El suicidio infantil existe: estas son algunas señales de alerta en niños, niñas y adolescentes
Sueño con un mundo que dimensione el valor de la palabra de los niños y las niñas. Creo en el periodismo que apuesta por un enfoque diferencial.
La conducta suicida –que implica no solo el acto consumado, sino la ideación, amenaza e intento de suicidio– ha sido un tema vetado. Y a la ya evidente estigmatización, se suma el hecho de que hay una creencia extendida de que las personas con esta tendencia tienen unas cualidades específicas, casi como si se tratase de una sentencia comportamental con la que, de manera involuntaria, se ha descartado a una población: los niños y las niñas.
Incluso, en algunas ocasiones, parece que lo vivido en la infancia se eliminara en la adultez. De repente, se cree que los infantes son seres siempre felices, sin preocupaciones ni confrontación interna. Básicamente, existen para el disfrute y la plenitud. Esa constante, que incluso se les dice en un tono de acusación –”como usted no se tiene que preocupar por tal o cual cosa...”–, ha invisibilizado no solo la complejidad del hecho mismo de crecer, sino la emocionalidad y señales de riesgo que pueden evidenciarse de forma temprana.
“A veces son comportamientos que la gente tiende a decir que ‘están llamando la atención’. Ahí se subestima el sentimiento del niño y se pasan a minimizar estas situaciones. Lo que siempre recomendamos es que también hay que prestar atención a por qué quieren llamar la atención, en caso de que así sea”, explica la psicóloga y magíster en neuropsicología y educación, Carolina Santos Gómez.
Santos, quien además es asesora de familias en temas de crianza y consejera de la sección de primaria del Colegio Colombo Británico de Envigado, plantea que hay algunas respuestas automáticas que se dan a los niños y niñas, con las que en lugar de respaldo, terminan sintiéndose desestimados; por ejemplo, “usted está haciendo eso para manipularme” o “ todo va a estar bien, mañana va a estar mejor”.
A esto se le suma el confinamiento que enfrentaron los niños y niñas en los dos años pasados, lo que implicó una suspensión no solo de sus clases, sino de su convivencia con personas de la misma edad. Según la Organización Panamericana de la Salud (OPS), lo anterior pudo “generar afectaciones graves, afectaciones en las etapas de desarrollo y salud mental por falta de convivencia comunitaria y por segregación social”.
Igualmente, la OPS plantea que el encierro con la llegada de la pandemia afectó los proyectos de vida por la deserción escolar y el incremento de la desigualdad, así como una “vulnerabilidad ante la violencia familiar, el incremento en homicidios y los embarazos en menores de edad”, factores determinantes en el análisis de conducta suicida, pues, según la organización, son relevantes las condiciones del contexto familiar, escolar, cultural y social en el que se desarrollan.
Factores de riesgo y detección
En promedio, cada tres días del año pasado un niño, niña o adolescente menor de 14 años terminó con su vida en Colombia. Es decir, solo en 2021 se presentaron 122 suicidios infantiles y en enero de este año ya se contabilizaron 6.
El psicólogo de la Unidad de Duelo de la Funeraria San Vicente, Julián Cardona, quien además es terapeuta del grupo de apoyo de duelo en muerte por suicidio de la misma entidad, plantea que “los pensamientos sobre el querer morir son frecuentes en niños tras la muerte de un ser querido” y se suma un factor de riesgo cuando “en el contexto cercano ha ocurrido un suicidio o un intento de este”.
“Pueden creer que el hacerse daño o morir es una estrategia para afrontar situaciones estresantes, como conflictos familiares, fracaso escolar, miedo a un castigo, exclusión social y el matoneo o bullying”, expone Cardona, quien además agrega que otros factores de riesgo en la ideación suicida son “los abusos físicos o sexuales, rasgos de comportamiento impulsivo y perfeccionista, dificultades en las habilidades sociales y la percepción de estar solos a causa de carencias en el afecto familiar”.
