Director por un día

Educación: a cerrar brechas con necesidades empresariales

Este artículo se publicó en el aniversario 105 de EL COLOMBIANO, con Carlos Enrique Moreno como director invitado.

06 de febrero de 2017

La pertinencia de la formación del capital humano en clave de la productividad y necesidades de las empresas del país, el nivel de preparación del profesorado, la necesidad de evaluaciones más efectivas, el creciente protagonismo de la tecnología en el proceso de aprendizaje, la efectividad de los observatorios laborales y hasta la formación en derechos y deberes de los niños.

A estos y otros asuntos cruciales de la educación en Colombia les buscó respuesta nuestro Director por un día, Carlos Enrique Moreno, en diálogo con la economista antioqueña Cecilia María Vélez White, rectora de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, exministra de Educación (2002-2010) y voz autorizada del país para reflexionar acerca de un sector definitivo en dar pasos ciertos hacia un mayor desarrollo.

Los empresarios nos encontramos a diario con un déficit de capital humano, bien sea porque no tiene las especialidades requeridas o, teniéndolas, no está en capacidad de resolver los problemas que enfrenta en el oficio. Esperaríamos que el sector educativo hiciera algo al respecto y, por esa vía, mejorar la productividad del país y lograr un mayor desarrollo. ¿Cómo piensa que podría el sector responder a estos retos?

“Efectivamente, existe una brecha entre las necesidades de capital humano de las empresas y la oferta del mercado. De hecho, algunos calculan que no se encuentran candidatos aptos para el 50 % de empleos ofrecidos. Como usted bien señala, el problema tiene dos partes: de un lado, la correspondencia entre las competencias específicas y las necesidadesde los empleadores; y del otro, las competencias generales para enfrentar los problemas que se presentan en el trabajo en la actualidad. Frente a ambos retos, el sector educativo debe aportar ajustando su oferta, teniendo en cuenta las tendencias del mercado; de este modo puede anticiparse a estas necesidades, que son cambiantes. En otras palabras: tenemos que responder a demandas que hoy no existen, pero que pueden surgir cuando los estudiantes se gradúen. Asimismo, es necesario mejorar los aprendizajes de los educandos, a partir de las evaluaciones de competencias que, por fortuna, ya se hacen periódicamente en el país a los estudiantes de educación básica y superior. Estas evaluaciones nos están mostrando las áreas en que debemos hacer mayores esfuerzos para mejorar el desempeño de los alumnos”.

Considero que para lograr un cambio es necesario mejorar, de forma sustancial, el nivel del cuerpo profesoral. Entiendo que una parte de los educadores colombianos llegó a sus puestos por recomendaciones políticas y se mantiene gracias a ello y a que no se evalúa. ¿Qué acciones podrían adoptarse en este campo?

“Se requieren acciones en dos niveles. El primero es el de la selección inicial. Este país ha recorrido un largo camino, que empezó con el Estatuto Docente de 1979, que estableció los concursos para acceder a la carrera docente, así como requisitos de tiempo y de títulos para ascender en ella. Si bien ese estatuto mejoró los perfiles –antes los profesores se contrataban solo por recomendación, aunque en muchos casos ni siquiera tuvieran títulos–, su implementación se quedó corta, porque no se hicieron obligatorios los concursos y se permitían contrataciones temporales que, a la larga, se volvían permanentes. Además, los ascensos se hacían automáticamente por tiempo y por la formación mediante títulos, muchas veces alejados de las necesidades de la escuela.

Tengo entendido que en el 2001 se expidió un nuevo estatuto.

“Sí, más exigente en términos de los concursos de ingreso –que periódicamente convoca la Comisión del Servicio Civil– y que estableció pruebas para demostrar las condiciones necesarias para el ascenso. Dichas evaluaciones fueron modificadas el año pasado por el Ministerio de Educación. Estamos a la espera de ver su funcionamiento y efectividad. Diría que hoy entran al magisterio los mejores entre los candidatos que hay disponibles. La limitación está, en consecuencia, en la formación de quienes se presentan. Se ha venido insistiendo en la necesidad de reformar los programas de las licenciaturas para mejorar la formación inicial de los maestros.

¿Cuál es el otro nivel a que se refiere?

“Es el del mejoramiento de los docentes que hoy están vinculados y que requieren formación en el trabajo, sea porque ingresaron de manera automática a la carrera o porque recibieron una mala formación inicial. He llegado a la conclusión de que los programas más efectivos son los que implican el acompañamiento en el aula y que incluyen los resultados de los alumnos en las evaluaciones nacionales, como guía de los procesos de mejoramiento”.

