Ciclismo

La Línea, un reto para valientes

Fabio Duarte, último ganador de una etapa de la Vuelta que tuvo como meta el mítico ascenso.

Cuyabra. Comunicadora social-periodista de la Universidad del Quindío. Redactora del área de Contenidos Digitales.

26 de junio de 2019

Casi diez horas durmió Fabio Duarte antes de la tercera etapa de la Vuelta a Colombia de 2009. Sabía que era una jornada importante y había que prepararse, estaba tranquilo. Hizo ese recorrido cientos de veces y no tenía de qué preocuparse, pero tampoco podía confiarse.

Llegó la mañana del martes 9 de junio. Fabio recibió las indicaciones de su técnico, Oliverio Cárdenas, antes de la salida, junto a sus compañeros, Sergio Luis Henao, Darwin Atapuma, Járlinson Pantano, Luis Fernando Laverde y el recién llegado al Colombia es Pasión-Café de Colombia, Nairo Quintana. Repasaron la estrategia antes de salir de Ibagué hacía La Línea.

“Era la primera etapa de montaña, nos teníamos mucha confianza para ascender porque ya habíamos entrenado esa ruta. Por ese lado es más corta pero, eso sí, con mucha subida y había corredores como Santiago Botero, Óscar Sevilla y José Rujano que eran favoritos a llevarse esa etapa. Nosotros éramos sub-23 pero veníamos en un nivel alto”, contó el cundinamarqués, ahora de 33 años y corredor del Team Medellín.

Fabio relata que desde muy temprano el equipo Lotería de Boyacá comenzó a atacar: “iban a un ritmo frenético, nadie se esperaba eso. Armaron una fuga de casi 30 ciclistas a la altura de El Tigre. Ya llevaban buena diferencia”.

“Yo, mientras tanto, iba atrás con (Santiago) Botero, que corría para el EPM y era el líder”, cuenta Duarte.

Llegando a Cajamarca la fuga comenzó a diluirse y Fabio, junto a Botero, iban alcanzando a los pocos que resistían en la cabeza de carrera. “Ya iban 13 corredores, pero seguían liderando Sevilla, Rujano y Javier González, parecían inalcanzables. Yo me mantenía a rueda de Santiago, cuidándolo”.

Cárdenas, el mentor de esa generación dorada que ahora brilla en Europa, comenzaba a desesperarse en el vehículo acompañante. “Yo sabía que él subía muy bien pero al principio tuvo esa duda de entregarse, ya me estaba impacientando y lo comencé a acosar. Le decía: mire cómo este va delante suyo si usted es escalador y él no. ¡Hágale, hágale, adelante!”, cuenta Oliverio, hoy técnico del Boyacá es para Vivirla.

Fabio seguía resguardado sin poder atacar. Cruzó el peaje de Cajamarca junto a Botero. La montaña ya estaba asomándose y el lote se empezó a romper. Dos kilómetros más allá recibió hidratación. Comió maní, banano y bocadillo. Estaba listo. Había llegado su momento: “Después del peaje comienza el ascenso, los ocho km más duros de la subida por ese lado. Hay partes al 10 y 20% de inclinación, pero el recorrido lo sabía de memoria”.

Ataque decisivo

La única manera de descontar era atacando desde lejos “porque entre más cerca sería más difícil descontar el tiempo que llevaba la fuga, Oliverio me dijo que recogiera a los fugados, que ya iban uno a uno. Me lancé y empecé”.

Primero se soltó de Botero, que no tenía apoyo de su equipo. Luego dejó a diez fugados atrás. A Sevilla, el primero de los tres que iban en punta, lo alcanzó a seis kilómetros de meta. Lo rebasó sin problema.

Luego fue José Rujano. “Lo solté y faltando 2 km alcancé al primero, que era Javier González. Lo pasé de largo, pedaleé como nunca. Desconté casi dos minutos. Llegué en solitario. Gané la etapa y quedé de líder. Hice moñona (risas)”.

Esa fue la última vez que una etapa de la Vuelta a Colombia terminó en el mítico ascenso. Hoy, nuevamente, ese escenario, vuelve a ser la meta de la novena fracción, considerada la reina de la carrera. Aunque la subida será de Calarcá hacía Ibagué.

“Este año vengo mejor preparado, con diez años más de experiencia, un mejor equipo, con un compañero como Óscar, una persona que lee muy bien las carreras”, dice Fabio.

Pese a que su triunfo fue ascendiendo desde Ibagué, tiene claro cómo subir desde Calarcá, en el Quindío: “Es un reto para valientes”, dice el vigente rey de esta cumbre.