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“Ser chica indígena trans no es fácil, y menos en el campo”: Gina Tascón, del documental Wërapara, chicas trans

Seis mujeres trans de la comunidad indígena Embera Chamí de Jardín, Antioquia, narran en el nuevo documental de Claudia Fischer, que ya está en las salas de cine del país, cómo defienden sus diferencias.

Periodista. Hago preguntas para entender la realidad. Curioso, muy curioso. Creo en el poder de las historias para intentar comprender la vida.

24 de junio de 2023

Gina Tascón es una mujer indígena trans de 26 años. Vive con su familia en Cristianía, un resguardo ubicado a 11 kilómetros de la cabecera municipal de Jardín, en el suroeste de Antioquia. En esta comunidad Embera Chami habitan únicamente seis mujeres indígenas trans, incluida ella. Las seis han demostrado que se puede ser minoría dentro de una minoría y flor en medio de la montaña.

Así quedó evidenciado en el documental Wërapara, chicas trans, de la directora Claudia Fischer, que se estrenó en las salas de cine de Colombia el pasado 22 de junio. En una hora y 17 minutos se narra cómo Marcela, Jaima, Roxana, Alexa, Pamela y Gina labran la tierra, liberan su espíritu desde el arte y asumen su identidad.

—¿A Gina qué le ha enseñado la vida luego de asumir su identidad?

—Me ha golpeado muy duro, ser una chica indígena trans no es tan fácil, y menos en el campo, porque hay que sobrevivir entre burlas y señalamientos, pero hay hombres que a uno sí le colaboran bastante, mientras que hay otros muy machistas.

A los 13 años comenzó a cuestionarse, a preguntarse quién es, y más porque su infancia fue diferente a la del resto de niños. Y muy libre, sobre todo libre: desde los 9 le permitían ponerse los vestidos de Luisa, su hermana mayor, y jugar con muñecas. La primera persona que se enteró de su condición fue la abuela, quien se convirtió en un apoyo para luego contarle al resto de la familia.

Su mamá, Luselba, manifiesta en el documental que luego de un proceso lento que le permitió comprender la situación, hoy siente un orgullo muy grande por lo que ha logrado su hija: Gina es la segunda de cinco hermanos.

—Yo le digo que eche para adelante, como pobre yo la apoyo, no le puedo dar nada pero el amor que le estoy dando es un apoyo. En verdad estoy contenta con ella.

Un día normal de Gina básicamente transcurre entre salir a caminar o ir al río a hacer sancocho, entre montar bicicleta o bailar con las amigas en una discoteca en Andes, el otro pueblo que queda cerca al resguardo. También disfruta hacer artesanías y cocinar, lo que más rico le queda, dice, son los fríjoles calados. A esto se suma que recoge café y cuando no hay cosecha va al río a baharequear con el papá.

En varias partes del cuerpo tiene tatuajes, se le cuentan cuatro, pero el que más sobresale es un mandala en el dorso de la mano izquierda.

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A Gina el destino le puso en el camino a cinco vecinas que con el tiempo se convirtieron en amigas y después en compañeras durante el rodaje del documental de la directora Claudia Fischer.

—De mis amigas he aprendido muchas cosas como, por ejemplo, ser solidaria y ayudarnos entre nosotras. Nos agrupamos, hablamos. Dentro del resguardo, el 50 % de la gente nos reconoce, porque antes la gente era muy esquiva, nos criticaban que vistiéramos con falda, nos tocaba escuchar las risas por detrás, las murmuraciones. Sin embargo, hoy en día con este grupo que hemos armado nos ven con otros ojos.

—¿En qué momento ustedes seis se encuentran y se convierten en amigas?

—Todo fue a través de Roxana, ella es como la líder, los fines de semana nos reunimos en su casa. Lo que nos ha mantenido unidas es la confianza, porque somos de mente abierta, entre nosotras nos ayudamos.

Roxana es la única de las seis que ya cambió la identidad en los documentos, es tejedora y le gusta llevar las uñas pintadas de colores.

Gilma Rosa es la mamá de Roxana y también sale en la película dando su testimonio. Cuenta que a medida que su hija fue creciendo, descubrió su condición.

