¿Es posible vivir del arte en Medellín?
Alberto Sierra, Carlos Arturo Fernández y Peter Palacio, después de unos 40 años de trabajo en el mundo del arte, conversan sobre qué tan viable es ser artista en la ciudad.
Es periodista porque le gusta la cultura y escribir. A veces intenta con la ficción, y con los poemas, y es Camila Avril. Editora de la revista Generación. Estudió Hermenéutica Literaria.
¿El artista nace o se hace?
A. Peter debió bailar desde los cinco años en punticas [risas].
P. Yo diría que nace, y me doy cuenta de gente muy talentosa y que conversas con ellos y te muestran fotos chiquitos de dos o tres años brincando por ahí. En mi caso la cosa del Carnaval en Barranquilla fue una influencia muy grande, porque a uno lo cargaban de meses y lo metían en esa rumba.
A. Yo no creo que cuando uno esté chiquito y dice que quiere ser bombero o policía, se le ocurra lo del arte.
C. Yo no he conocido ningún niño que diga que quiere ser pintor.
A. Pensar por ejemplo que el maestro Rayo, que lo primero que hizo fue esa obra a los cuatro años, porque la sombra del perro dio contra la pared y pintó la sombra.
P. ¿Cómo es el cuento de la sombra del perro?
A. Que de niño vio la sombra del perro que estaba ahí, y él miró qué luz le daba y calcó y ahí empezó el arte.
C. Eso es pura paja, una historia clásica, como la famosa cartica de Pedro Nel de los diez años, que si vos la mirás bien tiene dos letras distintas. Él la corrigió, para que quedara como una cosa de Miguel Ángel.
A. Se necesita talento, pero también mucha formación. Ya están las dos cosas.
C. Cuando hablamos de la libertad se refiere a cosas muy circunstanciales, si me visto de tal manera o de tal otra, pero casi que la mayoría de las cosas más importantes se las resuelve a uno la vida, y en manos de uno está ser capaz de aprovechar las circunstancias. Yo me fui para Italia con una beca que era para estudiar literatura italiana, y el curso no existía. Era un error de la información, y yo, que en realidad quería era irme para Italia para conocer el arte italiano, pero la beca era para literatura, aproveché la circunstancia y logré que me cambiaran. Si no hubiera sido así, posiblemente yo sería un profesor de literatura de toda la vida.
A. Yo he cambiado de opciones de vida. Yo quería era ser cura y acabé de curador. Estudié en el seminario ocho años filosofía, y de un momento a otro entré a arquitectura y se me abrieron los ojos. Además, estar en contacto de una ciudad que se estaba moviendo. Acuérdese de toda esa cosa que nos tocó de jóvenes, como las bienales.
C. Yo no sé si es ser muy determinista o tengo espíritu de hinduistas, pero las cosas pasan cuando pueden pasar y uno a veces está puesto ahí. Yo llegué a la Universidad de Antioquia hace 32 años, cuando esta vaina de historia del arte era muy poca. El programa de la Universidad Nacional ya era muy bueno, el de la Antioquia era una porquería, y me tocó estar con un mundo de gente que ha permitido que esas cosas se vayan desarrollando. Hoy tenemos maestría, doctorados, grupos de investigación...
A. Mirá la complejidad que se va armando a una sociedad. No es una sociedad pensando de una sola manera. Cuando se fundó el Museo de Arte Moderno había una facultad de arte “regulimbis”, que era la Universidad de Antioquia, que es muy especial, porque saca de vez en cuando a un artista, y entonces ahí apareció la Nacional, y esto se va conjugando y la ciudad se vuelve más compleja. ¿Que la ciudad pueda ir ahora a tres museos grandes, el Pedro Nel, el Museo de Antioquia y el Museo de Arte Moderno? Eso es mucho.
