Histórico

EL SILENCIOSO Y EL CALLADO AMOR

06 de julio de 2012

Por la aureola de serenidad que nimbaba la cara del padre Nicanor, mi tío, deduje que estaba en trance de contemplación. Me senté en silencio en un rincón del corredor y me dispuse a esperar sin prisas ni impaciencias. No sé cuántos minutos pasaron hasta que me miró sin asomo de sorpresa.

-Hola, sobrino. Desde que llegaste me di cuenta de que estabas aquí. ¿En qué pensaste todo este rato?

-Pues, tío, haciendo de la necesidad virtud, como dice Santa Teresa, estuve dándole vueltas en la cabeza a su teoría (suya, tío, no de la santa carmelita, aunque, por lo que usted me ha enseñado, podría ser muy de ella) de que la oración es contagiosa. A ver si me contagio, me decía.

-Estoy convencido del contagio de la oración. La liturgia, por su misma naturaleza comunitaria; la oración vocal, como el rosario; los rezos de la devoción popular y, finalmente, la oración contemplativa, aunque soledosa y solitaria -o tal vez precisamente por eso-, originan una especie de ósmosis, o mejor, contagio entre las personas, presentes o ausentes, que por una u otra razón se relacionan con el orante.

-La suya, por lo que pude apreciar todo este rato, era una oración silente, callada.

-Porque orar, hijo mío, es hablar con el Silencioso, como se podría llamar también a Dios, según decía, en una novela de Pérez Galdós, un musulmán devoto, refiriéndose a Alláh.

-Me gusta ese adjetivo para Dios, aunque para Él, como me ha dicho usted a menudo, todo adjetivo es blasfemo.

-Ese concepto mío, que podría escandalizar a más de uno, lo aprendí de san Juan de la Cruz, quien afirma que cualquier cosa que se diga de Dios, no es Dios.

-¿Y en qué idioma, padre, se habla con el Silencioso?

-Pues, siguiendo al mismo san Juan de la Cruz, con "el lenguaje que él más oye", que "sólo es el callado amor".

-Bella expresión, tío. El callado amor?

-Lo dice el santo en uno de sus "Dichos de luz y amor". La contemplación, hijo, no es sólo el acallamiento interior, sino el callado amor.

No habló más él, ni yo hablé más. Nos quedamos otra vez en silencio. Nos volvió a la realidad Mariengracia: "A ver, tómense este tintico. Definitivamente lo mejor de los hombres es cuando se quedan callados. Estaba arreglando la pieza y les oí la conversación. Pues también ese callado amor es el que más nos gusta a las mujeres. Bueno, digo yo".