Irreverentes con causa: la noche de El Cuarteto de Nos en Medellín
Cantaron con el público en contra del poder y una vida mecanizada. Una banda que no se acomoda al mandato de la moda ni a las temáticas comerciales.
El público coreaba “Cuarteto, Cuartetooo” con cada luz tímida que irradiaba de la tarima. El Cuarteto de Nos saltó al escenario en medio de una energía ya característica, que contagió a los asistentes y creó un ambiente que duraría casi dos horas.
“Punta cana” fue la primera canción, como lo ha sido en toda la gira. La voz de Roberto Musso convocó los primeros cantos de crítica: “Recibiste una herencia, usas zapatos caros, compraste residencia en un barrio privado”. El público de El Cuarteto sabe lo que espera: irreverencia y más irreverencia, pero con causa.
Luego hubo un repaso del pasado por algunas de las canciones que ya son referentes del grupo. Primero, un retorno al 2009, al álbum “Bipolar”, con “El hijo de Hernández”, una negación que se grita con fuerza, a la vez que se hace una descripción de la autonomía: “Soy mis decisiones y mis elecciones / Soy mis acciones solo y en la muchedumbre / Soy mis creencias y mis carencias / Soy mi materia y mi esencia”.
El tono de El Cuarteto ya estaba puesto en escena. Convocando a los personajes ficticios de sus canciones —que terminan siendo ejemplos de las sinsalidas, rarezas y ansias de la condición humana— pasaron por “Raro” (2006) y “Porfiado” (2012). Precisamente, de este álbum estuvo “Enamorado tuyo”, que Santiago Tavella —bajista— interpretó con su particular estilo de baile y su notorio bigote.
Roberto saludó al público y se excusó por la ausencia del 2020 debido a la “maldita pandemia”. Miró el cielo, agradeció por la noche y anunció que también tocarían canciones de sus dos últimos trabajos: Jueves (2019) y Lamina once (2022).
El tono irreverente se sintetizó en una crítica radical del modo de vida contemporáneo: Anónimo, Flan, Fiesta en lo del Dr. Hermes, Mario neta, Show maldito, Rorschach fueron presentados ante un público cautivado y enérgico. Roberto alzaba en alto sus rimas que cuestionan la estupidez del entramado del poder, la vida subordinada al trabajo y la apariencia de la vida mecanizada.
En escenario El Cuarteto se ve como una fila de buenos tipos que quieren señalarle al mundo algunas verdades. Lo que no se espera es que esos buenos tipos tengan la capacidad de gritar esas verdades y hacer que adultos, jóvenes y algunos niños repitan sus letras en un esfuerzo por saldar cuentas contra el mundo normalizado y la cotidianidad: “Pero no hay un refugio donde correr / ni una voz trasparente en el que creer / y para colmo aguantar la publicidad / del tipo que se ríe mientras come flan”, se escuchó con la canción Flan.
A pesar de un par de fallas técnicas —que el grupo sorteó con la ayuda del coro de los asistentes— pasaron por temas de “Habla a tu espejo” (2014) y “Apocalipsis zombi” (2017). Con ello hicieron un recorrido por su trayectoria que, después de “Raro”, se convirtió en una apuesta única y crítica del rock latinoamericano, que no se acomoda al mandato de la moda o a las temáticas comerciales carentes de crítica.
“Roberto”, “Mi lista negra”, “No llora”, “Hombre con alas” fueron otros temas que extendieron la noche. Roberto, el vocalista, presentó a sus compañeros, en medio de juegos con el público: Santiago Talavella (bajo), Santiago Marrero (teclados), Álvaro Pintos (batería) y Gustavo Antuña (guitarrista). Con “Me amo” (una canción de amor, como dijo Roberto) e “Invierno del 92” dieron un cierre parcial al concierto.
Volvieron a escena para tocar los dos temas finales: “Llegó papá” y “Yendo a la casa de Damián”, una de las más exitosas de “Raro”. Se despidieron dejando la sensación de buenos tipos con una banda de seguidores fieles, no de masas —porque de la masa hay que desconfiar—, sino de oídos atentos que no se conforman con los días tal y como se les imponen y que quieren saltar y gritar sus verdades.