Octavio Escobar, la truculencia como arte
Después y antes de Dios es el título de la novela con la que este escritor obtuvo el Premio Nacional del género, en 2016.
Envigadeño dedicado a la escritura de periodismo narrativo y literatura. Libros de cuentos: Al filo de la realidad y El alma de las cosas. Periodismo: Contra el viento del olvido, en coautoría con William Ospina y Rubén López; Crónicas de humo, El Arca de Noé, y Vida y milagros. Novelas: Gema, la nieve y el batracio, El fiscal Rosado, y El fiscal Rosado y la extraña muerte del actor dramático. Fábulas: Las fábulas de Alí Pato. Premio de la Sociedad Interamericana de Prensa.
¿Qué podría uno escribir en una novela que fuera más fuerte que el asesinato de una mujer a manos de su hija y esta la hubiera velado por varios días?
Esta pregunta se la formuló el escritor Octavio Escobar cuando estaba escribiendo Después y antes de Dios, con la que ganó el Premio Nacional de Novela de este año.
Sin embargo, aun sabiendo que este suceso no podría superarlo con nada, lo conservó en el principio, no en el final, como cree que hubiera pensado cualquier otro.
“La historia de esa novela parte de dos noticias”, revela el manizaleño, médico por demás. Una de ellas, la ya mencionada; la otra, “la historia de un sacerdote reputado y culto, protegido por el obispo, quien, con la excusa de la caridad, recaudó dinero, constituyó una suerte de pirámide y, de pronto, se voló con el dinero. Pocas personas lo denunciaron por temor de hacer el ridículo”.
Estos hechos no sucedieron en forma simultánea, pero en el libro, sí.
Basada, pues, en la realidad, esta habita solamente las primeras páginas del relato; lo demás es ficción.
“Es como si en un partido de fútbol, hubiera comenzado con gol en el primer minuto. ¿Cómo mantener la intensidad, si ya había dicho lo más fuerte?”. Sin duda, un verdadero reto. Con claves del género negro —en el que tiene una novela, Saide—, pero sin excesos “soy un escritor discreto”, y también del cine, resolvió este problema. Y el jurado encontró que lo logró con “maravillosa ironía seria”.
Como no le interesa respetar los códigos de cada género, sino transgredirlos, Escobar acudió a la truculencia, sin caer en el sensacionalismo, para terminar con un tono no menor al del comienzo.