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El paisa Anderson Zuluaga recorrió toda Suramérica en patines

En nueve meses recorrió seis países. La aventura terminó en Brasil. Este domingo llega a Medellín.

Estudiante de periodismo de la Universidad de Antioquia. Interesado en el periodismo narrativo y los deportes.

01 de abril de 2023

Con una mochila en la espalda, un casco en la cabeza y moviéndose sobre unos patines de línea, Ánderson Zuluaga salió de la casa en la que vivía con un hermano y su mamá en San Javier.

Era el 14 de junio de 2022 y ese día, después de ahorrar casi 20 millones de pesos en sus trabajos como obrero, decidió que iba a recorrer Suramérica patinando, que tenía que cumplir el sueño que se trazó desde 2017 después de que murió su papá; que por esta vez se daría la oportunidad de cometer “una locura” sin pensar en qué podía pasar o los peligros con los que se tendría que enfrentar.

No le importó que en su familia le dijeran que no lo hiciera. Tampoco que su mamá le suplicara que lo pensara mejor. Él les dijo que se quedaran tranquilos, que lo tenía todo fríamente calculado y que iba con Dios. Además, les recordó que desde que tenía 15 años estaba acostumbrado a lidiar con el peligro de montar patines en carretera.

Cuando cumplió esa edad y hasta que tuvo 17, Ánderson solía pegarse de la parte de atrás de los buses y bajar a toda velocidad por las lomas de Robledo, donde vivía su familia. Esa era una manera criminal de patinar, pero era la suya y la de sus amigos: “fue una forma muy ilegal, muy de gamín, sin embargo, lo hacíamos porque nos generaba adrenalina y eso nos gustaba”, dijo, entre risas, en una videollamada que atendió desde Curitiba, Brasil, ciudad a la que llegó el miércoles 28 de marzo de 2023 después de recorrer seis países patinando.

“Como deportista y como persona siempre está mirando hacia adelante, con una actitud positiva. Lleva muchos años patinando, persiguiendo sus sueños y ya consiguió uno que parecía imposible: terminar la ruta suramericana”, comentó Luz Mery Sepúlveda, la mamá de Ánderson.

El inicio de la aventura

Para Zuluaga, la adrenalina y la sensación de libertad que le genera montar patines son, junto a la música, la “droga” que lo mantiene vivo. Por eso, esa tarde de junio de 2022, con 36 años y la incertidumbre de no saber si iba a volver a su casa, emprendió camino y se encontró con su amigo Álex Grecos, un bogotano que le dijo que lo iba a acompañar en la primera parte de la “aventura suramericana”. Llegaron hasta la variante de Caldas y empezaron a “descolgar” a toda velocidad por la vía que lleva hacia el Eje Cafetero.

Se demoraron cuatro días en llegar a Cali, que era su primer destino. “En el camino hacia esa ciudad vivimos los gloriosos porque la mayor parte era de bajada. Pero después, cuando llegamos a las carreteras del Cauca y Nariño la cosa se empezó a complicar porque el desgaste físico que había que hacer era muy duro”, aseguró Ánderson.

Él se había preparado bien. Ya dijimos que el sueño de recorrer Suramérica en patines llevaba cerca de cinco años dando vueltas por su mente. Por eso entrenaba cuatro días en el gimnasio y todos los fines de semana subía el alto de Las Palmas “para fortalecer las rodillas”. Algunas veces lo hacía solo, otras con la gente de Roller Blading, un colectivo de patinaje urbano que se creó en Medellín hace 15 años y en el que Zuluaga está desde 2014.

“Ánderson es un calidoso, una buena amistad, la persona carismática del grupo, el que hacía la fiesta. Lo que hizo al recorrer Suramérica en patines es un sueño cumplido para él y una inspiración para los que soñamos hacerlo algún día. Eso fue espectacular porque otras personas lo habían intentado, pero siempre se quedaban en el camino”, comentó Jorge Rudas, uno de los voceros de Roller Blanding.

Los “aventureros” que alguna vez emprendieron el viaje pero después se bajaron de los patines lo hicieron porque se enfermaron, sufrieron alguna lesión deportiva o simplemente decidieron que era mejor evitar los peligros que se podían encontrar en el camino. Ánderson y su compañero de viaje también tuvieron que sortear con la adversidad.

Problemas de salud y seguridad

Cuando llegaron a Ipiales, la zona fronteriza entre Colombia y Ecuador, el bogotano Álex Grecos se enfermó. Tenía dolores fuertes en el abdomen y le dijo a Zuluaga que hasta ahí lo acompañaba, que lo mejor era que lo viera un médico. Ánderson lo apoyó en la decisión, pero se mantuvo firme en que iba a continuar.

