La aridez de las Farc
La guerrilla acrecienta la escasez de recursos: derriba torres de energía, vierte petróleo en fuentes de agua y revienta tuberías de acueductos. Lo dijo el Presidente: las Farc juegan con candela. Hay límites.
Para la gente de a pie, las agresiones de la guerrilla incluso contra bienes indispensables de la población civil, lo cual ya significa graves infracciones al Derecho Internacional Humanitario (DIH), constituyen una bofetada a la voluntad popular de rodear los diálogos en La Habana.
Nos sumamos al llamado del presidente de la República, Juan Manuel Santos, en el sentido de que las Farc, con ese terrorismo tan condenable, "juegan con candela", literalmente, y que ante un interlocutor que se empeña en una violencia indiscriminada "este proceso puede terminar".
Si bien las partes, y en especial el Gobierno, asumieron adelantar la negociación sin cesar las operaciones militares, no deja de molestar y ofender a la ciudadanía que las Farc, día a día, destruyan carreteras, tuberías, redes eléctricas y que ejerzan una presión (intimidación) permanente sobre civiles indefensos, inermes.
Esa aridez política de la guerrilla, y su paralela ola de destrucción, obligan a pensar incluso a los más optimistas si vale la pena esforzarse por negociar con una contraparte decidida a protagonizar brutalidades tan estériles y dañinas.
El proceso, cerca de cumplir ya dos años de iniciado, requiere mucha mayor riqueza y aportes políticos de las Farc, en La Habana, más audacia propositiva y práctica que estas acciones apenas entendibles como una terca continuación del terror contra los sectores más vulnerables: en Putumayo derramaron 10.000 barriles de petróleo. En Meta atacaron el acueducto. En Arauca mataron a una niña de tres años con una granada. En Buenaventura cortaron el suministro de energía.
José Miguel Vivanco, director de Human Rights Watch Americas, enfatizó en la gran cantidad de atrocidades cometidas por las Farc en Tumaco. En especial en su "cuota" para que ese puerto sea, en razón de los homicidios por cada 100 mil habitantes, una de las 10 ciudades más violentas del planeta. Las Farc aparecen en el imaginario nacional como un dolor de cabeza cotidiano. Se encargan, con sobrados méritos, de darles la razón a quienes creen inútil e innecesario darle una salida política a un conflicto armado con más de 50 años de excesos y barbaridades.
No se trata de que las Farc cesen sus acciones terroristas como una concesión a la sociedad colombiana. Es la exigencia mínima que les hacen los ciudadanos para advertir señales paulatinas de compromiso, de afianzamiento de las conversaciones en Cuba. Pero vuelven y se encarnizan con localidades frágiles, con comunidades atrasadas, cuya precaria infraestructura es apenas la cuota inicial para saldar la deuda histórica del Estado en los rincones más alejados del país.
A la inclemente ola de calor, con niños muertos de sed y hambre, con sequías inéditas de quebradas y ríos convertidos en pedregales, con cultivos a punto de resquebrajarse y con mortandades de peces como en las plagas bíblicas, se le suma una guerrilla sin piedad por sus compatriotas más necesitados.
Hay que guardar la calma, también la templanza, para entender en qué momento las Farc llevan el proceso de paz a límites insostenibles.
SON ACCIONES CONDENABLES, PERO EL PROCESO NO SE DEBE SUSPENDER
Por IVÁN CEPEDA
Senador Polo Democrático y miembro de Colombianos y Colombianas por la Paz
He manifestado mi rechazo a los atentados y ataques que viene cometiendo la guerrilla, en relación con bienes, infraestructura y medio ambiente indispensables para la población civil.
Se trata de acciones profundamente nocivas y contrarias al bienestar y la integridad de las comunidades, porque afectan fuentes de sustento y de vida.
Hicimos público, el martes pasado, un manifiesto sobre el tema desde la bancada del Polo Democrático en el Senado. Pero, bajo ninguna circunstancia, puedo estar de acuerdo en ir a suspender o mucho menos en ponerle fin al proceso de paz.
Precisamente el proceso es el camino para llegar a ponerle final a esas acciones atroces. Insto al presidente Juan Manuel Santos a que continúe por el camino de la búsqueda de la negociación y llamo al Gobierno Nacional y a la guerrilla de las Farc a que se tomen iniciativas para que se vaya desescalando el conflicto, sus acciones militares.
De esa manera será posible llegar, paralelamente, a los acuerdos de paz y al fin del conflicto. Se deben explorar caminos que desactiven el conflicto e ir buscando el cierre de este tipo de acciones que no benefician el diálogo ni, por supuesto, a la población civil afectada.