C. Y que son de los museos más grandes del país. Si uno se pone a pensar qué era el arte para este pueblo, a finales del siglo XIX, era una cosa prácticamente inexistente. La gente ni sabía qué era eso. Las artes han logrado un puesto en esta sociedad, en un proceso que es casi épico.
¿Es más fácil ser artista hoy?
P. No es más fácil, pero existen los reconocimientos. Yo me acuerdo cuando llegué aquí y la gente no tenía ni idea qué era danza contemporánea.
A. Es que venía un costeño a pedir plata acá, eso era muy difícil [risas].
P. Hicimos una obra que se llamó Los hijos del sol, y había una bailarina que hacía de chamana, que era la madre de la Tierra, y sacarla con vestido no se podía, entonces la sacamos con el torso desnudo y eso fue un escándalo. La gente decía “qué van a decir, que esos son los que se empelotan, nadie va ir, nadie los va a apoyar”. Abrir ese camino fue la locura.
C. Hoy hay más competencia para los artistas. Antes había un tipo que era un pintor mediocre, pero era el único. En la actualidad, que un tipo se destaque es una cosa mucho más complicada, pero eso es parte del proceso, que exista más crítica, que la gente sea más pilosa para juzgar las cosas hace más comprometedor el asunto.
A. Es más difícil ser artista en Medellín, habiendo muchos más artistas. Ser buen pintor es de lo más difícil del mundo.
P. Es muy grato ver esa generación que viene. Uno ya los alumnos lo invitan a ver su trabajo y ya son los profesores de las universidades.
¿Hay más apoyo hoy en día?
A. El arte entra en ámbitos que no entraba antes sino por caprichos. Las colecciones de Suramericana, Bancolombia, la que tiene Coltejer por sus bienales, eso significa que se permeó un grupo. ¿Qué haría el arte sin la gente que patrocina?
P. Yo diría que también hay personajes que han ayudado mucho. En el caso personal, Juan Luis Mejía, rector de Eafit. Es indudable no mencionarlo dentro de lo que ha pasado.
A. Lo que pasa es que el premio era para él y nos lo repartieron a los tres [en broma].
P. Hay un pecado por ahí que creo que está pasando: tenemos que ser trabajadores sociales, pero la función del artista no es esa, sino el arte. Si tú no tienes una escuelita de cien niñitos, no tienes apoyo.
A. La ausencia de programación del Estado hace que la empresa privada supla y pida rendimiento. Dicen “cuántos fueron a la exposición o nosotros les pagamos a ustedes por cada boleta”, y es muy difícil hacer eventos que siempre sean cautivadores y lleven mucha gente, porque el arte se hace por una orden y nos metemos en cosas muy mediocres porque están respaldadas.
C. Hay un compromiso muy grande, pero siempre será posible decir que se necesita más. El hecho de que exista un ministerio, que se dedica a esa cosa, que existan las secretarías de Cultura, hace que por lo menos haya una cantidad de funcionarios que tienen como oficio estar preocupados por esa historia.
¿Qué tanto talento hay en Medellín?
C. El miércoles hubo un grado que fue el más masivo de la facultad. Se graduaron 150, porque había un programa de esos de profesionalización financiado por el Instituto de Cultura y Patrimonio, y se graduaron una cantidad de muchachos en danza. En artes plásticas quizá solo como dos o tres. Cuando yo era decano hace 25 años, había un grado y se graduaban tres personas. La sociedad ha reconocido la importancia del arte, eso significa que hay mucha gente que se entusiasma con estudiar artes.
P. Ya es más permisivo dentro del ámbito familiar.
C. A uno le puede parecer un poco loco si uno se pone a ver cuántas facultades de arte hay en Medellín. Hay un mundo, pero puede haber cinco o seis, que uno a veces dice, de dónde salen tantos locos, tantos artistas.
A. Si uno es profesor de universidad y debe juzgar quién sale y quién no, llega el momento que lo mejor es decirle al que es malo “vaya y haga sus cosas, porque no hay nada más que hacer”. Siempre hay dos o tres con mucho talento. Malos hay cantidades.
