Cultura

“La Inquisición de ahora se llama la cancelación”: Santiago Roncagliolo

El año que nació el diablo, de Santiago Roncagliolo, es una novela sobre uno de los momentos claves de América Latina.

03 de septiembre de 2023

El éxito de los relatos policiales, de suspenso, estriba en que ponen la lupa en las zonas oscuras de las sociedades, en los miedos que con los años se transforman en monstruos que lo devoran todo. El novelista peruano Santiago Roncagliolo ha dedicado su obra a relatar las complejas relaciones del poder con la violencia. Su nombre alcanzó celebridad continental gracias a la publicación de Abril rojo, una novela que narra una semana santa signada por las actuaciones de Sendero Luminoso, el grupo terrorista que puso en jaque al estado peruano a principios de los ochenta.

Roncagliolo vuele a los escaparates de las librerías con una novela que pone en el escenario las tensas relaciones de la violencia y la religión. El libro, de más de quinientas páginas, se titula El año en que nació el diablo.

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Su libro es un relato policial ambientado en el pasado. Uno recuerda, entonces, El nombre de la rosa...

“Claro, a mí me encantó El nombre de la Rosa. Recuerdo haberlo leído en un fin de semana, siendo un libro muy gordo, no podía parar de leerlo porque, por un lado, era atractiva esa ambientación histórica llena de lugares fascinantes y de una mentalidad fascinante y diferente, y, por otro lado, la investigación absorbente de los personajes no te soltaba”.

¿Cómo fue el proceso de investigar para escribir sobre la Lima del pasado, de sus prácticas rituales?

“El siglo XVII fue un universo lleno de una especie de realismo mágico siniestro, fue un universo con demonios actuando en la vida de la gente y brujas haciendo hechizos y gente flagelándose. Esto me permitió hacer una novela con una ambientación muy impactante y visualmente muy potente, pero a la vez también habla de muchas cosas que siguen existiendo ahora.

Yo sentía que estaba escribiendo muchas veces del siglo XXI, sobre la inquisición de ahora, que está en las redes sociales y se llama cancelación, sobre la cultura de culpar a las mujeres incluso cuando son violadas, sobre una América Latina en la que hay un poder blanco que vive amurallado lejos de los otros colores. Todo el virreinato que describe la novela, en muchos aspectos, sigue vigente en América Latina”.

¿Cuáles fueron las fuentes documentales de su libro?

“Sobre todo visité archivos y conventos, porque hay una parte muy importante de la historia que ocurre en el convento. Busqué mapas, pero también leí mucho. Al final del libro hay una bibliografía con los libros de los que sale toda la información de los distintos aspectos, porque todo está en los libros, en libros de historia, sobre el teatro, sobre la sociedad, sobre la corte. Más bien lo que había eran muy pocas novelas. El siglo XVII es un territorio bastante inexplorado dentro de la literatura. Creo que por eso resultó una novela muy extensa, porque siempre había más cosas que contar, siempre había más cosas que sentía que no me habían contado y que quería contar yo”.

Usted toma a Santa Rosa de Lima, un personaje emblemático. Para algunos ella fue una santa y para otros fue una bruja...

“En realidad la diferencia no se podía sustanciar. ¿Cómo sabes si una mujer está hablando con Dios o con el demonio? ¿Cómo sabes si lo que hace son milagros o hechizos? Santa Rosa fue canonizada, pero muchas de las mujeres que la acompañaban casi las queman por brujas. Al final la decisión dependía del inquisidor y de lo que él decidiese que estaba ocurriendo ahí. Santa Rosa hizo algo muy inteligente, que fue ponerse el hábito de los dominicos, arrastrando su fama y su popularidad a la congregación dominica y garantizándose el apoyo de la congregación en el futuro”.

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¿Hay algo que conecte con la religión y la violencia?

“Las religiones tratan con las cosas que más nos inquietan, con lo desconocido y en particular con la muerte. A mí me interesa hacer historias perturbadoras, historias inquietantes. Y en ese sentido es inevitable que me termine topando con la religión. Me interesan mucho los asuntos de la muerte y del poder y esos temas más temprano que tarde lo conducen a uno a la iglesia.

A mí me interesa que las novelas sean entretenidas, que el lector quiera pasar a la siguiente página, que haya un suspenso que lo empuje a continuar siguiendo a ese personaje. Pero también me interesa que sean algo más, que exploren una época, que exploren la condición humana, que se acerquen a momentos de nuestra historia y a fenómenos humanos que nos conciernen a todos. Entonces me gusta jugar con el género, pero siempre hay más que solamente un caso que resolver. Siempre hay una exploración en la oscuridad”.

¿Por qué escogió a Alonso Morales, que es un aprendiz de investigador, para ser el narrador de esta novela?

“Los alguaciles de la Inquisición eran realmente unos muertos de hambre. No tenían a veces ni sueldo. Y trabajaban por las prebendas que pudiesen recibir del poder. Me interesaba mucho eso. Él, que empieza siendo un torturador, se va dando cuenta de que él no es muy distinto de la gente que tortura. Él también va a cuestionar al poder que lo manda a torturar. Y para eso no podía ser alguien demasiado importante, no podía ser el inquisidor mayor, tenía que ser un personaje menor dentro del Santo Oficio”.

Decir que la cancelación es la nueva inquisición, lo puede poner en “La Picota”...

“Pero lo he sido siempre. Se me ha olvidado cuándo no lo he sido. Siempre escribo sobre temas que causen reacción, sobre temas que causen discusión. No sé cómo hacerlo de otra manera, no sé qué sentido tendría hacerlo de otra manera. Las novelas se escriben para eso, para discutir, para desafiar nuestras versiones establecidas de las cosas, para debatir lo que hemos dado por cierto”.