El bien germina ya
La canción Colombia Conexión, de Aterciopelados, empieza con la melodía y letra de ese bambuco clásico, Soy Colombiano, de Rafael Godoy. "Ay qué orgulloso me siento de haber nacido en mi patria". Hoy, hace 200 años, por culpa de un florero, estamos donde estamos, porque empezó nuestro proceso de autodeterminación.
Me siento feliz de ser colombiano (y no es frase de reina de belleza, de esas, las de Raimundo). Otra vez Aterciopelados: "bañada por dos mares y el Orinoco, café, café, café y petróleo; ciudades amables, mujeres lindas, te vas, te vas y no la olvidas? Golfo de Urabá, Punta Gallinas, Valledupar, Aracataca? Tres cordilleras la atraviesan, frío, calor, efervescencia? terrenos fértiles, todos los climas, te vas, te vas y no la olvidas?". Y digo, otra vez: "Hay que orgulloso me siento de haber nacido en mi tierra".
Pero de esto no dan tanto. ¿Qué clase de país hemos construido desde 1810? ¿El sueño bolivariano o el sueño perverso de los malevos? ¿Cuál es la identidad que le hemos dado a esta tierra que vivió una época llamada la Patria Boba? (¡Eso ya dice mucho!). Esta nación, tan rica en historia, tiene una memoria tan pobre como sus famélicos niños chocoanos. Nuestra historia es como un alka-seltzer: hace burbujas y se desaparece en segundos. A duras penas recordamos a Simón Bolívar, por aquello de que "nació en Caracas, en un potrero con cinco vacas?", o porque así se llama por lo menos una plaza en cualquier ciudad del país. Ah, y porque el del país de arriba quiere ser como él.
Los argentinos recuerdan permanentemente su historia. Aman el Martín Fierro de José Hernández, que describe la vida del gaucho. Pero también recuerdan con horror y con dolor los años de dictadura, los vuelos de la muerte, las torturas, la Noche de los lápices, la estúpida guerra de Las Malvinas. Como decía Tomás Eloy Martínez, en su Réquiem por un país perdido , "la historia de Argentina es tan rica como inverosímil y ahí está la clave para entender el porqué el argentino es así".
¿Por qué no ha pasado lo mismo con Colombia? Me atrevo a decir que somos morbosos por naturaleza. Nos cuesta aprender, porque nos gusta lo que estamos viviendo. Si estamos entre las balas, pensamos en balas. Le encontramos un "gustico" particular a esas dinámicas perversas que traemos desde el siglo pasado, que dieron vida a monstruos de mil cabezas como la guerrilla, el narcotráfico, el paramilitarismo, las bandas emergentes, la corrupción política e incluso, la violencia de Estado. Tenemos una memoria cortica, cortica. Sufrimos de alzhéimer patrio. Ahora, todos estamos en la era Uribe. Viene la era Santos, pero nos olvidamos de las eras nefastas pasadas, de otros gobiernos patéticos, donde se cocinó el caldo de cultivo de lo que hoy somos.
¿Para dónde va esta nación? A veces pienso que toca seguir creyendo en el mundo macondiano, donde en San Antero encanan a un burro porque mordió a un niño. Donde se aparece la virgen en la pantalla de un teléfono Nokia. Donde un macho-man en la Costa, con toda su potencia sexual le mete nueve hijos a la barriga de su señora que resultan ser puro relleno de trapos. Esa es la Colombia para disfrutar. Pero también, está la Colombia para luchar por ella y creer en ella. Una Colombia próspera. Donde la vida sea sagrada, pero sin canticos electorales. Donde la esperanza sea mayor que la desazón por los muertos de Bojayá o las imágenes de los secuestrados encadenados. Creo en ese país capaz de marchar para rechazar la violencia, como aquel 4 de febrero de 2008. Un país unido. En el que los ciudadanos -sí, usted, yo- seamos críticos ante la realidad y miremos un horizonte posible, como el del cuadro del maestro Francisco Cano, señalando a un futuro en el que el "bien germina ya", como dice el himno nacional (el segundo más bonito del mundo después de la Marsellesa, ¡plop!). Si es así, bienvenidos otros 200 años.