“Me lo hice por impulso... y me arrepentí”: las historias detrás de quienes deciden borrar sus tatuajes
El tatuaje ya no es para siempre. Con la misma velocidad con la que se multiplican los estudios de tinta, crecen también los centros que los borran. Porque donde hubo impulso, ahora hay reflexión... y láser. Estas historias las recopiló el diario estadounidense CNN.
Durante años, tatuarse fue símbolo de rebeldía, identidad, o simplemente de una moda. Pero el mito de que “la tinta es para siempre” se desvanece, literalmente, con el avance del láser. El arrepentimiento está más presente que nunca y lo confirma un dato contundente: una de cada cuatro personas tatuadas en Estados Unidos se ha arrepentido de al menos uno de sus diseños, según un estudio del Pew Research Center en 2023.
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El fenómeno ha dado origen a una industria en crecimiento que capitaliza los errores (o cambios de opinión) de una generación marcada por la tinta. Celebridades como Angelina Jolie, Megan Fox y Pete Davidson —quien llegó a tener más de 200 tatuajes— han acudido a tratamientos para borrarlos. Y lo cierto es que el láser ya no es un lujo excéntrico, sino una decisión cada vez más común entre quienes quieren dejar atrás decisiones de juventud... o de una noche de insomnio y vino.
Clínicas especializadas como Gotham Tattoo Removal en Nueva York y Removery, con sedes en varios países, ofrecen sesiones que van desde los 100 hasta los 600 dólares por cita. No se trata de una solución instantánea: cada tatuaje puede requerir de 5 a 15 sesiones, espaciadas por semanas o incluso meses.
“La tinta se deposita en la dermis, y las partículas son demasiado grandes para que el cuerpo las elimine por sí solo. El láser las fragmenta para que el sistema linfático las procese”, explica al medio norteamericano CNN Tim Goergen, técnico láser y tatuador con experiencia en remover tatuajes de todo tipo.
El proceso es largo, caro y doloroso. Pero eso no detiene a personas como Zach Gilyard, un director de arte de Brooklyn, que tras años acumulando tatuajes, decidió comenzar a eliminarlos. Esto dijo en entrevista con CNN:
“Al principio era emocionante, me sentía con poder. Pero después de cierto punto, me di cuenta de que no los quería más”, cuenta. Uno de sus tatuajes, una cabeza de pantera en el hombro, fue el primero en irse. El costo total de eliminación: varios miles de dólares y cinco años de sesiones. “No queda perfecto, pero lo prefiero así”.
Sasha Goldbas-Nazarian, una mujer judía residente en Los Ángeles, decidió eliminar algunos tatuajes tras conocer a su ahora esposo, de fe judía conservadora y raíces iraníes. “Él pensaba que yo no era judía porque tenía tatuajes”, cuenta para CNN. “Nunca había conocido una mujer judía con tinta”, añadió.
Aunque la decisión fue personal, también pesaron razones prácticas: los tatuajes estaban descoloridos, cubiertos de maquillaje en eventos, y ya no representaban lo que alguna vez sintió. Pero el procedimiento fue todo menos glamoroso. “Duele muchísimo y puedes oler la piel quemándose. Es desagradable”, confiesa.
Para algunas personas, el tatuaje no solo es una marca estética, sino un intento de recuperar algo perdido. Z, una mujer británica con piel melanizada, se tatuó pecas cosméticas en el rostro para reemplazar las que perdió durante una enfermedad grave. Sin embargo, el resultado no fue el esperado: se veían artificiales y alteraban su tono natural de piel. “Se notaba que estaban dibujadas, no eran mis pecas”, dijo al diario norteamericano.
A diferencia de los tatuajes convencionales, los cosméticos reaccionan de manera impredecible al láser y pueden cambiar de color, lo que hace el tratamiento más complejo. Aun así, Z ha visto avances. “Todavía queda tinta, pero estoy mucho mejor. Me siento más yo”.
En redes sociales, también hay quienes han hecho del borrado su contenido principal. Jayne Foo, consultora financiera de Singapur, ha documentado en Instagram cómo elimina el 70 % de sus tatuajes. Sus publicaciones muestran sin filtros los efectos secundarios: piel enrojecida, ampollas, dolor. “Quiero que la gente sepa que no es tan fácil como parece en TikTok”, dice.
Foo, como muchos otros, se tatuó por impulso y con poco dinero, eligiendo diseños que ya no le representan. “Ahora quiero recuperar mi piel. No se trata de borrar mi pasado, sino de comenzar otra vez”.
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Así, nace una nueva tendencia de aquella generación que quiso tatuarse en su juventud y ahora, resarcir los tatuajes que no los identifican en este momento.