Ante estos y otros escenarios, Carolina Santos plantea que una señal de alerta en la conducta suicida en niños y niñas puede ser cuando comienzan a tener comportamientos distintos a los que son naturales a ellos. Esto significa que si el niño es poco sociable o muy callado, no es un condicionante en sí mismo, pues hace parte de su personalidad. Es decir, se trata de analizar los comportamientos que sean opuestos a lo que es común en ellos.
“Cambios de gustos muy drásticos: ‘antes me gustaba jugar esto y ya no’. Cambios bruscos y repentinos, que se irriten o alteren, que se note muy callados o muy impulsivos”, enumera Santos, quien hace énfasis en el cuidado que se debe tener cuando hay una marcada presencia de impulsividad, pues “podrían terminar cometiendo actos de los que no están muy convencidos”.
La exposición a información sobre detalles relacionados con suicidios consumados, como historias y métodos para hacerlo, es un factor de riesgo que se suma a los mencionados, según Cardona.
Sin embargo, luego de analizar los componentes anteriores, se debe considerar el “grado de conocimiento que tiene el niño de la muerte, ya que si este conocimiento es incorrecto o insuficiente, resulta arriesgado juzgar como suicidio un acto que acaso no lo sea, por no existir la voluntad expresa de quitarse la vida”, según afirma el médico y psicólogo clínico Aquilino Polaino-Lorente en el libro “Las depresiones infantiles”.
¿Cómo acompañar?
De acuerdo con la Estrategia Nacional de Prevención de la Conducta Suicida en Colombia, emitida por el Ministerio de Salud, los aspectos a considerar en las acciones preventivas se pueden aplicar de forma diferencial según la etapa de vida.
Entre los 0 y 5 años, los niños y niñas requieren un reforzamiento de apoyo social, así como trabajar en síntomas ansiosos y que padre y madre se involucren en su contención emocional.
Así mismo, en la infancia y adolescencia se deben descartar síntomas afectivos en cuidadores (los padres o quien esté a cargo) y promover estrategias de parentalidad. También, descartar eventos adversos en la infancia, planear el tratamiento de forma conjunta con el entorno escolar y realizar intervenciones para fomentar la búsqueda de ayuda y mejorar el seguimiento.
Para los casos en que el niño manifieste ideación suicida, la psicóloga Carolina Santos propone que se le haga contención emocional, es decir, que se les tranquilice y estimule la confianza: Decirles “yo estoy acá. En lo que yo te pueda ayudar. Te voy a acompañar. Si necesitas algún otro apoyo, házmelo saber”.
“Buscar dar ese apoyo y que el niño sienta que lo importante es su situación, sus sentimientos. Tratar de demostrar apoyo sin una presión o un reflector exagerado sobre la situación”, enfatiza Santos, quien destaca la importancia de no subestimar lo que el niño está manifestando y tratar de ganarse su confianza sin presionarlo.
Dado el caso de que se pase de la ideación al intento de suicidio mismo, Cardona aclara que lo más importante es evitar dejar a solas al menor y retirar de su alcance todo aquello que el niño o niña pueda utilizar para intentar atentar contra sí mismo.
“Lo siguiente es no juzgar ni criticar la conducta suicida, porque esta es producto del sufrimiento emocional que ha estado experimentando el menor y por eso se necesita escucharle, dejarle llorar, recalcar la aceptación total de este, y hacer expresiones sobre el afecto y la importancia que tiene la vida de él o ella para toda la familia”, concluye Cardona.
Ambos psicólogos, Santos y Cardona, coinciden en que la comunicación y la confianza son claves en la identificación de la conducta suicida en niños, niñas y adolescentes. Si bien no es sencillo, recalcan, es fundamental que los menores sientan que pueden ser sinceros y expresarse sin que la contraparte les juzgue.
Finalmente, recomiendan acudir a a profesionales en psicología y psiquiatría que estén calificados para atender infancia y adolescencia.