“Casi que no puedo cruzar Ecuador porque allá estaban en una ola de protestas indígenas y por eso no me dejaban entrar. Tuve que quedarme varios días en un hotel y luego, de la noche a la mañana, las manifestaciones se levantaron y pude pasar”.

En el país andino disfrutó patinando solo por las amplias carreteras mientras escuchaba música a todo volumen en el parlante que lo acompañó durante el viaje. Cuando llegó a Quito su historia generó admiración. Una familia de origen judío que pertenece al grupo de patinaje Roller Freedom le ofreció comida y estadía para que descansara: le pagaron un AirBNB. “Estuve ahí casi una semana y ellos me propusieron que me quedara más, pero a mí me dio pena y decidí seguir el camino. Ecuador es pequeño y lo crucé rápido, pero fue en el que más disfruté”.

Cuando salió con rumbo a Guayaquil le dijeron que se cuidara, que esa ciudad era muy peligrosa. Pero él, en un acto de valentía, recordó que iba con Dios y siguió el camino. No tuvo mayor problema en el recorrido hasta que llegó a la frontera entre Ecuador y Perú en Huaquillas. El personal de inmigración peruano le puso muchas trabas para dejarlo pasar, pero al final lo consiguió.

Conseguir amigos

Ánderson tiene, además de un espíritu aventurero, un don que lo ayudó a conseguir amigos en el camino: habla con la seguridad de un comerciante y por lo general no solo capta la atención de las personas que lo escuchan, sino que logra convencerlos.

“No sé de donde le saldrá tanta ocurrencia, pero siempre arma corrillo y la gente se ríe. Apuesto a que si hubiera nacido hace 100 años no sería un patinador recorriendo Suramérica, sino un culebrero que andaría de pueblo en pueblo en una mula repartiendo historias”, aseguró Harving Zuluaga, el hermano menor de Ánderson que comparte con él el gusto por montar patines.

Gracias a su carisma y en la medida en que iba rodando por las carreteras de la Costa del Pacífico peruano, buscando llegar a Lima, Zuluaga se volvió amigo de personas que le ofrecieron que se quedara en sus casas y lo llevaron a probar la comida peruana que, dicen, es la mejor del mundo.

“En las primeras ciudades no me gustó la comida, pero cuando llegué a la región de Piura, un amigo me llevó a que comiera un ceviche muy rico. Desde ese momento comprobé que la cocina peruana es deliciosa”.

Después de que pasó Piura, se enfrentó con el desierto de Sechura, el primero de su recorrido. En el momento en que lo cruzó estaba haciendo frío, algo que lo favoreció. Para sortear el clima llevó alimentos como panela, agua, atún y pan, que le ayudaron a mantener la energía.

Sin embargo se encontró con un problema: no había hoteles o casas para dormir. Por eso le tocó acampar a la intemperie en una carpa. En la carretera se encontró con colombianos que lo animaban a seguir adelante y le daban dinero.

Conseguir compañero de viaje

Su llegada a Lima causó furor. Los patinadores de esa ciudad conocían su historia. Le pidieron que dictara algunas clases de downhill, una modalidad del patinaje urbano que consiste en bajar a toda velocidad por una carretera. Ánderson había ganado pruebas de esa disciplina en Colombia e incluso estuvo cerca de ir a un Mundial. Por eso los peruanos lo respetaban.

Brayan Aguilar, un muchacho de 20 años, me dijo que quería irse conmigo, sumarse a la aventura. Yo le dije que sí, pero le advertí que el camino no iba a ser fácil, que íbamos a tener que cruzar desiertos, aguantar sol, viento, frío, lluvia. Él aceptó”.

Con el joven peruano, que no había entrenado para este tipo de recorrido, llegaron rápido hasta la frontera con Chile, entre otras cosas porque cuando ya estaba cansado, le decía a Zuluaga que pidieran un aventón en carro. Ánderson no quería porque su objetivo era llevar su cuerpo al límite, pero terminó cediendo.

Siempre dispuesto para ayudar

Cuando llegaron a Chile tuvieron que cruzar varios desiertos. En el de Atacama, al norte del país, un perro mordió a Ánderson y por el frío extremo que hacía en las noches Aguilar se descompensó. Zuluaga lo ayudó. Lo llevó donde una señora que lo curó poniéndole hoja de coca en la frente.

“Él es una persona muy colaboradora. Siempre está dispuesto a servirles a sus amigos ante cualquier dificultad”, señaló Luz Merly Sepúlveda, la mamá de Ánderson.

