Jabón de tierra
Muchos habíamos rezado un réquiem por su eterno descanso. Pero el jabón de tierra existe. Se resiste al olvido.
"Jabón de tierra legítimo", proclama la orgullosa etiqueta. ¿Qué se iba a imaginar el proletario jabón de tierra, o de la tierra, que con el tiempo luciría ostentoso código de barras? Mr. Google ofrece 883.000 entradas del jabón. Varios diccionarios avalan su existencia.
Este jabón que venía, o viene, en bolitas color tierra o ceniza, comparte honores con otros productos de sospechosa recordación.
Mencionaré solo los purgantes, el aceite de hígado de bacalao, o el pescado seco que nos embutían en casa en semana santa. Provocaba volverse ateo.
Todavía me huele a ese pescado seco. La infancia se eterniza en la nariz. Si sobrevivimos a productos como los mencionados es porque Dios hace las cosas mejor que Carvajal.
El cabello servía de conejillo de indias para experimentos caseros. No éramos dueños de nuestro pelo. Lo teníamos en consignación. En extraño comodato.
Cuando las mamás decidían que había que fumigar la cabeza de sus petacones para expurgarles bichos, el turno era para el tal jabón de tierra. Una vez bañados, las mamás ponían a los sujetos bajitos en la ventana a que nos secáramos al sol y viéramos pasar la vida.
A falta de fijadores, utilizaban hojas de San Joaquín. El pelo quedaba tieso como bolillo de futuro general. Luego irrumpieron la brillantina Moroline o el fijador Lechuga, de color verde caca, que olían varias cuadras a la redonda. Con semejante menjurje en la cabeza sacábamos pecho. Charles Atlas nos quedaba chiquito. El eterno femenino era todo nuestro.
El pobre cliente quedaba con la cocorota oliendo raro por el resto del semestre. Eso sí, la dura cerviz quedaba libre de esos animales que suelen convertir el pelo en animado parche. Sus nombres es mejor no menearlos.
Componentes de dicho jabón: cebo de novillo, ceniza de leña, lejía, penca sábila y jugo de limón. Todo eso cocinado en la paila de cobre de la abuela y listo. Bueno, la receta depende del artículo que usted baje de Internet.
La humanidad está en deuda con ese jabón que no solo es para el pelo. Elimina escamas en pies, rodillas, codos. "Su utilización diaria deja una piel suave y dura", sostiene papá Google.
Como diría algún culebrero, "el jaboncito, mi señora, cura afecciones de la piel. Démelo oficio como piedra pómex. Limpia pintura, tinta, nicotina. Adiós olores de pescado, cebolla, alcachofas? Un jaboncito para el dragoneante, dos para el ama de casa?".
Hace poco bañé con jabón de tierra los cuatro pelos que me acompañan con la fidelidad del perrito de la Víctor. Lo hice más que todo para dejar una constancia nostálgica.
Constaté que el jabón conserva el mismo olor de hace 55 años, 10 meses y seis días. No creo que la calvicie se detenga.