Histórico

El divorcio no
es con los hijos

29 de septiembre de 2009

Si bien nadie le dice a los papás cuando nacen sus hijos "los declaro padres e hijos para toda la vida", es claro que ellos lo serán siempre, independiente de si cumplen 90 años, o si sus progenitores están casados, separados o viviendo en otro país.

Si es así, cuando una pareja decide divorciarse, son ellos los que lo hacen. Los padres no se divorcian de los hijos y mucho menos al contrario.

El ideal de familia se pueden ver en los dibujos de los pequeños: una mamá, un papá y los niños. Y aunque sería maravilloso que todas las familias fueran así, la evidencia es que separarse es una posibilidad real.

Ahora bien, ello implica hacerlo en pareja, sin olvidar que los hijos, y más si están pequeños, necesitan apoyo y también un proceso lo menos difícil posible.

"La separación de los papás no tiene por qué afectar al pequeño", señala Nora Lucía Ortíz González, abogada especialista en derecho de familia.

Significa, entonces, pensar no solo en cuánto dinero debe pasar el papá o la mamá para la manutención, sino también en el afecto.

"Cuando se le da la custodia a uno de los padres, que por lo general es la mamá, al otro se le ponen visitas cada 15 días, por lo que son 26 días con uno y 4 con otro", indica Nora Lucía. Y así no sea siempre, eso suena descompensado, por decirlo de alguna manera.

Papás hay dos
Los dos padres son importantes en la educación de sus hijos, es más, "hay que respetar el derecho del niño al amor y a una relación afectiva y emocional, más que el deber del padre", afirma el phd en psicología Jorge Tadeo Garzón.

De ahí la importancia de una custodia compartida, lo que implica que ambos padres tengan derechos, responsabilidades y autoridad para el cuidado y control de los hijos por igual, como se tenía antes de la separación.

Y eso no es todo. Si los padres logran hacer una ruptura sana, lastimarán menos a sus hijos.

"El divorcio no es solo judicial, también debe ser psicológico", expresa Garzón.

Cabe aquí introducir un nuevo término: Síndrome de alienación parental o SAP.

Para definirlo, Garzón cita al psicólogo forense José Manuel Aguilar: "Es un trastorno caracterizado por el conjunto de síntomas que resultan del proceso por el cual un progenitor transforma la conciencia de sus hijos, mediante distintas estrategias, con objeto de impedir, obstaculizar o destruir sus vínculos con el otro progenitor".

Así, el hijo mostrará cierta aversión hacia la figura rechazada, lo que en un juicio de custodia ayudará a que prefiera decir que no le interesa compartir con él o ella.

El interés, explica Garzón, se da en gran medida porque uno de los cónyuges odia al otro o buscan revancha. Cosas que de seguro tienen que ver con su relación de pareja, pero no con la de sus hijos.

El problema, y en ello coinciden los especialistas, es que los que asumen las consecuencias son los descendientes. "Reparar un maltrato psíquico es bien difícil y ello también va en detrimento de su crecimiento y del desarrollo de su personalidad", dice el psicólogo.

En un proceso de separación debe primar el interés superior del menor, según cuenta Nora Lucía, y hay que tener en cuenta que su voluntad manifiesta sea real y no haya SAP, hecho que a veces se omite por falta de conocimiento de los operadores judiciales o también de tiempo.

El divorcio es una cosa de pareja, no de hijos. Concluye Garzón: "Así como para casarse se requiere que haya un curso prematrimonial, debería obligarse a tener un curso predivorcial".