Histórico

¿EL SAN VICENTE O EL “SAN VIDENTE”?

09 de marzo de 2013

Recuerdo esas jornadas, hace 20 años: de la noche violenta de Medellín se iban desgajando los heridos a bala. Taxis y vehículos particulares se agolpaban junto a la reja de ingreso a Urgencias del Hospital Universitario San Vicente de Paúl, un pabellón donde los médicos se acostumbran a hacer milagros y al que el pueblo llano siempre ha llamado en su jerga "Policlínica".

En aquellos años la ciudad se desangraba y también el presupuesto de ese centro hospitalario donde se entrenaban los estudiantes de medicina de la mano de sus profesores especialistas y "de la mano" de los pistoleros implacables de estas calles. Allí, en el HUSVP, todos tenían el delantal puesto. Rehacían miembros despedazados por los perdigones. Reavivaban a heridos por la espalda a los que los pulmones comenzaban a contraérseles. En su ala infantil, les resucitaban la sonrisa a niños alcanzados por balas perdidas. Era y sigue siendo esa exaltación de la vida del equipo médico, de enfermería y de trabajo social del San Vicente.

Un hospital de puertas abiertas para la gente que llegaba y llega del campo a la gran ciudad con sus enfermos, sin un peso en el bolsillo y sin un hospedaje familiar. Emociona que aún haya medicina de tal sentido hipocrático, que se resiste a convertirse en mercader, siempre tan vinculada a la universidad y al servicio público.

Hay instituciones y personas de Antioquia que nos llenan de ánimo porque desarrollan obras singulares. Ponen el listón muy arriba y sirven de ejemplo para la región y el resto del país. Sobre todo si han sido un símbolo de compromiso con los ciudadanos, en las buenas y en las malas. Hablo, en este caso, de la Fundación y sus hospitales San Vicente de Paúl, en Medellín y Rionegro. Uno pionero, el otro innovador.

Tras 100 años, muy alto se ha elevado la primera piedra que puso el prohombre Alejandro Echavarría, aquel empresario amplio que fundó textileras y barrios... y este Hospital.

El viernes en la tarde regresé retado por lo que son capaces de hacer nuestros médicos, probados investigadores, científicos y administradores. La obra del San Vicente en Llanogrande es inteligente, es digna, es admirable. Es visionaria.

Un edificio verde (ecológico) adonde acuden pacientes del estrato cero al seis. Allí le atienden una urgencia al maestro Fernando Botero y, en la cama de al lado, le pintan un gesto de alivio a un labriego del Oriente antioqueño. En esa empresa, la Fundación San Vicente invirtió $230 mil millones (la banca prestó 130 mil). Valió la pena:

Un complejo médico del primer mundo que nos llena de sano orgullo y que representa lo mejor del espíritu emprendedor y progresista de Antioquia. Ese mismo hospital que salvó tantas vidas cuando la vida, en Medellín, llegó a valer tan poco.