Literatura

Leer a Milán Kundera para celebrar sus 90

Se cumplen nueve décadas del nacimiento de un autor que no pasa de moda. Sus historias enfrentan al lector con profundidad y armonía.

Periodista, científica frustrada, errante y enamorada de los perros. Eterna aprendiz.

01 de abril de 2019

Casi todas las obras de Milán Kundera están a la mano de cualquier público. Eso dice el escritor Darío Ruiz Gómez. Hay para todos los gustos; su ironía y humor se encargan de desencajar el serio discurso de los censores del pensamiento y esto es importante entenderlo antes de leerlo agrega Ruiz; hace parte de su sello. En palabras del checo: “El humor es el relámpago divino que descubre el mundo en su ambigüedad moral”.

Nacido un día como hoy de 1929 en Brno, Checoslovaquia (ahora República Checa), ha escrito cuentos, es dramaturgo, ensayista y poeta. Sus obras combinan la comedia erótica con la crítica política y la especulación filosófica.

Hijo de un destacado pianista y musicólogo de concierto, Ludvik Kundera, el joven Kundera estudió música pero gradualmente comenzó a escribir, y comenzó a enseñar literatura en la Academia de Música y Arte Dramático de Praga en 1952. Publicó varias colecciones de poesía en 1950.

Expulsado del Partido Comunista de su país por su participación en la Primavera de Praga y luego perseguido, se fue a vivir a París en 1975 y allí se quedó. Se le permitió emigrar con su esposa, Věra Hrabánková para enseñar en la Universidad de Rennes (1975–78) en Francia. En 1979 el gobierno checo le despojó de su ciudadanía.

Veintisiete años después, en 2006, la relación se compuso cuando se publicó por primera vez en la República Checa La insoportable levedad del ser (1984) y su autor recibió el premio Nacional Checo de Literatura.

Muchas de sus novelas fueron escritas en su idioma nativo: La broma, La vida está en otra parte, La despedida, El libro de la risa y el olvido, La insoportable levedad del ser y La inmortalidad. Después saltó al francés con La lentitud, La ignorancia, La fiesta de la insignificancia, su más reciente obra, publicada luego de 14 años de silencio.

Literatura profunda

En la década de 1980, Kundera, con 56 años, hizo por su país lo que Gabriel García Márquez hizo por Colombia (América Latina) en la década de 1960 y Aleksandr Solzhenitsyn por Rusia en la década de 1970. Llamó la atención de lectores de diferentes partes del mundo y lo hizo con ideas que son universales en su atractivo.

Lo dice Ruiz: Kundera llama a la libertad interior sin la cual no se puede reconocer la verdad. Claudia Ivonne Giraldo Gómez, jefa del Fondo Editorial y Extensión Cultural, agrega por su parte que su obra es ingeniosa, provocativa y formidablemente inteligente y que sus textos se convierten tanto un placer como un desafío para el lector.

Giraldo cuenta que novelas y cuentos no se limitan a narrar historias de amor o de odio sino que hay en ellos un profundo y permanente cuestionamiento filosófico, una pregunta por la esencia de la vida.

Y el entramado de filosofía, política y amor en el que discurren sus personajes, son presentados a través de una escritura simple y directa. Lo dijo el escritor mexicano Carlos Fuentes: “Los personajes de Kundera giran en torno a este dilema: ¿ser o no ser en el sistema de idilio total, el idilio para todos, sin excepciones ni fisuras, idilio precisamente porque ya no admite nada ni nadie que ponga en duda el derecho de todos a la felicidad en una Arcadia ubicua, paraíso del origen y paraíso del futuro?”

Una buena novela es poderosa. Giraldo, egresada de Filosofía y Letras de la Universidad Pontificia Bolivariana, y con una especialización en Literatura Latinoamericana de la Universidad de Medellín recuerda lo que manifestó el mismo Kundera en su colección de ensayos El arte de la novela (1988) sobre su alcance: “La novela le ha enseñado a la humanidad asuntos que la filosofía no ha podido en 400 años. Él lo ha logrado a través de la interrogación meditativa o la meditación interrogativa”.

Autor vigente

Su obra se mantiene actual en tanto la democracia permanece amenazada por toda clase de totalitarismos contemporáneo de acuerdo con Ruiz. Kundera sugiere en El libro de la risa y el olvido (1979), por ejemplo, una protesta contra el abuso de poder abanderada por la alegría y el desenfado : “Propone la alegría como una forma de revelarse contra el destino, contra la muerte y contra los poderes totalitarios”, sostiene el periodista antioqueño.

Su obra usa el humor como detonante para zarandear la seriedad totalitaria, con lo que se muestra consecuente. Giraldo reflexiona sobre la complaciente literatura de hoy. Dice que para Kundera las obras narrativas vacías de pensamiento no son más que productos comerciales. Y también dice que este no es su caso.

Las novelas de Kundera recuperan la dimensión de Cervantes, Rabelais, Balzac. En palabras de Ruiz, en ellas está “el ser humano concebido con todas sus vicisitudes”. Así, reflexiona el periodista, mientras el checo impone un tipo de lectura, recuerda que narrar es también pensar.

Estas quiebran las descripciones y la puesta en escena histórica de sus personajes son reemplazadas con extensas reflexiones que en ocasiones toman el tono del ensayo, un género que con frecuencia Kundera incluye en sus textos como una forma narrativa, para algunos, soberbia.

En una de las pocas entrevistas que ha dado dijo al diario The New York Times sobre su oficio: “Ser escritor no significa predicar una verdad, significa descubrir una verdad”.

Hay novelas que no descubren nada, agregaba Kundera a la reflexión, ni conquistan la profundidad del ser, ni enfrentan a lector con preguntas.

Así que si usted es de los que busca con ahínco conquistarse a sí mismo, anímese a comenzar el viaje a través de los libros de quien es considerado uno de los mejores escritores vivos de los tiempos de la Guerra Fría.