investigadora del Grupo de Economía de la Salud- Universidad de Antioquia.