Literatura

¿Cómo entran nuevas palabras al diccionario?

En el Día Mundial del Idioma, estos son algunos términos recientes que se han oficializado.

23 de abril de 2019

Cada año, la Real Academia Española (RAE) agudiza el oído y con paciencia recibe esas palabras que la gente escoge para sus charlas del día a día.

Hoy es común “selfi”, “meme” o “viral” en una conversación; todas ellas derivadas de nuevos intercambios sociales en plataformas digitales. Las tres aparecen ahora en el Diccionario de la Lengua Española (DLE). ¿Cómo llegaron ahí?

Del uso a la validación

La RAE se acomoda (o más bien, tiene que acomodarse) a esas palabras que brotan en las conversaciones, que se usan con naturalidad y que representan, sin duda, otras realidades.

“La incorporación de términos en el Diccionario obedece al uso de los hablantes. No es normativo, quiere registrar los que se usan, dar cuenta de ello”, cuenta la lingüista e investigadora del Instituto Caro y Cuervo, Gloria Esperanza Duarte.

“Las palabras se terminan imponiendo y la RAE finalmente las va aceptando”, añade la profesora de Literatura de la Universidad de Los Andes, María Mercedes Andrade.

¿Para qué se validan ciertos términos si una vez las palabras brotan de los labios, ya fueron dichas, ya existieron? La respuesta es “para unificar”, señala Fernando Ávila, director académico de la Fundación Redacción.

Antes de la llegada del diccionario un autor podía escribir giba y otro jiba, “uno optaba por coraçón y otro por corazón; uno prefería passión y otro simplemente pasión”, cuenta él. Ese libro que hoy también se consulta digital ha permitido que se unifique tanto la forma de escribir una palabra como sus significados.

El caso del feedback

Todo el tiempo se cuelan expresiones de otros idiomas en la cotidianidad. No es sino entrar a una de las tiendas de Starbucks para que el cerebro empiece a atar cabos entre inglés y español en reuniones laborales.

En esas circunstancias termina siendo más común oír el término feedback que retroalimentación o retorno. Esa palabra, precisamente, entró al DLE en diciembre del año pasado. Aunque en realidad no fue adoptada como parte del español, es un extranjerismo.

“Los idiomas incorporan palabras de otros cuando la necesidad o una nueva realidad lo impone”, añade Andrade.

La Academia ha señalado que extranjerismos como ese no son malos, de hecho hacen parte de esa larguísima historia en la que unos idiomas nutren a otros.

Lo que intentan es que esas palabras o expresiones se acomoden lo mejor posible a “los rasgos gráficos y morfológicos del español”, como señala el Diccionario panhispánico de dudas: algo que sí sucedió con football y fútbol, por ejemplo.

Nombrar realidades

Esa labor de denotar algo y reconocerlo como una realidad es un paso en el reconocimiento de lo que hay, de lo que existe, de lo que está por resolver. “Darle nombre a un problema es parte de la solución. Después del examen médico, el paciente pregunta “¿qué tengo?”, y la respuesta, que es solo el nombre de la enfermedad, es importante para él y constituye el primer paso para la terapia o tratamiento”, analiza Ávila.

Fue el caso de feminicidio, que se integró al DLE en 2014. La RAE le otorgó el siguiente significado: “Asesinato de una mujer a manos de un hombre por machismo o misoginia”.

Tanto feminicidio como machismo y misoginia son términos que cargan con un peso que va más allá de las letras, pero a ellas se les agradece la posibilidad de darlo como una realidad.

Sororidad fue una de esas nuevas añadidas que se refiere a la solidaridad que existe entre las mujeres, “especialmente en la lucha por su empoderamiento”. Apta para tiempos en los que el feminismo libra batallas, es una realidad hecha palabra.

“Creo que sí contribuye a disminuir el feminicidio el hecho de que se le haya dado un nombre –anota Ávila–. Es lo que se argumentó sobre la palabra aporofobia, ‘fobia a los pobres’, cuando se estableció como nombre de este problema social”.

Otras salen de circulación

Así como a finales de 2018 entraron 748 nuevos términos, hay muchos que la Academia elimina.

El académico de la Fundación Redacción se acuerda de algunas de ellas, como kárdex. Se trataba de un elemento que se usaba en las oficinas, pero que ahora no se encuentra en el diccionario. ¿Por qué? Porque su uso disminuyó de manera significativa.

El experto explica que el Diccionario se encarga de acompañar la definición de algunas palabras con la abreviatura desus., para aclarar que existen pero que ya no son comunes. Aunque año tras año hay términos novedosos, hay otros que parecen ser valiosas reliquias del lenguaje.