Cultura

En el Centro extrañarán el show del “Muñeco Zed”

Tras la muerte de uno de los artistas callejeros más queridos de Junín se reflejan las tristezas de un sector.

Periodista, Magíster en Estudios Literarios. Lector, caminante. Hincha del Deportes Quindío.

09 de febrero de 2023

La misa fúnebre de José Daniel Duarte estuvo a nada de convertirse en una batalla campal entre los artistas callejeros de Medellín. Dos hombres y una mujer —trabajadores de una funeraria— llevaron el pequeño cofre blanco con las cenizas del “Muñeco Zed” hasta frente el altar de la parroquia Jesús de Nazaret. En el momento de la bendición inicial la audiencia no superaba las veinte personas, algo que muy pronto cambió con la llegada de colegas de José Daniel que se sentaron en distintas bancas. Por ahí estaba las versiones paisas deFreddy Mercury y Patricia Teherán.

De un momento a otro la tensión creció en el recinto sagrado porque entre el público estaban algunos artistas que tras la muerte de Zed hicieron circular la versión de que el cadáver había sido secuestrado por María Flor Orozco Betancur, la líder comunitaria que se hizo cargo de los trámites mortuorios.

En esta historia hay cruces de versiones y una manzana de la discordia: la incineración de los restos de José Daniel sin el acostumbrado tiempo de velación. Para uno de los bandos de la disputa —liderados por Andrés Mimo Show—ese hecho demostraría la instrumentalización que unos creadores de contenido para Instagram le habrían dado a la enferdad y la muerte de Zed. Incluso se habló de una demanda en la Fiscalía contra Flor, según contó ella.

La otra cara de la moneda —refrendada por los allegados a la líder comunitaria—indica que la enfermedad que ocasionó la muerte de José Daniel hacía improcedente y peligroso un velatorio. Además, concluye, no había dinero suficiente para realizarlo. Los gastos de la misa y de la cremación los asumió una mujer de mediana edad que vió a Zed a finales del año pasado. Pidió que su nombre no fuera incluido en el artículo.

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El rito de despedida de José Daniel dejó a la vista una fractura en el gremio de las estatuas humanas, de los cantantes, los músicos e imitadores que hacen de las calles céntricas de la ciudad el escenario de su rebusque de las monedas para pagar el cuarto de hotel o para comprar recortes en las panaderías. Mientras el sacerdote leía las fórmulas del ritual, los movimientos de los asistentes y los murmullos no pararon un segundo.

José Daniel murió en soledad. Sin cédula ni cuenta bancaria ni correo electrónico, sus días finales fueron la síntesis de la pobreza: al no ir a la esquina de Junín en la que se convertía en Zed sus ingresos quedaron en ceros. Sus pocas pertenencias —la cama de alquiler, la ropa, el maquillaje y un bafle— quedaron sin destino fijo.

El cuarto de pensión que ocupaba ya tiene inquilino nuevo. Su vida fue una lucha sin cuartel contra la miseria de no tener un salario mínimo ni estar afiliado a la seguridad social ni cotizar para la pensión. En otras palabras, el suyo es el destino probable de los más de 550 artistas callejeros que hay en Medellín, en el cálculo de Gabriel Bonilla, consejero de cultura y líder del gremio.

Las cenizas de Zed —que al final de la ceremonia le fueron entregadas a su expareja– no tienen un paradero fijo: algunos hablaron de llevarlas al mar mientras otros mencionaron la posibilidad de esparcirlas en su sitio de trabajo.

Luego de que el cura trazara en el aire la señal de la cruz con la mano derecha, Gabriel Bonilla subió al altar y habló del sueño de José Daniel de presentarse en la Plaza Botero y de la necesidad de superar las rencillas del sector. Luego, los deudos desfilaron hasta la entrada del templo. Allí los colegas sacaron los micrófonos y con voces desafinadas cantaron Mi corazón lloró, la balada preferida del difunto, y Amigo, la infaltable canción de Roberto Carlos. Fue el instante de las lágrimas y de los discursos contra el abandono estatal.

Una parte de los asistentes —los que llegaron tarde y soltaron el rumor del rapto— enfilaron con el cofre funerario hacia Junín mientras los demás se dispersaron por un vecindario de funerarias, hoteles de rato y habitantes de la calle.