—Al principio la despreciaba, pero un hermano mío, el mayor, que es gay, me aconsejó y me dijo que supiera entender que esto no era de otro mundo, que no es primera vez que pasa. Una vez lloré mucho porque no aceptaba.

A través de Roxana fue que el resto de las integrantes del grupo lograron que sus artesanías fueran conocidas por la diseñadora de modas Laura Laurens y se exhibieran en pasarelas de Medellín y en Londres en el Fashion Case Show del Summer House 2019. Sobre esta experiencia en Europa, Gina recuerda:

—Es una ciudad muy fría y yo soy de esas personas que sufren de calambres. Con Roxana fuimos a mostrar nuestras artesanías, la gente era muy chévere. Y modelamos, eso me dio mucho miedo porque era estar en medio de tanta gente que nos miraba. Por el frío caminaba como tiesa.

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Marcela es la mayor de las seis indígena trans de Cristianía. Le gusta sembrar y coger café, fumigar los cultivos y desherbar. Es además jaibaná: curandera o guía espiritual de los indígenas. Sabe del poder de las plantas curativas, de “plantas sabias” para hacer los rituales y “sacar el mal de las personas embrujadas”.

—Cada planta es para algo específico. Ellos saben que es una forma de curar sus males y que les podemos ayudar con el ritual de sanación.

Fue la primera de todas en mostrarse ante su comunidad como una mujer trans. Tuvo una infancia bastante dura, cuenta en la película, porque sus padres se separaron en ese entonces: se sentía sola, sin apoyo. A los 13 años se fue de la casa, se fue para el Valle del Cauca. A esa edad se enamoró por primera vez de un hombre de 38 años.

—Al lado de ese señor viví como una reina, me daba todo lo que yo necesitaba. Ahí fue cuando me empecé a pintar las uñas, arreglarme muy mujer. A los dos años y medio me comenzó a dar muy mala vida y nos tuvimos que separar.

Luz Elena es la madre adoptiva de Marcela y también aparece en el documental. En una parte de sus testimonios dijo:

—Si una niña es lesbiana, si un niño es homosexual, como madre uno entiende y aprende a convivir con ellos. Yo tengo dos hermanos que son así (...) Yo pensaba, si ese niño es diferente, fue porque Dios lo formó así en el vientre de la madre. Esa es su esencia y su estrella. En la actualidad, Marcela tiene una relación que ya cumple 20 años y vive con él en el resguardo.

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Cuando Jaima tenía 6 años, su mamá falleció. Creció con sus hermanos y a los 13 asumió que es una mujer indígena trans. En ese tiempo le hacía ropa a las muñecas, algo que sorprendió en ese entonces a sus tías y abuela Elisenia.

—Mamita, cuando nos volvimos así, ¿sentía mucha preocupación por nosotros cuando íbamos a andar al pueblo?—, le pregunta Jaima a su abuela durante un diálogo en el documental.

—Ahora me preocupo más. Cuando se van y no llegan a dormir, miro la cama a ver si amanecieron en la casa o no. Paso las noches en vela pensando dónde estarán. Si no llegaron, me preocupo, claro que sí.

Doña Elisenia también es la abuela de Alexa. Alexa y Jaima son hermanas. Alexa desde niña sabe cómo sembrar la comida según los meses, los tiempos. Vive independiente, en su propia finca donde cultiva sus alimentos.

—Para mí la riqueza es la tierra y la gente la quiere destruir solo por ambición de dinero. En este mundo puede haber mucho dinero, pero eso no paga el daño que le hacemos a la tierra.

En el documental Wërapara, chicas trans Alexa también cuenta que mientras trabajaba en una finca cercana cogiendo café, se enamoró de un empleado de una empresa de fumigación. En ese momento fue que encontró el amor: llevan tres años de relación.

—Me enamoré de él porque es muy responsable y respetuoso conmigo. Quisimos romper el récord de vivir delante de la sociedad. Hemos estado en las buenas y en las malas.

Otra de las protagonistas de la película es Pamela, quien es artesana (hace esculturas con arcilla), jugadora de baloncesto y madre de un niño de 3 años que adoptó luego de quedar huérfano.