Brayan no aguantó el ritmo al que Ánderson patinaba y cuando llegó a Santiago decidió no continuar en la aventura. El paisa pensó en seguir solo, pero en la capital chilena se cruzó con Leandro Sánchez, que se convirtió en su compañero en el resto del recorrido.

“Haberlo conocido fue lo mejor que me pasó el año pasado. Llegó a darle emoción a mi vida. Como deportista es algo increíble. Se mandó un viaje desde Colombia hasta Río de Janeiro. ¿Qué otro atleta ha hecho eso? Es un patinador espectacular”, comentó Sánchez.

El camino para llegar a la frontera entre Chile y Argentina fue hostil. La estrechez de las carreteras llevó a que los dos patinadores estuvieran cerca de ser atropellados por camiones que pasaban a toda velocidad.

“Eso me bajó el ánimo. Me llevó a preguntarme para qué estaba haciendo esto, si nadie me estaba obligando, pero quería llegar a Argentina por lo menos para estar en el Mundial”.

Y lo consiguió. Llegaron a territorio argentino en diciembre. Zuluaga no solo pensaba en el Mundial de fútbol, sino en el de downhill en patines. Él quería participar, pero desde la Federación Colombiana de Patinaje no le dieron el aval. No pudo competir, pero disfrutó viendo el espectáculo.

También gozó de la consagración de Messi en la Copa del Mundo. Llegó a Buenos Aires para los cuartos de final. “El ambiente era maravilloso. Yo les decía a los argentinos que era la cábala de la suerte y terminaron ganando”.

Después de que terminó la euforia mundialista en Argentina, Sánchez y Zuluaga cruzaron el Río de la Plata en barco con destino a Uruguay. Allá tuvieron que lidiar con algunos problemas económicos, pues se dieron cuenta que era el país más caro de Suramérica: un almuerzo valía 20 dólares y dormir en un hostal podía costar hasta 100.

El final del viaje

Por eso estuvieron pocos días en territorio charrúa. Llegaron a la frontera entre Rivera y Santana y empezaron a subir por territorio brasileño. Ánderson aprendió algunas palabras en portugués y con ellas se daba a entender. Cuando les contaba a los brasileños la historia de que iba desde Colombia le daban plata. “Me costó mucho cogerle el ritmo en las subidas. Fue muy retante para mí correr junto a él en Brasil”, agregó el chileno Sánchez.

Ánderson aseguró que el país que más le gustó recorrer fue Brasil por los paisajes, la gente y porque pudo participar en el Carnaval de Río, pero en la celebración que se hace en Curitiba.

“Nos invitaron a participar del desfile principal. Me dieron un disfraz e hice el recorrido en patines. Fue una experiencia inolvidable”.

Zuluaga y Sánchez hicieron muchos amigos en Brasil. Cuando llegaron a Río de Janeiro, donde terminó la aventura de recorrer Suramérica en patines, la gente les pedía que los dejaran rodar con ellos.

“Realmente conocer a Ánderson fue una cosa surreal. Es un muchacho con mucha garra. No es para cualquiera hacer lo que hizo enfrentando sol, lluvia, desierto, es realmente para aplaudir de pie”, comentó la brasileña Josiane Olivo.

Volver a la realidad

El recorrido de Ánderson y Sánchez por las carreteras de Suramérica se terminó el 11 de marzo. Después de eso el colombiano se dedicó a “parchar” con los amigos que consiguió en Brasil; mientras que Sánchez regresó en avión a Chile.

Este domingo, después de nueve meses recorriendo Suramérica, Zuluaga regresa a Medellín. “Llegó el momento de volver a la realidad”. Su mamá, hermanos y amigos de rodadas lo recibirán en el José María Córdova.

Mientras tanto, piensa en prepararse para el Mundial de patinaje urbano de 2024 y hacer otro viaje: esta vez se iría por Centroamérica hasta Ciudad de México.

Medellín, la capital colombiana del patinaje urbano

En los últimos años las calles de Medellín se han llenado de patinadores que salen a rodar. No solo lo hacen en las ciclovías nocturnas que hay entre semana y las mañaneras de los sábados y domingos; sino que también hay otros que se reúnen a entrenar en el sector estadio y suben hasta el oriente, norte y occidente antioqueño. El movimiento ha crecido mucho “porque mucha gente se dio cuenta de que no solo sirve para sentirse saludable, sino que también nutre las relaciones sociales”, comentó Jorge Rojas, miembros del colectivo Roller Blanding, uno de los grupos que hay en Medellín: estos son los otros: Ingavity, Roler Soul, Free Skating, Callejeros, Rio Roller, K-Roller, Sinfrenos, Roller UK, Sin Sponsor, Roller Skate, Roller City, y Roller Bello.