Literatura

“La humanidad debe apelar al arte para encontrar soluciones”: William Ospina

En su nuevo libro, el escritor plantea que “el ser humano está lleno de pasiones y facultades, pero no tiene control sobre sí mismo”.

03 de junio de 2024

Aunque se dice que vivimos tiempos de incertidumbre, miedo y con la latente zozobra de que un tercer conflicto global se pueda producir o que quizás la amenaza nuclear se haga realidad, tal vez, las respuestas las estamos buscando en el lugar equivocado.

Así lo plantea el escritor y poeta colombiano William Ospina en Donde crece el peligro, una selección de ensayos en los que resalta el poder de la poesía, la utilidad de la literatura y de las artes como las mejores herramientas para una revolución pacífica, desde lo individual hacia lo colectivo.

El libro inicia con la frase de donde sale el título: ‘Donde crece el peligro crece también lo que salva’ de Hölderlin... ¿Correrá con esa suerte la Humanidad en estos tiempos de incertidumbre?

“Es una pregunta interesante porque cuando uno lee ese verso, podría entenderse que automáticamente el hecho de que exista un peligro hará que llegue una cosa que nos salve de alguna manera inercial, pero no es así. A lo que alude la frase es a que sólo cuando surge cierto tipo de peligros podemos pensar cómo son y buscar la manera de superarlos.

Hace cinco siglos a nadie se le habría ocurrido cómo salvarnos del calentamiento producido por el hombre o la generación de basuras, porque tienen que aparecer los males para que empecemos a buscar los remedios, pero el ser humano tiene una capacidad extraordinaria de superar los obstáculos. Si hemos podido vivir en este planeta durante un millón de años es porque hemos superado muchas cosas.

A pesar de las guerras, a pesar de las pestes, la Humanidad no solamente ha sobrevivido, sino que asombrosamente ha crecido hasta una magnitud desbordante.

Hasta hace un siglo éramos dos mil millones de personas, y en cien años pasamos de dos a cuatro y de cuatro a ocho, significa que hay un montón de cosas que hemos superado, en control de enfermedades, prolongación de la vida, mejora de higiene, y a la vez, hemos creado problemas que cada vez son más graves y más difíciles de resolver.

A medida que crecen los hechos, crecen los desafíos y crecen los peligros. Hoy enfrentamos los peligros que la humanidad nunca había vivido antes, con 15 ciudades con más de 20 millones de habitantes y una transformación de la vieja alimentación y la nueva alimentación industrial, que son más los daños que los beneficios.

Evidentemente, tenemos desafíos nuevos, el peligro crece y cada vez dudamos de la posibilidad de encontrar a tiempo ‘eso que nos salva’.

Este libro trata sobre algunos recursos a los cuales podría apelar la Humanidad para encontrarle soluciones a estos desafíos”.

¿Cuáles han sido hasta ahora las propuestas que se han presentado?

“Hasta el momento la Humanidad ha recibido propuestas filosóficas. Kant propuso que si nos volvíamos seres racionales, responsables y consecuentes, podríamos hacer una revolución filosófica que nos permitiera convivir.

Ya es difícil que los filósofos vivan filosóficamente, más difícil lograr que 8.000 personas vivan así.

Marx creyó que sería la política, que el Estado transformaría la sociedad, pero luego de cruzar el siglo XX, cada vez creemos menos que el Estado sea capaz de salvarnos, y a la vez, parece cada vez más cierto lo que dijo Hegel, que cada vez que ha querido hacer del Estado su cielo, se ha construido su infierno.

Freud propuso que la terapia psicoanalítica podría ayudar a los seres humanos, pero bien difícil pensar que 8.000 millones de personas entren en consulta”.

¿Cómo arranca la idea de este libro?

“Parto de una reflexión que hacía Estanislao Zuleta, asegurando que en el mundo se han realizado grandes revoluciones, pero no necesariamente violentas. A pesar de que el marxismo y el anarquismo sostuvieran que es la violencia la partera de la historia, algunas de las más grandes revoluciones que han existido en el mundo no han sido violentas.

Como el Cristianismo como doctrina, el platonismo, pero sobre todo la gran revolución de occidente que es el Renacimiento, que cambió la manera de pensar. Lo que está necesitando nuestra época es una revolución pacífica”.