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La película de Claudia Fischer, que cuenta con la distribución de Distrito Pacífico, llegó a las salas de cine de Colombia luego de tener un exitoso recorrido por más de 30 festivales de cine en todo el mundo.

En sus propias voces, estas seis mujeres indígenas trans dejan ver cómo juntas y en su comunidad abordan la diversidad, la amistad, la solidaridad y sus expresiones artísticas y espirituales. También muestran su labor como tejedoras y diseñadoras de accesorios típicos de su cultura, el mismo que ha resonado en la vanguardia de la moda en Colombia y otros países.

—Gina, ¿qué tal la experiencia de grabar la película?

—Me intimidó mucho la cámara, soy muy penosa, pero aprendí a que no puedo ser todo el tiempo una persona callada y aislada, uno tiene que darse a conocer.

—¿Qué sueña tras vivir la experiencia del documental?

—Quiero estudiar gastronomía y ser estilista profesional, son dos logros que quiero cumplir. Si me resulta un trabajo en Medellín, yo me iría para la ciudad a explorar.

Narrar las vidas cotidianas del campo: Entrevista con Claudia Fischer, directora del documental Wërapara, chicas trans

¿Cómo logró cruzarse con estas seis historias?

“Esto lo debo a una magnífica invitación de Liliana Sanguino, docente de moda y curadora del Fashion Case Show de Londres de 2019. Gracias a su invitación y lo que estaba haciendo, se encontraban involucradas las chicas trans del resguardo de Cristianía. Obviamente con esa curiosidad que me gasto, dije que sí las quería acompañar”.

¿Qué preguntas se planteó antes de grabar el documental?

“Mi pregunta era qué es lo que pasa en el cotidiano de las vidas de ellas, quería saber cómo fue su formación, su infancia, su entorno. Esa fue la primera pregunta que me dijo que esta es una pregunta que destapa la oportunidad de hacer un documental”.

¿Cómo fue el proceso de producción de la película?

“Como en todos los documentales que he estado involucrada, siempre tengo cuatro o cinco etapas de producción en las cuales se va planteando, a medida que estén los recursos y las ideas vayan madurando, el guión narrativo y los instrumentos que voy a utilizar. El tiempo de producción fue de entre dos y tres años, pero tuvimos un período de receso porque pensaba terminarlo en 2020, luego la pandemia; en 2021 reanudé y en 2022 estuvimos en festivales”.

¿Cuáles retos tuvo que enfrentar para lograr este resultado?

“Como reto siempre existe el grabar en territorios no urbanos que a veces son difíciles por las caminadas, la lluvia, el barro, estas cosas que son parte de entrar dentro de documentales ligeramente etnográficos. La otra barrera podría ser el idioma, pero el idioma nunca es una barrera porque estamos siempre hablando de sentimientos que están a flor de piel y la cámara hace su oficio de registrar esto”.

Con este documental, ¿qué quiere que la gente reflexione?

“Solamente quiero invitar al público a compartir un espacio al cual a veces no es fácil llegar y que está un poco distante, porque la mayoría de la población colombiana vivimos dentro de las urbes, entonces entrar a las realidades campesinas y no urbanas es una invitación para tener una vivencia sin tener que estar sufriendo las condiciones climáticas”.

¿Qué le dice hoy a las protagonistas de Wërapara, chicas trans luego de estrenar el documental?

“Que espero que haya sido un camino agradable el que cruzamos juntas, que se empoderen de los elementos que tienen, de su riqueza lingüística, sus tradiciones ancestrales, que continúen sintiéndose orgullosas de lo que son y lo que pueden hacer porque soñar se puede, continuar un sueño es un poquito más largo, es de paciencia, de cariño, de intensidad y de mucho amor ante todo”.

¿Dónde ver el documental en Antioquia?
Cinema Procinal Las Américas: Dg. 75B #2A-120

Cinemas Procinal Centro Comercial Aventura: Cra 52a #65-86

Cinemas Procinal Viva La Ceja: Cra 13 #26 B 56 - P2 Local 205

Museo de Arte Moderno de Medellín: Cra. 44 #19a-100

En Medellín el estreno oficial fue el pasado 22 de junio en el Colombo Americano, sede Centro con entrada libre, durante el marco de la programación del Ciclo Rosa. El evento contó con la participación de Gina Tascon.