El regreso a la colonia
Las penurias de un ciudadano colombiano al tramitar la visa en la Embajada de España.
Tuve la desdicha de visitar la Embajada de España en Colombia, la semana pasada, para tratar de conseguir la visa schengen, necesaria para visitar ese país y cualquier otro de la Unión Europea. Quiero compartir con los lectores esta experiencia que parece pertenecer a tiempos pasados y, afortunadamente, idos.
En primer lugar, la Embajada de España o su consulado, es la única entidad de este tipo que no asigna fechas y horas de citas para atender a quienes requieren el servicio de visado. La única forma de ser atendido es hacer fila para acceder a sus servicios.
Viajé entonces con mi esposa, un día antes, pues me habían advertido que las filas en la puerta eran muy largas y que deberíamos estar temprano para lograr ser atendidos. Esto implica, para personas fuera de Bogotá, el pagar una noche de hotel. Nos levantamos a las 4:30 a.m. y llegamos antes de las 6 a la Embajada.
A esa hora ya había más de 250 personas delante de nosotros. Media hora después teníamos detrás de nosotros otras 60 personas.
Por supuesto, el hacer fila a esta hora de la mañana significa el aguantar las inclemencias del frío y la lluvia que no paró de caer en toda la mañana. Teníamos como compañeros de infortunio personas mayores que no tenían posibilidad de sentarse o descansar durante la espera.
Esperar no es el problema, lo que mata es la incertidumbre. Ningún funcionario de la Embajada se dignó informarnos si podríamos ser atendidos en la mañana o no. Simplemente, a eso de las ocho de la mañana, la fila empezó a moverse. Luego de dos horas, a las 10:15 a. m., una persona salió detrás de la reja de la edificación haciendo señas, indicando que no se atendería a nadie más (el día anterior habían dejado de atender público a las 9.15 a. m.).
No existió disculpa alguna y menos indicación de que quienes llevábamos más de cuatro horas parados afuera, tendríamos algún tipo de preferencia para el día siguiente. No se reparten fichos ni nada parecido para organizar de algún modo la fila, lo que permite desmanes de algunas personas que se meten a la misma aprovechando algún descuido de quienes estamos esperando. El resultado: otra noche de hotel, con sus gastos de alimentación y transporte.
Al día siguiente, o mejor a la madrugada siguiente, nos levantamos a las 2:30 a.m. y paraguas en mano, estuvimos en la Embajada a las 3:00 a.m. Para sorpresa nuestra, no había fila en la puerta de la Embajada. La fila, ya con unas 40 personas, se hacía en la acera del frente. A las 4:00 a.m., con una fila de más de 120 personas y sin un aviso notorio, todo el mundo corrió a la puerta del edificio con el obvio desorden y gritería. ¿Esto en el siglo XXI y manejado por un país europeo? ¿Cambian acaso los aspectos de seguridad entre las 3 y las 4 de la mañana que justifiquen este procedimiento?
Pero de alguna manera continuamos el proceso, haciendo amistades con los compañeros de infortunio. A las 7:30 a. m. entraron las primeras personas de la fila, en grupos de diez a doce personas por turno.
En ese entonces, las 40 personas iniciales se habían convertido como por arte de magia en aproximadamente 70, sin que un policía presente al lado de la puerta tomase medida alguna para evitar el engrosamiento de la fila en toda la entrada. Pero como verán, hasta ahora empezaban las muestras de "cultura" de nuestros anfitriones.
Al llegar a la entrada del edificio, hay un puesto de control de seguridad. Delante de nosotros iban unas personas mayores, que era la tercera vez que acudían a la Embajada. Un señor depositó el celular en la canasta para pasar por los sensores, con tan mala suerte que éste no se había apagado cuando su dueño trató de hacerlo antes de entrar. La reacción del guarda de seguridad de una empresa local fue realmente absurda. Le gritó al señor no menos de diez veces seguidas "apague el celular", haciendo llegar al señor a una situación de pánico tal que no atinaba a hacerlo. Tuve que intervenir y sacarle la pila al celular para calmar la gritería del guarda.
Y ahí empieza el "calvario ibérico". Al subir al lugar donde los funcionarios del consulado revisan los innumerables documentos requeridos para el estudio del visado, nos encontramos con cuatro personas. Tres españoles (una mujer y dos hombres) y una bogotana. Las dos mujeres durante todo el tiempo que estuvimos allá se manejaron con profesionalismo, acorde a la función que desempeñaban.
Los hombres, por el contrario, parecían tratando esclavos o al menos personas de una "casta" inferior. Cuando entregué al primero el recibo de pago de la visa, me alejé de su lugar unos cuatro metros para esperar a mi esposa que venía detrás de mí. El señor me miró y gritó: "tome asiento", a lo que respondí en tono normal, "espero a mi esposa". El funcionario volvió y me gritó: "que tome asiento". Gracias a Dios, en ese momento, mi esposa me alcanzó y procedimos a sentarnos, sin que se agravara el problema.
El otro funcionario se dedicaba con las otras dos mujeres a recibir y revisar los documentos.
Llegó una pareja y le preguntó que aproximadamente en cuánto tiempo se le tramitará la visa y él respondió de malas maneras y con alto tono: "no puedo garantizar nada".
La pareja insistió, ¿me podría dar un estimado? "Ya le dije, no puedo garantizar nada", ya en alta voz. Los solicitantes le dijeron entonces, "es que viajamos el 26 de abril, ¿usted cree que la visa nos saldrá a tiempo?" Y ahí sí el grito: "vamos, ya te dije que no puedo garantizar nada". La pareja se alejó desconsolada.
A continuación, este funcionario se paró y dijo a quienes esperábamos en la sala: ¿"quiénes viajan antes del 30 de abril"?, a lo que algunos de nosotros levantamos la mano.
Inmediatamente nos gritó: "Váyanse de aquí, a ustedes no les vamos a tramitar la visa. La página web dice con claridad que se requieren 30 días para otorgar la visa".
Ninguno nos movimos. De inmediato llamó al turno siguiente a una muchacha joven que tenía el pasaje precisamente para la semana de Pascua (estábamos a 13 de abril). El hombre le gritó: "vete de aquí, ya dije que no atiendo a nadie con fecha de antes del 30", sin dar oportunidad alguna para ver si la fecha de viaje de la persona era modificable o no.
La niña salió llorando del salón.
En ese momento, nos tocó el turno con la señora española, quien al llegar nosotros a la taquilla le decía a su vecino: "vamos, qué te pasa, tranquilo". El otro ni respondió.
En ese mismo momento, en la fila en la que se entregaba el recibo de consignación, una señora humilde le trató de hacer una pregunta al funcionario español número dos. Éste le gritó: "no me hables". La señora dijo: "pero perdone..." Otro grito: "te dije que no me hables".
En este momento nos recibieron de buena manera todos nuestros papeles y abandonamos tan amable recinto, no sin antes lamentar por la suerte de quienes nos acompañaron en el proceso. Por supuesto, no sabemos de cuántos vejámenes más fueron objeto nuestros compañeros. ¿Será que estos funcionarios no se enteraron de nuestra independencia de España? ¿Será que somos considerados personas inferiores a ellos? ¿Será que todavía estamos en la época de la colonia?
No sobra añadir que quienes estábamos solicitando la visa en ese salón éramos todos turistas, que planeamos viajar a España a gastar nuestro dinero y ayudar a solventar la "maltrecha" economía española, que de paso depende altamente del turismo.
¿Estará todo esto avalado por el señor embajador?
* El autor pidió omitir su nombre.