Histórico

A Segoviano

01 de enero de 1900

A SegovianoPor
José Guillermo Ánjel R.

Apreciado y ahora conocido Carlos, espero que goce usted de los días brillantes de Stuttgart, que ahora son soleados y azules (cosa que siempre pasa cuando llegan las grandes fiestas judías, como dice Sabine, su mujer). Luego serán grises y fríos y el la tierra cambiará por ese lado del mar. Pero no se trata de hablar de termómetros ni de posibles humedades o vientos. Mi interés es la lengua española, que cambia y no como las estaciones (que se repiten). Y mientras el idioma sufre cambios, el mundo se encoge y con él las ideas. Y no a causa de las academias sino de los hispanohablantes que, como no leen y ven más televisión de la cuenta, apenas sí producen uno que otro vocablo para definir qué pasa o enterarse del vecino. Vivimos en un mundo sin palabras, que es como entrar en un cuarto vacío.

Usted ha sido uno de los grandes promotores de la lengua española en Alemania. La ha enseñado, ha enseñado a que la enseñen, ha escritos libros, diccionarios etc. O sea que su mundo ha sido entre palabras españolas y sus correspondientes en alemán. Y si una lengua nos hace libres en la medida en que más palabras usemos de ella, lo cierto también es que si se habla peor y con menos palabras, lo que se ve desaparece. Porque las cosas existen si son nombradas (ya lo decía Filón). Y esta es la preocupación que tengo: que como no nombramos, nos hundimos en una especie de embudo y, mientras caemos, nos silenciamos. Supongo que esto (la inmensa masa muda) es lo que le interesa al sistema.

La ignorancia comienza cuando faltan las palabras. Si se carece de palabras, el entendimiento se achiquita y, con el entendimiento encogido, nos parecemos más a los animales (sean estos de zoológico o televisivos). Si en algo nos diferenciamos de la fauna y de la flora, es en que hablamos y nombramos. Pero, como pasa, ya casi no se habla o se usa el mínimo de palabras para resolver lo que se piensa, haciendo de lo que nos rodea una pared en blanco. Y así, Carlos Segoviano, se multiplican las neurosis, las obsesiones, la falta de comunicación y las ideas fijas en letreros publicitarios. Y si llega algún extraterrestre y asiste a un partido de fútbol o la entrada a un concierto, creerá que lo que ve allí son gallinas que cacarean.