Música

El “Boom” latinoamericano también se dio en la música

Como en la literatura, que es lo que se ha hecho famoso, la música vivió su explosión latinoamericana.

Periodista que entiende mejor el mundo gracias a la música, que atrapa cada momento que puede a través de su lente fotográfico y a la que le fascina contar historias usando su voz.

03 de septiembre de 2020

Aunque El boom latinoamericano remite, por supuesto, al fenómeno literario que ocurrió en la década que transcurrió entre los 60 y 70 y donde figuras como García Márquez, Fuentes, Donoso y Vargas Llosa se volvieron referentes mundiales de las letras, también hubo un fenómeno en el que las protagonistas fueron las canciones que brotaron en aquella época por compositores como Arturo Márquez o el argentino Alberto Ginastera.

Y de eso se hablará en el curso Boom Latinoamericano que inicia esta tarde, propuesta de la Filarmónica de Medellín, y que será dictado por el maestro Carlos Andrés Botero, quien actualmente dirige la Sinfónica ISMEV en México y es embajador musical de la Sinfónica de Houston. “A nivel sinfónico hay un paralelo que podemos establecer, una riqueza simbólica musical que es endémica de la región y que también atraviesa las fronteras”.

El escritor Xavi Ayén, autor de Aquellos Años del Boom, le contó a EL COLOMBIANO que antes de él “los considerados mejores escritores del mundo siempre eran europeos o norteamericanos”, este fenómeno era como haber ganado “el Mundial de las letras”.

Algo similar ha ocurrido con la música. Generalmente se recurre con frecuencia a hablar de la tradición europea, incluso en América Latina, cuando “hay un grupo de músicos, especialmente en el siglo XX, que le transfirieron a la música esa creatividad específica que nos concierne a los latinoamericanos y que trasciende la música europea”.

Desde el principio

La historia va bien atrás. El profesor de Eafit Sebastián Mejía, historiador de la música, explica que el siglo XIX estuvo caracterizado, a grandes rasgos, “por imitar modelos europeos de música de cámara y música doméstica”. Hacia 1890 América Latina, y especialmente México, se dejaron untar de las vanguardias europeas y se expandieron hacia 1930 aproximadamente. Se buscaba una mayor exploración en la música, “expresarse con un estilo más modal y menos esquemático”.

Desde los 30 hasta la consolidación de los nacionalsociaismos en Europa, el exilio de artistas, cada vez más politizados, “incentivaron una nueva generación de músicos latinoamericanos para que buscaran un estilo más propio que imitara de manera menos textual las vanguardias europeas”.

Se iban rompiendo los moldes tradicionales para el arte: en la pintura, en la literatura y en la música. Los indigenismos musicales de Latinoamérica, “una recreación imaginaria de la antigua identidad indígena acallada por la colonización” fueron tomando fuerza.

Así se sembraron los cimientos para lo que ocurriría posteriormente en los 60. Los compositores se hicieron más conscientes de su participación política en países cada vez más convulsos después de la Segunda Guerra. “De manera que el boom es la explosión de una voz que venía preparándose desde las primeras décadas del siglo XX y que en cierto sentido se pudo consolidar como un bloque expresivo y artístico por haberse vuelto el refugio de los intelectuales europeos de posguerra”, recalca.

El enlace

Lo que vincula literatura y música durante ese periodo específico de tiempo “está en la conexión a realidades del universo latinoamericano”. Las luchas ideológicas, políticas y sociales sobre la región se transfieren a un “conflicto de clases que la literatura aprovecha como referente, como un espejo de la realidad y poder usarla como símbolo para expresar quién es el Latinoamericano”.

Mejía añade que el boom, en la literatura y la música se volvió un testimonio artístico de ese momento de transformación y cambio. “Politizaron abiertamente las temáticas de su música y publicaron manifiestos donde ratificaban conscientemente la intención social de su música”.

Se empieza a dar toques de músicas indígenas e incluso de tradición africana que llegó a Latinoamérica. La influencia afro permeó a los compositores cubanos, algo que se evidencia también en la obra de Alejo Carpentier, señala Mejía.

Igual en temas de la ruralidad, por otro lado, que habitan entre Rulfo y Fuentes, al igual que en la música en Carlos Chávez y Silvestre Revueltas, quien compuso un poema sonoro basado en el poema Sensemayá del cubano Nicolás Guillén.

Como una de las medidas que ha adoptado la Filarmónica de Medellín para conectarse con su público, la orquesta puso en marcha cursos virtuales para los melómanos, los músicos o los curiosos que simplemente quieren aprender un poco más desde la casa. El primero es el que arranca este jueves 3 de septiembre. Si se anima, quizá la Filarmed le enseñe algunas historias más sobre esa explosión en paralelo que le dio otro significado a lo que era saberse latinoamericano.