C. Y toda la historia ha sido así y en todas partes. No es que en Medellín seamos muy malos y sólo resultan dos o tres. Yo me imagino que en el Renacimiento en Florencia había centenares de artistas, y nosotros conocemos treinta.
¿Un artista se jubila? ¿Es un trabajo de fin de semana?
A. Uno cree que no y lo es absolutamente. Usted trabaja en un coctel, todo el día en la casa. Todo el tiempo uno está metido en eso. Dice uno, voy a descansar, y no.
C. A todos nos pasa. Uno dice que va a leer para descansar, y lee es de esto.
A. Y si uno va a una ciudad, va a otros sitios, pero también a los museos a ver qué está pasando.
C. Ya me jubilé, pero es muy frecuente encontrar muchas profesiones muy importantes, los médicos, por ejemplo, que se jubilan y dicen que ya no saben de eso y no quieren seguir. Yo no conozco a nadie del campo nuestro que realmente se jubile.
A. En el arte, el enriquecimiento de la vida a diario te alerta. Uno entre más viejo más vio y más conclusiones puede hacer. Peter en este momento tiene más técnica y selecciona mejor.
C. A estas alturas es cuando a uno se le está ocurriendo una primera ideíta.
¿Cuál es la importancia de las universidades?
A. A mí alguien me describió una imagen muy bonita de la Universidad de Antioquia: “hay una exposición muy fuerte ahí: alguien está tocando violín en un corredor y, a la vez, hay alguien colgándose de un árbol”. Ahí ya, dentro del espacio, hay una multiplicidad de eventos alrededor del arte.
C. Yo me imagino que eso se puede decir de la de Antioquia, y por lo menos de la Nacional. Yo no sabría de las otras universidades, porque no las conozco tan bien.
A. Eafit con la música, una universidad con orquesta sinfónica.
C. Y con el paisajismo.
¿El público en Medellín responde al trabajo cultural?
A. En el Museo Nacional llevé una exposición de arte colombiano y mexicano, con obras de la colección de Débora Arango y del Museo Nacional. Mes y medio después, me llamaron a felicitarme porque habían ido 53 mil personas, que eso es más o menos un partido de fútbol. Aquí no estamos haciendo filas para entrar al museo porque nos gustan son los shows, pero el museo es un diario. Es una visita que hay que hacer siempre, porque ellos están haciendo el esfuerzo de que sea una cosa para habitar. No hay comparación. Que hay menos público, sí, pero se está formando.
P. La danza en el mundo entero es muy difícil. No sé por qué es un arte tan complicado de ver, porque reúne todas las demás y no necesita un instrumento para hacerse, sino que el cuerpo es el instrumento, pero el empleo de todo esto lo hace difícil de ver. Sí creo que el número de espectadores ha subido.
¿Para qué sirve un reconocimiento?
A. Un reconocimiento no es un deber, sino una manera como los demás reciben el trabajo de uno.
C. Yo creo que a todos nos pasa. Cuando empezamos en esta cosa era una labor de Quijotes, una pendejada que no servía para nada.
A. ¿Vos has oído una cosa muy bonita que dice Marta Minujín, que hizo una obra que se llamaba La academia del fracaso? Dice que de los fracasos salen las cosas buenas y establece tres tipos de personajes. Uno que siempre tiene éxito, pero miedo al fracaso; uno que nunca ha logrado hacerlo, y otro que lo va a tener después. Habla siempre de que la cultura va a ser la manera de perpetuar, más que cualquiera otra cosa, una idea de la vida.
P. Una cosa importante es que sirva de inspiración o apoyo para las generaciones que vienen, no porque busquen un reconocimiento, sino que los motive a seguir. Un reconocimiento a un bailarín es una cosa muy rara.
A: En serio, a la gente que usted, Peter, ha perseguido para poder sostener lo que hace. Uno lo ve con muchas giras muy exitosas.