Imusa lleva 79 años sin salir de la cocina
Quien no haya oído hablar de Charles Martin Hall está en la olla.
Él fue un ingeniero gringo que, en 1886, con 22 años, experimentaba con aluminio en su laboratorio de Oberlin, en el Estado de Ohio. Perfeccionó un procedimiento para producir económicamente un compuesto con ese metal, que podía utilizarse para la fabricación de baterías de cocina. Dicho de otro modo, él inventó la olla de aluminio.
Cuentan que, en Colombia, todavía a principios del siglo XX, estos artefactos eran artículos de lujo, porque resultaban costosos. Y como joyas las exhibían y cuidaban las señoras de la época, que eran quienes vivían en la cocina.
Hasta que nació Imusa para masificar su uso y, por consiguiente, abaratar los costos. Algunos recuerdan que, en los 70, en algunas casas colgaban ollas, chocolateras, jarras y demás utensilios, lavados y brillados con esponjilla, en las paredes de la cocina, como si fueran adornos.
Imusa es un acrónimo, es decir, una sigla que puede pronunciarse como una palabra, conformado por las letras iniciales de Industrias Metalúrgicas Unidas S.A., empresa fundada el 9 de agosto de 1934 por Samuel Correa, Guillermo Echavarría Misas, Leonidas Moreno, Guillermo Correa y Joseph Whitman, con 12 obreros, un capital de 25 pesos y ocho máquinas, entre molinos y tornos, de acuerdo con un documental preparado por la Cámara de Comercio sobre 100 empresas antioqueñas.
El resto de ese año se les fue en montajes y el siguiente, 1935, produjeron la primera olla. Y tras esta, otras ollas, así como lecheras, pailas, calderos y poncheras, estas llamadas artesas por los empleados de la compañía.
“Es difícil hallar a una persona que no se haya comido un huevo frito en una cacerola Imusa”, asegura Luis Esteban Galdós, gerente de Ventas.
Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, esta firma identificada por la figura de un hombre metálico asomado por una ventana triangular, amplió su oferta de productos, fabricando artículos de plástico. Ganchos de ropa, recipientes para guardar alimentos o para organizar la cocina y hasta peines se produjeron en la planta de Copacabana, la misma donde comenzó toda esta historia y donde sigue desarrollándose, a la par que en las plantas de Rionegro y Cajicá.
La cantimplora parecida a la del ejército es un artículo emblemático. Niños en las escuelas la portaban con gusto, no con agua como los militares, sino con el chocolate que les empacaban sus madres en la casa.
“Ya que Imusa tenía la inyectora, produjo artículos para la industria, como las cabrillas de los Renault 4, frascos de desodorante y espejos de auto, pero en la época de Joaquín Ruiseco Vieira, el gerente que por más tiempo ha regido la empresa, se decidió que esta se dedicaría solo a fabricar productos de hogar”.
Las exportaciones aumentaban. En Estados Unidos, los latinos, que extrañaban la comida de sus hogares, conformaron un mercado tan grande, que fue necesario establecer allá Imusa USA. Y el apogeo creció también en los demás países de América.
La fábrica ha producido colecciones que se han vuelto tradicionales como las ollas de tapa azul o las de tapa roja, los baldes, las cantinas de leche... y un producto estrella: los calderos fundidos. Con decir que estos son los de mayor exportación.
Muchas personas cocineras, de negocio o de hogar, están convencidas de que el arroz, alimento que identifica la gastronomía continental, queda mejor en uno de estos sencillos elementos.
Ana Rosa Durango, una octogenaria más lúcida y vital que muchos veinteañeros, es una de quienes piensan así. Ella es quien se encarga de preparar los alimentos en su casa del sur del Valle de Aburrá, la cual se llena cada domingo con la algarabía de hijos, nietos y bisnietos. La mujer, cuidadosa, conserva algunos de los recipientes que le regalaron en su matrimonio o que su esposo compró en aquellos primeros días de casada, a principios de los sesenta.
Ollas de diversos tamaños, una chocolatera y una aceitera mantienen relucientes.
Hace dos años, el Grupo SEB, de Francia compró Imusa. Pero la identidad sigue siendo colombiana. Porque sus directivas saben que en el país y, en especial, los antioqueños, una empresa como la fundada por Ismael Correa está ligada a la familia y en esto basa su fidelidad. Tanto, que entre nosotros puede decirse que quien no conozca a Imusa está en la olla.