Histórico

Colombia y Venezuela, Contrastes y Semejanzas

28 de octubre de 2009

La relación especial que existe entre las dos naciones del norte de Suramérica obedece a imperativos históricos, geográficos y demográficos. Una metáfora que se ha utilizado para describir esa relación es la de mellizos siameses que no se pueden separar sin causarse graves daños.

La tradición política de las dos naciones a partir de 1830 revela una preferencia por regímenes militares de un lado de la frontera común y por gobiernos civiles del otro. Sin embargo, durante unos cuarenta años, entre 1958 y 1998, ciertas coincidencias políticas entre Bogotá y Caracas permitieron desarrollar iniciativas conjuntas y promover un fructífero acercamiento entre las dos economías. Al margen de los cambios de gobierno y las vicisitudes diplomáticas se han forjado vínculos valiosos de distinta índole entre las dos sociedades civiles. Ése es el activo que le imprime continuidad a la relación bilateral, y cuya preservación merece atención prioritaria en períodos de distanciamiento entre los gobiernos.

Los medios de comunicación han destacado los incidentes que se originan en el deterioro reciente de las relaciones entre los dos gobiernos y la decisión del presidente Chávez de prescindir de las exportaciones colombianas. Pero hay cambios en la posición relativa de las dos naciones que son menos noticiosos y más significativos. De manera gradual y poco perceptible en el día a día, transcurridas varias décadas, una de las naciones hermanas descubre que se ha vuelto menos rica al tiempo que la otra ha logrado hacerse menos pobre.

Esa diferencia se refleja en los indicadores de riesgo país, el acceso a los mercados internacionales, los flujos de inversión privada extranjera y el comportamiento de los respectivos sectores empresariales.

Una parte del cambio en las posiciones relativas tiene que ver con la denominada maldición de los recursos naturales, la cual ha distorsionado la economía venezolana, promoviendo una excesiva especialización en la extracción de hidrocarburos. Mientras tanto, la economía colombiana se ha diversificado. También han influido las diferencias en la calidad de las políticas públicas y en la capacidad gerencial.

Las trayectorias divergentes de las dos naciones hermanas ha dado lugar a un desplazamiento espontáneo de personas motivadas por razones ideológicas o por afinidades de diverso orden. La sociedad colombiana les ha dado la bienvenida a empresarios, profesionales, expertos petroleros y académicos venezolanos que prefieren los valores occidentales y la economía de mercado. Por otra parte, miembros del Secretariado de las FARC y sus acompañantes, atraídos por el Socialismo del Siglo XXI, disfrutan de la protección y la hospitalidad de la Revolución Bolivariana. Hay quienes consideran que los beneficios de ese intercambio humanitario se distribuyen de manera inequitativa entre Colombia y Venezuela.

Si bien los contrastes en materia económica y de servicios públicos tienden a favorecer a Colombia, no puede decirse lo mismo de algunas de las semejanzas. Entre éstas, la más protuberante es la manera como los gobernantes de los dos países, no obstante sus distancias ideológicas, aprovechan los recursos del Estado y el acceso privilegiado a los medios de comunicación para perpetuarse en el poder. La sutileza con la cual disimulan su ambición es desigual. Pero ésa es apenas una diferencia de estilo en la búsqueda de un propósito idéntico. Mientras uno lo hace con vulgar desparpajo, el otro lo hace de manera solapada, fingiendo estar obligado a sacrificarse por el bien de la patria y por mandato divino. Por lo demás, ésta es una epidemia que también afecta a figuras continentales de la talla de Daniel Ortega, Evo Morales y Néstor Kirchner.

Nota: Por motivo de viaje, esta columna no aparecerá el jueves 12 de noviembre.