Cultura

El violinista que hizo un supuesto pacto con el diablo

El virtuosismo del músico italiano era la causa de un supuesto pacto que él o su madre hizo. Esta es la historia.

Periodista de la Universidad de Antioquia. Interesado en temas de tecnología y cultura. Disfruto del cine y la música.

31 de octubre de 2017

¿Qué pensaría Paganini si viviera y conociera los primeros resultados que muestra Google al buscar su nombre? “El diabólico mito de Paganini” “El violinista del diablo”, “La leyenda de Niccolò Paganini”. Si él hubiera sido el responsable de crear el comentado mito, seguro estaría satisfecho, si no, le tocaría vivir bajo la sombra de la supuesta causa de su talento: un pacto con el diablo.

Nadie interpretaba el violín como él lo hacía por esos días, a finales del siglo XVIII. Niccolò Paganini era la estrella de la música de la época en Europa, hacía giras y llenaba los escenarios a donde los curiosos, y por supuesto los seguidores de la música clásica, iban a ver a aquel feo hombre que por tocar tan bien, lograba doce notas por segundo: decían que había hecho un pacto con el demonio.

“Paganini se inventó la historia”, asegura el estudioso de la música, Ramiro Isaza. Según él, no solo se decía que había sido el músico el que hizo el pacto demoniaco, sino también su madre, cuando apenas estaba embarazada, aunque asimismo señalan que fue a los cinco años del músico que ella decidió darle al diablo el alma de su hijo si lo convertía en el mejor violinista.

El mito que se creó sobre él no solo tenía origen en su talento, también en su aspecto. En su libro: Paganini, The ‘demonic’ Virtuoso, escrito por el violinista y profesor de música de la Universidad de East Anglia, Mai Kawabata, este cuenta cómo un crítico de música de la época, Castil-Blaze, describía a Paganini como un hombre de 1.65 metros, de cara muy pálida y rasgos marcados, ojos de águila, nariz puntiaguda y cabellera larga. Su apariencia en el escenario era para muchos: fantasmagórica.

Niccolò aprovechó la fama que consiguió en Europa para hacer de sus conciertos todo un show. Se vestía de negro ocultando todo su cuerpo, solo dejaba al descubierto su cara, se tardaba al escenario y cuando lo hacía era medio de un misterio que sorprendía a sus seguidores, así lo narra Sam Kean en el libro: The violinist’s Thumb.

Para ver a Paganini “la gente viajaba como si fuera una peregrinación religiosa”, narró el historiador Peter Gray; Además se convirtió en una obsesión de los violinistas que querían tener una técnica tan buena como la de él.

El culto que se le rendía, era definido por Gray como una manía colectiva”, de la cual eran responsables los críticos de música de la época.

Niccolò Paganini subía a los escenarios sin partituras, no importaba la dificultad de la obra, él siempre se las sabía de memoria. Y muchas de las que correspondían a sus obras no las dejaba imprimir, cuenta Rodrigo Isaza, de ese modo obligaba a la gente a ir a sus shows, pues nadie más tenía las partituras para interpretar su música.

“Su secretario era igual o más feo que él”, señala Isaza, y entre los dos se encargaron de difundir su supuesto pacto con el diablo; “aunque eso no tiene ningún asidero”, dice.

Más allá del mito que aún 200 años después rodea a Paganini, el estudiosos de la música reconoce la importancia en la historia de Paganini, quien influenció a grandes músicos como Franz Liszt, quien lograba en el piano el virtuosismo de aquel en el violín, pero a Liszt nunca lo relacionaron con el diablo.