Director por un día

Antioquia en el 2030 en la competitividad

Este artículo se publicó en el aniversario 105 de EL COLOMBIANO, con Carlos Enrique Moreno como director invitado.

06 de febrero de 2017

El siguiente artículo es una descripción vivencial, es decir, una narración donde el autor se sitúa imaginariamente en el 2030, narrando los cambios que vivió Antioquia en el tema de la competitividad y el desarrollo económico de la región, y explica los avances y las medidas que se tomaron para llegar allí.

Este nuevo año 2030 comienza con el ingreso formal de Colombia al privilegiado grupo de países desarrollados del mundo. En este logro Antioquia ha sido un actor fundamental.

Desde la fusión realizada hace trece años entre la Universidad Eafit, la Escuela de Ingeniería de Antioquia (EIA) y la Corporación para Estudios en Salud (CES), y la creación de la Escuela de Bioeconomía, que dieron origen a la gran Universidad de la Innovación y el Emprendimiento de Colombia (UIEC), el talento humano formado allí se ha convertido en muy corto término en la palanca académica líder del cambio y la modernización de la Nación. No en vano la UIEC viene creciendo bajo su logo “nuestro campus es la totalidad del territorio nacional”.

Y también hoy es palanca académica líder de buena parte del hemisferio, ya que allí llegan a adelantar programas de doctorado y posdoctorado los mejores estudiantes de América Latina, que antes preferían otros centros como la Universidad de Harvard y el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT por su sigla en inglés).

Esta institución de excelencia de clase mundial ha sido en tan breve lapso una de las principales plataformas que lanzaron a Colombia hacia el reconocimiento global como sociedad avanzada.

De otra parte, entre los efectos demostrativos más notables que Antioquia está irradiando hacia el resto del país, cabe subrayar: (a) el hecho de que ahora más de la mitad de su población es bilingüe, así como la totalidad de los jóvenes de menos de 16 años de edad; (b) haber establecido en la totalidad del territorio departamental la banda ancha para la conectividad; y (c) haber recibido la certificación internacional de Naciones Unidas como un departamento carbono neutral, tras la medición de su huella ambiental y su compensación integral mediante el plan forestal más ambicioso de nuestra historia, incluyendo el establecimiento de pagos por servicios ambientales.

En cuanto a este último logro, la UIEC, en asocio de empresas como Argos, Nutresa, Bancolombia, Sura, entre otras, ha podido emprender, no solo al interior de Antioquia sino también en el resto del territorio nacional, una espectacular operación de rescate del recurso hídrico en favor de la producción de alimentos y la generación de energía, materializada en servicios ambientales como la restauración asistida del bosque natural en las cuencas hidrográficas, la conservación de bosques en pie, la reforestación y la forestación nueva, la regeneración y conservación de la biodiversidad, la conversión de ineficientes sistemas de ganadería extensiva en modalidades silvopastoriles, y el empleo masivo de riego por goteo.

La UIEC así mismo ha sido la principal fuente de conocimiento científico y tecnológico al servicio de la más vasta revolución de la industria agrícola y la producción de alimentos y de proteína animal de que se tenga memoria en nuestro devenir, no sólo para el mercado nacional sino también para los mercados foráneos, en especial de Asia. En ello han jugado un papel protagónico sus Escuelas de Bioeconomía, Administración e Ingeniería; su aliado estratégico, que ha sido el Centro de Economía Agrícola y Recursos Naturales que creó el Banco de la República en diciembre de 2016 en Bucaramanga; y empresas privadas líderes en el hemisferio, como por ejemplo Nutresa, entre otras, que se ha convertido en la principal y más competitiva fuente productora de proteína animal a partir de la carne bovina en Colombia.

La selección genómica y la ingeniería genética; la agricultura controlada bajo sistemas de invernadero y la de precisión caracterizada por la robotización mediante maquinaria no tripulada, incluyendo la utilización masiva de drones; y la recuperación, protección y conservación de los recursos naturales, muy especialmente del agua, constituyen el signo de los nuevos tiempos que están colocando a Colombia en la vanguardia de la producción de alimentos para el mundo.

Finalmente, hay que reconocer que semejantes conquistas no habrían sido posibles sin el imperio de la ley y la seguridad jurídica de los derechos de propiedad sobre la tierra, cuya precariedad se había convertido en uno de los más formidables obstáculos para el despegue de la industria agrícola. Y que tampoco habrían sido posibles sin la actualización catastral y predial del sector rural, que permitió la superación del conflicto entre la vocación y el uso del suelo agrícola, y, de esa manera, la triplicación de la frontera cultivada, que hasta hace trece años era de apenas siete millones de hectáreas, al haber añadido a la misma quince millones de hectáreas aptas que se hallaban ociosas o subutilizadas.

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