“Hemos hecho de todo para destruir la selva”: Margarita Serje
Invitada a la Feria del Libro del Tesoro, Margarita Serje es una antropóloga que ha estudiado La vorágine, la novela de José E. Rivera.
Periodista, Magíster en Estudios Literarios. Lector, caminante. Hincha del Deportes Quindío.
Margarita Serje es profesora titular de la Universidad de los Andes. En su trabajo académico se ha interesado en estudiar las fronteras y las periferias, esos lugares que están por fuera de los mapas culturales o al borde mismo de lo desconocido. Su libro El Revés de la Nación: Territorios salvajes, fronteras y tierras de nadie es uno de los textos básicos de la reciente antropología colombiana. De ahí que fuera cuestión de tiempo que Serje se interesara por La vorágine, la novela de José E. Rivera cuya acción narrativa ocurre precisamente en las periferias de Colombia.
En este campo, su aporte a las investigaciones sobre la obra de Rivera se concretó en La vorágine. Una edición cosmográfica, en el que trabajó con Erna Von der Walde. Invitada a la Feria del Libro del Tesoro, EL COLOMBIANO conversó con Serje de los asuntos de la selva.
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¿Cuál es el hechizo de Colombia con la Amazonía?, ¿qué encontramos allá?
“La Amazonía es un universo, es todo un cosmos, dentro del cosmos. La Amazonía es un mundo de una gran diversidad geológica, biológica, y sobre todo una gran diversidad social. Obviamente, es uno de los pulmones más importantes del planeta. Allá se concentra la mayor parte de la biodiversidad del planeta, que está en los bosques húmedos tropicales. Además, allá hay una multitud de familias lingüísticas, de formas de poblamiento. Nosotros tenemos la idea errada de que los indígenas viven en casitas en medio de la selva. En realidad, allá hay culturas supercomplejas, que han formado confederaciones de escala regional. Y no hay que olvidarse que si nosotros cogiéramos el mapa de Estados Unidos continental y lo superponemos en el Amazonas, cabría. O sea, el área de la cuenca amazónica es un poco mayor que el área de Estados Unidos continental”.
A pesar de todo esto, de esa zona solo recibimos noticias relacionadas con la deforestación, la minería ilegal, la violencia...
“Sí, desafortunadamente. Aunque Colombia es un país de selva, hemos hecho todo lo posible para destruirla. Como sociedad no tenemos mayor reparo en destruir la Amazonía, en contaminar sus ríos, en extinguir a las sociedades indígenas que viven en la selva. Ahora, la selva no es un paisaje que haya sobrevivido así desde el jurásico, La selva es un paisaje social producido por unas sociedades indígenas. Destruimos eso porque tenemos una mentalidad extractivista, cortoplacista. Destruimos la selva, sobre todo porque no la entendemos. A nosotros nos han metido en la cabeza la idea de que la selva es un lugar de peligro, es un lugar de fiebre, de enfermedades. Hay una frase famosa del sabio Caldas que recomienda tumbar la selva para ser un país sano y feliz. Llevamos doscientos años tumbándola, pero no somos un país ni sano ni feliz”.
Hablemos de la experiencia de vivir en la selva...
“Sí, yo tuve el privilegio de haber vivido en selva y una de las cosas que aprendí es que la selva es un paisaje cultural. Los indígenas que viven en la selva tienen un papel creativo. Ellos están permanentemente cuidando las plántulas, transportándolas de un lado a otro, tienen un sistema cultivo que no se opone a la selva. Un cultivo indígena de 50 años es ya indistinguible de lo que nosotros llamamos selva virgen. Entonces, una de las experiencias más fuertes que he tenido es ir caminando por la selva y alguien diga que ahí está la chacra del abuelo. Al cabo de los años esos cultivos son indistinguibles de lo que llamamos selva.
Entonces, una de las cosas que a mí más me ha impresionado de compartir la vida cotidiana en la selva con los pueblos indígenas ha sido ver la selva como un espacio doméstico. No como un espacio opuesto, malsano, peligroso, sino todo lo contrario. En la selva hay mucha menos contaminación, las aguas son puras. Realmente es un sitio supersano”.
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Con motivo del centenario de La vorágine, la selva y los llanos están en la discusión social...
“La novela de José Eustasio Rivera es una novela que, aunque ha sido categorizada como novela de la selva, es mucho más que eso. Primero que es una novela que muestra la continuidad geográfica entre la cordillera, los llanos y eso que nosotros llamamos la selva. Rivera muestra la manera como las transformaciones que se están dando en esa región en el momento en que él escribe están interconectadas con las políticas de los países involucrados. La vorágine transcurre en el área de cuatro países, de Colombia, Venezuela, Perú y Brasil. Pienso que lo más interesante de la novela de Rivera es que si uno la mira con detalle se dará cuenta que las cosas no han cambiado tanto”.