Si las evaluaciones son tan importantes para mejorar, ¿cómo aprovechar el mundo digital para lograr evaluaciones 360° de los estudiantes hacia el profesor y tener pruebas en línea para evaluar si los estudiantes aprenden lo que deben de la mano de sus profesores?

“Las evaluaciones 360 grados, que garantizan la participación de todos los involucrados en el proceso, son indudablemente las más útiles para los procesos de mejoramiento. Tengo entendido que en la nueva versión de las evaluaciones para los ascensos de los maestros, el Ministerio está evolucionando hacia allá, y además incluye las observaciones de aula utilizando filmaciones de las clases. Todos estos elementos serán cruciales para formular planes de mejoramiento de los profesores y determinar los apoyos que requieren. Las nuevas tecnologías están facilitando estos procesos.

¿Qué plantea en cuanto a las evaluaciones de los alumnos?

“Es indudable que como complemento a las pruebas Saber, que cada año aplica el ICFES a estudiantes de grados 3°, 5° ,9° y 11°, el profesor debe desarrollar las propias de seguimiento a los alumnos. Las instituciones deben definir su modelo de evaluación de acuerdo con los objetivos de aprendizaje que se proponen. Obviamente, una evaluación en línea sería ideal para obtener retroalimentación permanente sobre los logros de los estudiantes”.

Soy un fiel creyente de que la tecnología debería tener el poder de cambiar modelos educativos que casi no han evolucionado en 200 años. Los Moocs o Coma (cursos en línea masivos y abiertos) están brindando lo mejor de las mejores universidades del mundo. Estos cursos tienen embebidos modelos pedagógicos probados y espectaculares con módulos cortos, contenido variado, ayudas con videos, presentaciones, fotos y diálogo bien pensado. Esto debería hacer parte de los pénsum de las universidades y colegios para complementar la educación. ¿Cómo hacerlo?

“Frente a eso yo tendría un enfoque diferente: no son las tecnologías las que cambian los modelos pedagógicos. En muchos casos se usan elementos tecnológicos con modelos tradicionales y no se logra transformar realmente la forma de aprendizaje de los alumnos. Estamos de acuerdo en que los cambios en los modelos pedagógicos pueden beneficiarse y potenciarse con el uso de desarrollos tecnológicos, como los objetos virtuales, el internet o los Moocs. Si la finalidad es lograr modelos de competencias como la capacidad de interpretar textos e información, definir claramente los problemas. entenderlos y formular soluciones, formular hipotesis y probarlas, un buen diseño pedagógico acompañado de la tecnología puede ser la respuesta”.

¿Nuestro sistema de certificación de la educación es suficientemente estricto y de alto nivel, como para darnos una lectura correcta de las instituciones evaluadas, o se trata más de un “yo te acredito, tú me acreditas y entre todos nos acreditamos y todos somos MUY BUENOS”? ¿Se está engañando al estudiante y a su familia?

“Si estamos hablando del sistema de aseguramiento de la educación superior, diría que es un sistema en permanente evolución, con grandes retos para seguir mejorando. Se construyó con las universidades y, obviamente, es reflejo del sistema educativo actual. Ha sido muy útil en establecer procesos de mejoramiento en programas y universidades que han decidido someterse a la evaluación. En términos de calificaciones absolutas son reflejo del estado actual del sistema y, en este sentido, no dice si somos ‘MUY BUENOS’, sino que califica la institución en relación con las demás del país. Por esto se han vuelto tan importantes los escalafones internacionales que, pese a sus limitaciones, nos miden frente a lo que pasa en sistemas educativos de todo el mundo”.

Pero no es suficiente...

“Una limitación que tiene nuestro sistema, lo mismo que las calificaciones internacionales, es la dificultad que se encuentra en la evaluación del objetivo final, es decir, de los aprendizajes de los estudiantes y su capacidad de insertarse en el mercado laboral. En esto, Colombia es pionera en el desarrollo de exámenes de competencias de los graduados de la educación superior (Saber Pro), así como en el establecimiento del observatorio laboral, que mide la empleabilidad de los graduados de cada universidad. Estos instrumentos se deben seguir perfeccionando y deben tomar cada vez mayor peso en las acreditaciones”.

De otro lado, ¿por qué los observatorios laborales no han tomado más vuelo en Colombia y le indican a la gente cuáles carreras tienen sobreoferta y cuáles un déficit crónico? ¿Es justo que una familia ponga sus recursos en la formación de una persona que, por problemas de oferta, probablemente no tendrá opciones laborales?