¿Realmente entendemos que la violencia no es el camino?

“Después de las aventuras que vivió el siglo XX con sus revoluciones, cada vez estamos más desencantados de la violencia como solución para los problemas del mundo, y cada vez, estamos más desencantados de que la mera política sea capaz de encontrar soluciones de fondo.

Es por eso que es necesario explorar otros capítulos y preguntarnos qué tanto la herencia de la civilización, del arte, la literatura, la espiritualidad y la ética, para encontrar la manera de que la sociedad se transforme a través de esta revolución interna”.

-¿Y la literatura?

Para mí, el papel de la relación con los libros es algo sobre lo que debemos reflexionar. La literatura es mucho más que información, nos provee un lenguaje mucho más complejo en nuestras propias relaciones.

El ser humano es un ser lleno de pasiones, facultades y una fascinación, con demasiado talento pero sin control sobre él, como ‘El aprendiz de brujo’ que sabe desatar el conjuro pero no sabe controlarlo.

PARA LOS JÓVENES

-En tiempos donde la juventud sufre de una total angustia...

Yo en un tiempo pensaba que cuando un joven sentía angustia por falta de futuro, de sueños, de horizontes, convenía que leyera a Walt Whitman, y aun lo creo, porque en mi adolescencia me ayudó a despojarme de un montón culpas, respecto al cuerpo y al deseo, así como muchas de las relaciones con el mundo.

Ahora creo que la obra de WHitman es necesaria en cualquier momento de nuestra existencia, porque son esas cosas, lo difícil, los miedos, los que uno debe aprender a gerenciarlos.

El entrar en el mundo de la tragedia como ‘Otelo’, nos fortalece al ver los límites propios de los humanos.

Esa transformación personal tiene que hacer parte necesariamente de esa transformación colectiva. Cuantos más seres sensibles, pensantes, capaces de ver de frente los grandes males del mundo, pero también sus maravillas, será una sociedad más madura y con la capacidad de enfrentar sus problemas.

-Increíble y aterrador la vigencia de la fábula de ‘El aprendiz de brujo’...

Somos capaces de desatar el conjuro, pero el verdadero reto siempre es lograr controlarlo, y la vieja fábula de ‘El aprendiz de brujo’ cada vez es más vigente, representa mejor.

Hay cosas muy inquietantes, como el hecho de que no hay descubrimiento ni fuerza que el ser humano despiérte, que no sea capaz de usarla el mismo para el asesinato, como la descomposición del átomo.

El mundo requiere seres humanos más complejos que los que tenemos. A veces la ciencia y la tecnología va en un ápice de excelencia, pero sus consecuencias la padecen millones de seres humanos. Habitualmente, quienes son capaces de crear las cosas, las abandonan de inmediato en manos de poderes políticos o militares. No es la ciencia que tiene el control de sus propias creaciones.

-¿Continuamos con los temores de siglos pasados?

Yo siento que esa sombra con ese temor de la Guerra Fría, marca las últimas ocho décadas, y ‘Donde crece el peligro’ estoy reflexionando sobre ese clima que vive la Humanidad en una inminencia bélica, indeterminada, y en cada conflicto local sentimos que se mueven las piezas de un ajedrez gigantesco y no sabemos hacia dónde va.

¿La poesía vital en esta revolución pacífica?

“Trato de demostrar que necesitamos de la poesía, no solo para entretenernos, también para entenderla y enfrentarla, y busco demostrar que es así. No podemos salvar al mundo sin una idea de la belleza, sin una idea del equilibrio, sin una idea del asombro profundo por el mundo, sin una reverencia por la naturaleza. Cosas que van mucho más allá de las cosas meramente económicas o políticas”.

¿Qué viene ahora en su escritura?

“Disfruto del esfuerzo de escribir una novela sobre la Segunda guerra Mundial, sobre algunas de las batallas que no fueron en las trincheras, sino en el forcejeo entre poderes, como el proyecto Openhaimer, que no fue militar sino científico, así como el reordenamiento de los mercados que se hizo a final de guerra y la construcción del modelo financiero de la postguerra”.