Literatura

Vargas Llosa dirá adiós al boom

“Tengo el triste privilegio de apagar la luz del boom latinoamericano”, dijo el peruano.

Envigadeño dedicado a la escritura de periodismo narrativo y literatura. Libros de cuentos: Al filo de la realidad y El alma de las cosas. Periodismo: Contra el viento del olvido, en coautoría con William Ospina y Rubén López; Crónicas de humo, El Arca de Noé, y Vida y milagros. Novelas: Gema, la nieve y el batracio, El fiscal Rosado, y El fiscal Rosado y la extraña muerte del actor dramático. Fábulas: Las fábulas de Alí Pato. Premio de la Sociedad Interamericana de Prensa.

06 de diciembre de 2016

Un hombre de la vida real, sencillo, del pueblo, como muchos de los que habitan la novela Redoble por Rancas, le dijo una vez a Manuel Scorza, el autor: “Mire ese puente; en ese puente yo me volví invisible”.

Esa expresión afortunada, compartida por el escritor peruano en una entrevista de Juan Carlos Martini en 1971 y vuelta a publicar en la revista Sudestada, de Argentina, en 2009, surge de una mentalidad mítica y va a dar a la pluma de un escritor realista para construir una novela que, cuando apareció en 1970, hizo visible lo invisible: la realidad latinoamericana.

Esta es una característica del boom de la literatura, en el cual, por cierto, nunca han incluido a este escritor.

Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez son autores en cuyos nombres coinciden estudiosos de las letras, a la hora de hablar de los representantes de ese fenómeno editorial.

Aunque si hacemos caso a otras listas, elaboradas por algunos más, debemos mencionar a Ernesto Sábato y Jorge Luis Borges, de Argentina; Alejo Carpentier y Guillermo Cabrera Infante, de Cuba, y José Donoso, de Chile.

Vargas Llosa soltó esta perla la semana pasada, en una conversación en Guadalajara, México, publicada por la agencia EFE:

“Tengo el triste privilegio de apagar la luz del boom latinoamericano”.

En la misma charla, el autor de La guerra del fin del mundo dijo más:

“Cuando miras atrás y descubres el fenómeno del llamado boom, que nosotros todavía no sabemos qué es, lo que realmente fue y quiénes realmente formaban parte de él, descubres que todo es posible”.

A estas incógnitas, podríamos añadir otra: que no sabemos o no nos ponemos de acuerdo sobre el período que abarca.

Y en cuanto a la posibilidad de darse otro boom, el escritor menciona:

“Y si ha sido así en el pasado, ¿por qué no podría serlo también el día de mañana y no solo en el ámbito de la literatura y la cultura, sino también en el ámbito de la sociedad, la economía y la política?”.

Paradoja

La maestra de literatura Lucila González de Chaves celebra la primera frase del peruano, por considerarla una paradoja correcta: un privilegio, pero triste. A pesar de que los privilegios son ventajas, derechos favorables para una persona o un grupo siempre pequeño, que formen excepciones, porque si es un asunto de muchos no hay privilegio. En este caso, él quiere resaltar el triste honor de ser el último escritor vivo de ese grupo.

“Seis o siete escritores que aparecieron de pronto y se lucieron mostrando las problemáticas latinoamericanas con un estilo distinto a lo que había antes”.

Como él, Lucila crer que sí es posible el surgimiento de otro auge repentino en la literatura latinoamericana.

“Primero, porque tengo una mente abierta y fe en las nuevas generaciones. Tal vez creo que se ha demorado en aparecer”.

Luego, como si lo pensara un poco más, le diera una vuelta a la tuerca de sus reflexiones o quisiera ser menos estricta con la calidad de los escritores y más laxa como lectora y crítica, se pregunta:

“¿O acaso será que estamos viviendo ya otro boom, aunque no sea de nuestro gusto? ¿Un boom donde priman la crueldad, la sangre y las aberraciones?”.

Explica esta idea señalando que hay una lista de autores cuyo estilo acude al “unanimismo —primero yo, segundo yo...—”, al descomedimiento hacia la humanidad, los desencuentros, las promesas colmadas de mentiras, el engaño, la corrupción...

“Está bien que estas características humanas han sido tratadas durante toda la historia de la literatura y fueron temas tratados por los escritores del boom, porque los temas son eternos, pero esta vez se hace de una manera descarada, recurriendo al tremendismo”.

Un nuevo fenómeno de explosión editorial como ese, dice ella, puede ser más fácil hoy, apoyado en las tecnologías que agilizan las comunicaciones.

Y considera que William Ospina podría ser el pionero de un nuevo boom de la literatura, más por sus obras de reflexión. “Porque no necesariamente tiene que haberlo desde las ficciones”.

Esa pregunta que agregamos a las de Vargas LLosa, la del período, se justifica porque existe la idea de que debe circunscribirse a los decenios de 1960 y 1970. Quienes esto afirman, creen que pudo haber comenzado con La ciudad y los perros, del peruano que dijo que apagaría la luz, o Rayuela, de Julio Cortázar, publicada un año más tarde.

Sin embargo, hay quienes incluyen en el boom las novelas El señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias, editada en 1946; El túnel, de Ernesto Sábato, que salió de imprenta en 1948, o El pozo, de Juan Carlos Onetti, que estuvo a disposición del público en 1939.

América Latina ya se ve

Al hablar de ese fenómeno editorial, Vargas Llosa reconoce que “nosotros todavía no sabemos qué es, lo que realmente fue y quiénes realmente formaban parte de él”.

El escritor Memo Ánjel sostiene que el boom de literatura latinoamericana aparece con la Revolución Cubana.

“El resto del mundo conocía esta parte del mundo como una región conformada por repúblicas bananeras. Con la literatura se mostró la vida nuestra, se dio a conocer a América Latina desde nosotros mismos. Eso es el boom”.

A partir de ahí, la humanidad conoce nuestros delirios, nuestra forma de vida, nuestras dificultades.

“Las generaciones posteriores a ese fenómeno no hacen parte de él —sigue explicando Memo Ánjel—, porque ya no hay una Latinoamérica que mostrar. Si el mundo conoce nuestra cotidianidad, ya sabe si volamos o comemos cocodrilos, los nuevos autores deben competir con los del resto del planeta, sin que resulte sorpresivo lo que cuente de aquí. Ya no hay magia que mostrarle al mundo”.

Añade que los muchachos ahora, los nuevos lectores, no sienten tan cercanos a los narradores del boom, porque estos no hacen parte de su cultura. Esperan otro tipo de relatos, en los que encuentren la realidad que viven. Está convencido de que después del boom ha habido otros momentos estelares y seguirá habiéndolos. Escritores que cuentan la vida presente.

En cuanto a los integrantes de ese boom, que no se ponen de acuerdo de quiénes podrían ser incluidos, uno diría que, como no se trata de una institución, sino de un fenómeno editorial, ninguno tenía que estar oficialmente inscrito sino compartir características del artísticas.

Dicen los que tanto dicen, que en tiempos del boom, a Manuel Scorza lo invitaron a hacer parte de él. Era dueño de una obra potente, con títulos como Historia de Garabombo, el invisible; El jinete insomne; El cantar de Agapito Robles...

El rumor continúa diciendo que a este escritor no le interesó ser reconocido entre los del grupo, al que llamaba “club de palmaditas en la espalda”. Sin embargo, si somos coherentes, tampoco él podría haber decidido integrarlo o no. Sin duda, contribuyó como pocos a hacer visible un continente donde lo real parece fantástico.