Palinuro, otra librería que deja el centro de Medellín
Periodista. Amo viajar, leer y hacer preguntas. Me dejo envolver por las historias.
Un cartel que apareció en la ventana de la librería Palinuro el miércoles pasado fue la primera señal de que otro de los emblemas románticos, bohemios e intelectuales del centro de Medellín se terminaba. Luis Alberto Arango, el librero al que amigos y clientes llaman “maraquero”, fue el responsable de hacer pública la noticia de su traslado al occidente de la ciudad.
El negocio llegó en 2003 a esa esquina la carrera Córdoba con calle Perú y se convirtió en muchas cosas: centro de tertulia para clientes, realización de un sueño para el escritor Elkin Obregón, y salvación para Arango, quien prometió -y cumplió- dejar la bebida cuando la librería abriera.
Pero estar en el centro, dice hoy El Maraquero, tiene su costo. En los últimos años los clientes y las ventas bajaron. Los vecinos cambiaron y en los alrededores empezaron a florecer salas de masajes, negocios esotéricos y almacenes de “Todo a $1.000”.
Héctor Abad Faciolince, uno de los socios, contó en una de sus columnas que en 2012 los fundadores dieron los primeros campanazos de alerta y se preguntaron si el negocio podía seguir abierto. Para su fortuna, días después llegaron nuevos inversionistas y la marea bajó. Al menos por un tiempo.
Pero este 2015 no llegó con su pan bajo el brazo. Las ventas siguieron bajando y se fueron en picada después de la Fiesta del Libro: “entonces hace un mes tomamos la decisión de irnos. Esa es nuestra alternativa para no perecer aquí”, dice Arango.
La noticia del cierre corrió rápidamente y dividió a las opiniones. Algunos como Sergio Restrepo, director del teatro Pablo Tobón Uribe creen que esta salida es un indicador del bajo consumo de cultura en la ciudad y una evidencia de los problemas que sigue teniendo el centro.
Restrepo y varios amigos llegaron hasta la librería el jueves, y con cadenas plásticas se ataron al lugar: “es un acto simbólico para decirles que el centro no va a ser el mismo sin ellos, que nos parece magnífico que no se cierre, pero que para nosotros es una tragedia que se vayan de este centro”. Y en redes sociales publicaron un manifiesto, en el que reconocen parte de culpa en la partida. Vea acá el manifiesto
Otros como Juan Mosquera Restrepo, creen que el traslado es la salvación para el negocio y un llamado a la renovación del centro. “Hace unos días fui a comprar libros y ‘el maraquero’ me dijo que le daba mucha alegría vender 50 mil pesos porque esa semana -ya era miércoles- apenas había vendido 10 mil pesos. Me contó del traslado y lo vi sonreír como hacía mucho no lo hacía”, contó.
¿Crisis en el centro?
Que las librerías se vayan del corazón de Medellín no es, precisamente, una novedad. En junio la Nueva, anfitriona del pasaje Junín, cerró sus puertas y puso fin a décadas de tradición.
Antes de ella Dante, La Anticuaria, Los Libros de Juan y la Librería Científica también se habían marchado. Las últimas tres lo apostaron todo para seguir vivas y hoy siguen abiertas en el occidente de Medellín.
Luis Arango, el librero, cree que esa migración es producto de la acumulación de problemas como la indigencia y el deterioro de la seguridad. “Hasta obras importantes como las que se están haciendo con el alcantarillado terminaron por alimentar la pereza de la gente que ya de por sí poco se anima a venir”, dice.
Sergio Restrepo considera que la problemática del centro, que se refleja en la salida de negocios, empresas y hasta la propia administración municipal de ese sector, tiene orígenes múltiples. “La problemática es grande y no la soluciona un solo alcalde en tres años. Necesitamos que la gente vuelva al centro. El Teatro Pablo Tobón, por ejemplo, hace esfuerzos para tener horarios no convencionales, actividad en otros espacios como el parqueadero y la plazoleta”.
Jorge Mario Puerta, director ejecutivo de Corpocentro, coincide con esas afirmaciones y señala que la responsabilidad del abandono del centro es tanto pública como privada. “Es necesario recuperar el espacio público, organizar la movilidad y mejorar la seguridad para que el centro vuelva a ser visitado y sea visto, como en otros lugares del mundo, como referente de cultura, con sitios turísticos, históricos y buenos lugares para comer o tomar un café”.
Sin embargo María del Rosario Escobar, secretaria de Cultura de Medellín, asegura que no se le puede dar el carácter de crisis a lo que hasta ahora son percepciones. Pero reconoce la administración municipal tiene una tarea importante: hacer estudios y diseñar estímulos a iniciativas privadas de carácter comercial, como las librerías, que aportan a la cultura del sector. “Algo que ya hicimos con éxito en las artes escénicas”.
Palinuro II
Por lo pronto, “el Maraquero” junta cajas para el trasteo que comenzará el 15 de diciembre y durará hasta el 15 de enero, cuando abrirán su sede en la Calle 49B #75 33, en el sector Estadio. “Aquí dejamos el lado romántico con el que nació la librería y empezamos el Palinuro II”.
La meta de los socios es que nuevamente el negocio de lo suficiente para cubrir sus gastos porque, dicen, su plan nunca fue tener una librería con grandes utilidades.