“Este es un tema muy importante. Es necesario insistir en estos observatorios y, sobre todo, en la publicación y uso de sus resultados. Las universidades nos encontramos frente a dos mercados: uno de entrada, con nuestros aspirantes; y otro de salida, el cual presenta las oportunidades a los graduados. Muchas veces no coinciden: se ofrecen los programas que necesita el mercado y no aparecen los estudiantes. En consecuencia, una buena comunicación masiva sobre las oportunidades y tendencias del mercado laboral es muy útil y haría más fácil la concordancia de los dos mercados. Cada vez somos más conscientes de la necesidad de la orientación vocacional, y en esto venimos trabajando con los colegios”.

¿Por qué los organismos de certificación de competencias no han tomado más vuelo en Colombia? Entiendo que Nueva Zelanda, Reino Unido, Chile y otros han avanzado mucho. ¿Qué nos pasa?

“Las certificaciones se vuelven importantes cuando son tenidas en cuenta por los empleadores. En economías más sofisticadas, las certificaciones son un requisito básico para integrarse al mercado laboral. No es el caso de Colombia, donde han fracasado varios intentos por establecer el sistema de certificación de competencias. Y esto pasa, en parte, por la poca claridad acerca de quién es el que debe hacerlo. El Sena tiene competencias sobre la certificación de las competencias técnicas, pero el universo es mucho mas amplio. Hoy está en discusión un proyecto de ley que regularía el sistema de educación terciaria. Este contiene un marco de cualificaciones, paso previo al establecimiento de las certificaciones”.

En mi época nos enseñaban religión, cívica y otros temas que enfatizaban en la convivencia y la ética. Entiendo que en un país laico no se pueda forzar una formación religiosa, pero sin mediar agendas políticas de ninguna clase: ¿deberíamos tener un pénsum que ayude a los niños a formarse, entre otros aspectos, en valores, en sus derechos y deberes, en cómo arreglar conflictos de forma pacífica?

“La convivencia pacífica es el resultado del respeto por los demás y la tolerancia con respecto a las diferencias. Para lograr el desarrollo en los estudiantes de la capacidad de respetar al otro, es necesario no solo establecer un pénsum que incorpore estos temas. Hay que promover un ambiente real de convivencia en las instituciones educativas. También se requiere que mediante las materias que se imparten, las actitudes de los maestros y la vida cotidiana de la institución se desarrollen en estos valores. No son efectivas las ‘clases’ de cívica o de ética, si en los comportamientos cotidianos se actúa de forma distinta”.

Entonces, ¿qué hacer?

“Soy partidaria de que, así como se definen entre las competencias básicas la compresión lectora o el desarrollo del pensamiento abstracto, definamos también las ciudadanas como elemento básico que debe desarrollarse a lo largo de todo el currículo y de las actividades en las instituciones”.

Los millennials, jóvenes entre 20 y 35 años que nacieron en pleno cambio del milenio, inquietan a todo el mundo. Nadie parece tener claro qué quieren o qué los motiva en términos formativos, de emprendimiento y de desarrollo personal y laboral. Así las cosas, cuesta que se comprometan con su propia formación o con el desarrollo de proyectos a mediano y largo plazo. ¿Cómo evalúa el sector este tema y qué propone para llegarle a esta generación, permeada hasta la médula por redes sociales y nuevas tecnologías?

“Toda nueva generación llega con distintos retos y diferentes dotaciones básicas a la escuela. Los jóvenes de este siglo nacieron en una época en la que la tecnología está ofreciendo inmensas posibilidades de relación y desarrollo, y grandes retos en cuanto a su buen uso. Entender la situación propia de los estudiantes es el punto de partida de una educación efectiva. Más que juicios sobre lo que son o dejaron de ser, es importante partir de esta realidad que ofrece infinitas posibilidades, señalando los vacíos que generan pero, ante todo, permitiendo aprovecharla en el desarrollo de las competencias básicas de los estudiantes”.

¿A qué se refiere?

“Por ejemplo, es indudable que el internet ofrece grandes posibilidades para el desarrollo del pensamiento científico, poniendo al alcance de los estudiantes el desarrollo en investigación del mundo. Así mismo, es enorme el reto de hacer que este acervo de información se utilice de manera crítica y constructiva. Son los retos que hoy enfrentan los maestros y que deben resolver en conjunto con los muchachos, que probablemente son más hábiles que ellos en el manejo de las nuevas herramientas. Su posición frente a los trabajos: menos interés en la estabilidad que en los retos propuestos, propensión al emprendimiento más que a la vinculación a una empresa, entre otros, son más bien la respuesta a la evolución de los mercados laborales”.